Perdones a medias
Porque el irrespeto constante a la memoria, el intento del olvido artificial que se está cometiendo tiene límites y los socios y los descendientes de los terroristas saben que deben de disfrutar cada momento porque es una pequeña victoria para ellos.
Homenaje en Pamplona en el lugar del atentado de ETA de 1985 en el que murieron el niño Alfredo Aguirre y el policía nacional Francisco Miguel. La madre del pequeño, Carmen Belascoáin (sentada), saluda a Javier Caballero, hijo del edil de UPN Tomás Caballero, asesinado por ETA en 1998, en presencia de Verónica Miguel (con boina roja), hija del policía nacional. Foto: EFE.
Pedir perdón. Eso es lo que han “hecho” los herederos de Euskadi Ta Askatasuna, ETA. Disculpas, eso es lo que llevan diciendo un par de años los responsables de más de 850 asesinatos. Dicen que lo sienten, que los tiros por la espalda, los secuestros, las torturas, los asesinatos, las extorsiones y los coches bomba, que las muertes de: Begoña Urroz Ibarrola, de 22 meses, Fabio Moreno Asla, de 2 años, Julia Barrera y Esther Barrera, de 4 años, Silvia Ballarín, de 7 años, Silvia Pino, de 7 años, Rocío Capilla, de 13 años, José María Piris Carballo, de 13 años, Alfredo Aguirre Belascoaín, de 13 años, y las de los otros 14 niños fueron daños colaterales en la cruzada por su panacea racial.
Han demostrado su arrepentimiento con la destrucción masiva de armas utilizadas por la banda para sus macabras acciones, pero, un detalle curioso que surge al revisar las fotografías del armamento inutilizado es que hay escopetas de caza de cañones paralelos y rifles de aire comprimido. Sé que no se puede obviar la posibilidad de que esta serie de herramientas fueran usadas por los terroristas, pero me parece un poco incongruente con los desoladores sentimientos de arrepentimiento que quieren venderle a un pueblo que ya está empezando a hartarse de que la memoria de las víctimas y el camino de la paz y el recuerdo sean menospreciados por el orgullo que sienten los que jalaron los gatillos y colocaron los explosivos.
Pero es que el acto de la semana pasada no fue más que una cortina de humo para ocultar la movilización de 5 presos de ETA a cárceles más cercanas al País Vasco, la zona principal de acción de la banda. Por eso es por lo que han hecho el circo con el destrozo de armamento, para despistar; para que las críticas no llegaran a tiempo, para poder seguir riéndose de los que sufrieron de cerca las explosiones y las balas.
Y es que así se ha movido España desde hace ya unos años, premiando a los que destrozan, a los que asesinan, a aquellos que son los responsables de que en una casa sobre una silla y falte una risa. Las ansias de seguir al poder han hecho que se rompan promesas que se repitieron una y otra vez. Porque los que hacen ruido y salen a encender las calles a la mínima no son los muertos, son los que quedan de aquellas bandas que rompieron familias.
La peor parte siempre se la llevan los que siguieron vivos, con secuelas visibles o invisibles; los que han tenido que salir del fondo de un pozo y sin compañía, a los que se les ha abandonado a su suerte en un bosque rodeado de los mismos enemigos que viven en sus cabezas. Porque ellos no tienen tiempo de salir a reclamar cárceles más cercanas o rebajas de sentencias porque han de llevar las flores del recuerdo al panteón.
Y ahora solo queda la cuestión: ¿cuánto más hará falta para que se empiece a respetar a los que fallecieron? ¿Cuánto puede aguantar alguien que ya lo ha pasado todo? ¿Cuánta mierda deben seguir tragando? Porque el irrespeto constante a la memoria, el intento del olvido artificial que se está cometiendo tiene límites y los socios y los descendientes de los terroristas saben que deben de disfrutar cada momento porque es una pequeña victoria para ellos.
Porque ya la historia de arrepentimiento no la compra nadie, las celebraciones y festejos en las calles de los pueblos y las ciudades cada vez que se libera a uno de los miembros de aquel grupo pistolero son muestra de ello.
Estudiante panameño en España.
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