Análisis
A paso de camellos
...la falta de visión, de liderazgo y de sencillo amor al terruño, de un Ministerio de Turismo castrado de creatividad, de elocuencia, de algo tan sencillo como el dominio del inglés, un kindergarten de primos, amigos y copartidarios sin mayor presentación...
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 22/9/2018 - 12:00 am
La gente no escoge ruinas como sitios de visita.
Para viajar a Europa hay que ser como los europeos.
Tan mal acostumbrados estamos en Panamá que si algo nos queda más allá de dos cuadras, colaboramos con el tranque y nos vamos en carro.
Que si el calor, que si el cabello o la lluvia.
Somos un perfumado país tropical moderno donde sudar es de otros, donde abandonamos la avenida Central para colaborando con el tranque nuevamente, valga la redundancia, nos trasladamos en refrigerados vehículos a refrigerados centros comerciales.
Allí una de las razones principales del engorde del panameño.
Henos aquí en Europa, a 10 horas de vuelo y siete horas de más de diferencia, rodeados de un "Homo sapiens" tan diferente que tan solo lanzar un papelito en la calle es motivo de abultadas multas, donde un litro de gasolina resulta el triple y el estacionamiento tan caro y escaso que hace sentido caminar, caminar y caminar, a paso de camellos.
Hasta yo, que me jacto de mi caminata diaria de una hora, francamente los primeros días sentí cansancio del pasar de los calendarios y la majadería tropical, la dejadez del automóvil.
Parte esencial del encanto de la caminata, por supuesto, es la exquisita manutención de ese museo que conocemos como Europa.
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Sus pueblos han vivido guerra tras guerra durante más de 2,000 años.
Bombardeos, saqueos y pillaje han destruido la mayoría del continente.
Sin falta, sin excepción, siempre han tomado las ruinas en vida, han creado una metamorfosis símil, sino igual o mejorada, de lo que era antes.
Por supuesto, estos cambios tan sencillos que a ningún europeo se le ocurriría dejarle al libre albedrío, al abandono o a la suposición que así es mejor para los turistas, eleva la calidad de la oferta a su nivel óptimo para el mejoramiento de la calidad de vida de su población.
Vemos en nuestro entorno, por ejemplo, cómo el pobrísimo proyecto de mejoramiento del Casco Antiguo, ejercicio adelantado por tristemente lentas dejadeces y la falta de un plan maestro que tornara el teatro de actividades, de un abandonado, deteriorado barrio a un excelso atractivo turístico en un periodo, aún siendo muy tropicales, no mayor a cinco años, aún refleja el impacto de célebremente tristes, oscuros políticos sin mayor interés que sus bolsillos, siendo más culpables aún las masas de electores que canjearon su valioso voto por un jamón de segunda, una hoja de zinc o una bolsa de cemento.
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Añadiendo al problema, la falta de visión, de liderazgo y de sencillo amor al terruño, de un Ministerio de Turismo castrado de creatividad, de elocuencia, de algo tan sencillo como el dominio del inglés, un kindergarten de primos, amigos y copartidarios sin mayor presentación, donde los nombramientos son reflejo del sinsabor y el no me importa de los gobiernos de turno, dejan el tema de turismo a la bufonada de la improvisación y las interminables excusas por su pésimo desempeño, en un Istmo que cuenta con tantos atractivos que bien pudiese absorber 10 millones de visitantes anuales mientras actualmente rasca el millón y medio, si dejamos de contar a los vecinos irregulares como "turistas".
Reconstruir Panamá La Vieja, en víspera de 500 años de acelerado abandono, en la majestuosidad de su gloria como primera ciudad colonial del Pacífico del continente, con un hechicero cuento que narrarle al visitante, sería un paso en firme para aumentar las escuálidas cifras de ocupación hotelera capitalina.
Y por ahí nos vamos.
Sumando el íntegro trazado del Camino Real hasta Portobelo, ese peregrinaje en la Ruta del Oro duplicaría solito nuestro turismo actual.
De eso trata todo, la gente no escoge ruinas como sitios de visita.
Los europeos lo tienen bien claro.
Nos obligan a caminar con sabor.
Oxidadas piernas continúan su camino, adoloridas pero saboreando intensamente cada detalle, recibidas en cada estancia, restaurante o sitio de ventas por amables interlocutores, hermanados en calidad de servicios y afables sonrisas.
Así, a paso de camellos, infatigables, cada día con más ánimo conocemos los recovecos del Viejo Continente.
¿Cuándo llegaremos a lo mismo en nuestro amado Panamá?
Líder empresarial.
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