Pandemia: circo romano y población no culpable
- Silvio Guerra Morales
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- opinion@epasa.com
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El desánimo y las malas noticias se han apoderado de la humanidad como si un gran manto de tinieblas y obscuridad se cierne sobre la población entera, a nivel mundial. Hemos olvidado las buenas noticias, las de siempre: Tenemos vida y salud, el pan aun no nos ha escaseado. Suenan las trompetas del amor y las sonrisas aun se dibujan en las inocentes personitas que están en nuestros hogares, los pequeños, los niños. La humanidad del mañana. Los productores del futuro inmediato. Aun los jefes o gobernantes de las naciones se han hecho eco de este coro de frustraciones y desalientos. Pocos son o han sido los que han salido a dar buenas nuevas a la población.
En el caso panameño, aun las propias autoridades, las jerarcas, cada vez que se asoman a los medios es para proyectar un discurso de desánimo y desaliento. Amenazas de encierros, augurios de tiempos malos que se avecinan, gente que se nos muere a diario, frustraciones, una economía en decadencia, etc., dan muestras de un discurso que ha fallado.
A la población se le censura que no coopera, que es partícipe de una ola de contagios y, entre nuestra gente, son los jóvenes a quienes se les factura ese contagio que, en los últimos días, ha venido incrementándose. Mucho se condena a la población de que no coopera. Se requiere un mínimo de conocimiento de la sociología, y en esta de la psicología social, del comportamiento de los grupos sociales, de los grupos primarios y secundarios en las comunidades, conocimiento de la idiosincrasia de un pueblo, de sus manifestaciones populares, análisis profundo de la interacción social, etc., para poder siquiera, en lo poco, comprender a nuestra población. Ojo, nadie justifica un comportamiento desorbitado o irresponsable, pero, lo que quiero indicar no es otra cosa que reina más la condena, el castigo, la censura, que un llamado cariñoso y noble a la responsabilidad social. Los pueblos tienen, en todas partes, sus formas propias de expresarse. Somos seres pensantes, inteligentes, y cuando se nos habla con respeto y cariño solemos inclinarnos a la reflexión, al catamiento de las normas. Es inevitable. Claro, se recurre a la solución perversa del encierro, de las privaciones, como método supuestamente viable y positivo para enfrentar esas manifestaciones sociales o populares; reuniones, agasajos, festividades, cumpleaños y, ahora, la festividad cristiana de la Natividad del Señor y de fin de año, también objeto de restricciones.
Se ha dicho que en lo que fueron los días finales de noviembre y lo que va de diciembre, hemos tenido mayor cantidad de contagios a los que se presentaron para los meses del encierro duro y perverso, esto fue en los meses de abril, mayo y junio, todo lo cual vino a acreditar o a probar que se trató de un encierro injusto, copiado de lo que en otros países se hacía, siguiendo, sin cuestionamiento alguno, los dictámenes de la OMS y la OPS, y no tuvimos la capacidad ni la determinación como país soberano –cuestión que tocaba al Gobierno y al Ministro de Salud- de adoptar nuestras propias decisiones para tratar o lidiar con la pandemia.
Socialmente, hemos sido condenados como "Mal portados". No lo acepto. El pueblo no es el autor de los platos rotos. La realidad pone de manifiesto que mientras más nos coartan y restringen nuestros derechos civiles, humanos, como ciudadanos, más espacio y tiempo tienen los que gobiernan para, bajo el argumento de "emergencia nacional", se siga haciendo uso despiadado de los recursos y dineros del Estado, de todos los panameños. Sin embargo, ahora se le quiere hacer responsable de los platos rotos a nuestra población, y, entre ella, a los siempre marginados: los que disipan sus penas y pesares en una festividad de jolgorio en donde reina la cerveza, el licor y quién sabe qué más. Pero nada dicen del gobierno, el cual ordenó levantar una de las primeras restricciones: La ley seca, y así le dimos a nuestros pobres: licor, pan y vino y el circo continuó. Ahora, estando el circo en pleno auge, decimos que la población es irresponsable. Vaya manera de ofender nuestra inteligencia. Como las cosas se les han salido de las manos, la solución sigue siendo el encierro y hasta hay quienes piden cuarentena absoluta.
Insisto: El encierro o la cuarentena sea para el contagiado. Para el contagiado que sea bien atendido y asistido oportunamente. Mucha gente se nos muere por negligencia en la atención oportuna. Dejen a la población sana trabajar, producir. Demandamos suprimir las prohibiciones injustas e ilegales. Orandum est ut sit mens sana in corpore sano: Oremos por una mente sana en cuerpo sano. ¡Dios bendiga a la Patria!
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