1821
Pensar nuestras efemérides clásicas
... el Ministerio de Educación y las cinco universidades públicas del país deberían asumir el compromiso serio de articular un esfuerzo de renovación de la enseñanza y la investigación de temas históricos, geográficos, demográficos, etnológicos, antropológicos, sociológicos, económicos y humanísticos que permitan cimentar la independencia nacional sobre bases intelectuales más firmes.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 17/5/2021 - 12:00 am
Tenemos una educación humanística que no logra crear esa imagen rica que solo se logra cuando se ha tenido la fortuna de leer, tarea obligada de todo panameño que se precie de su estirpe ciudadana. Foto: EFE.
1821. Conmemoración del Bicentenario de nuestra primera independencia. Fecha axial y, como todas aquellas que son realmente esenciales, requieren de una apropiación intelectual sin la cual toda celebración de unas efemérides se pierde en los oropeles y formalismo a los que tan proclive es nuestro temperamento caribe.
Y allí que resalto un primer hecho palmario: la celebración de nuestros 200 años de independencia han estado empobrecidas y ensombrecidas. Lo primero por la falta de nuevos aportes intelectuales que nos ayuden a dilucidar sus causas y encuadrar sus consecuencias, si bien hay algunas excepciones honrosas; y, lo segundo por la pandemia, hecho civilizatorio cuya mala sombra se ha ejercido en todos los campos, incluso en los del quehacer académico.
De allí que urge que el Estado panameño, el hijo principal de aquel hito, de impulso a algunas iniciativas semejantes a las que en otras regiones de América se dio con la conmemoración bicentenaria de 1810 (Argentina, Chile, Colombia México). No sea que así como llegamos tarde a la independencia de España, lleguemos tarde a una celebración que merezca tal nombre.
Entre algunas medidas muy parcas pero esenciales, el Estado debería costear por sí o a través de instituciones como sus universidades públicas la reedición, por separado o en colección, de algunas obras fundamentales que dan cuenta, analizan y ponen en relieve los hechos de noviembre de 1821, desde los escritos de Mariano Arosemena, como de otras fuentes primarias, esencialmente colombianas, amén de obras o capítulos fundamentales de nuestra historiografía (como la de Ernesto J. Castillero Reyes: Raíces de la independencia de Panamá", Edición de la Biblioteca de la Nacionalidad, de la Autoridad del Canal de Panamá, en 1999) y que en este escrito quiero citar como un homenaje a sus autores, y como acicate a las nuevas generaciones. Es tarea del Estado promover la investigación de una nueva camada de cientistas sociales que dé relevo generacional a los que aquí menciono, honra y prez de las Ciencias Sociales de Panamá.
Esta antología de las reflexiones sobre 1821, tiene para mí un listado esencialísimo de nombres y apellidos. Como toda antología supone una selección no exenta de sesgos, pero de lo que se trata es de sugerir unas reales. En general, el Olimpo de esta producción lo constituyen las obras de los historiadores Alfredo Castillero Calvo, Carlos Manuel Gasteazoro y Celestino Andrés Araúz, del geógrafo Omar Jaén Suárez y del sociólogo Alfredo Figueroa Navarro. En próximos artículos me referiré a sus aportes.
Esta tarea es urgente, a fin de que los panameños en formación logren una intelección que sobrepase lo anecdótico de una fecha y de unos acontecimientos que puede ser vista, prima facie, como algo muy marginal de la historia latinoamericana. Sobre todo, para la formación de los ciudadanos con estudios universitarios, cuyos conocimientos y valoración de la historia nacional son asaz precarios, herederos que hemos sido de una enseñanza que no ha superado -en lo general -la memorización de nombre y fechas.
Pese algunos esfuerzos, en los que hombres como el propio Gasteazoro invirtió lo mejor de su vida, nuestra educación geo-histórica no logra cumplir su cometido. Tenemos una educación humanística que no logra crear esa imagen rica que se solo se logra cuando se ha tenido la fortuna de leer, cuando menos, las obras clásicas que prometo ir enumerando, y cuyo examen y escrutinio debería ser tarea obligada de todo panameño que se precie de su estirpe ciudadana.
Si algo justifica la presencia de la Historia y Geografía de Panamá en el pénsum universitario es ello. Y su fin último es que la clase ilustrada del país sea capaz de entender de dónde venimos y para dónde vamos. Algo que sinceramente no logramos que suceda y nos pone en riesgo de perder lo ganado en “200 años de sobrevivencia bajo unos regímenes políticos republicanos”, primero bajo la tutela de Colombia; luego bajo la tutela de los EEUU hasta 1936, cuando menos; y de 1999 en adelante, por nuestros propios medios.
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Este año y los subsiguientes, el Ministerio de Educación y las cinco universidades públicas del país deberían asumir el compromiso serio de articular un esfuerzo de renovación de la enseñanza y la investigación de temas históricos, geográficos, demográficos, etnológicos, antropológicos, sociológicos, económicos y humanísticos que permitan cimentar la independencia nacional sobre bases intelectuales más firmes.
Hay que asegurar los canales de difusión de lo logrado en los últimos 50 años en materia de conocimiento histórico y humanístico para que este permee la formación de los ciudadanos, desde la universidad hasta la educación básica.
Docente y gestor universitario. Director de FUNIBER-Panamá.
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