Oslo, capital del reinado de Noruega
- Jaime Figueroa Navarro
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Tierra de valientes marinos, los fornidos Vikingos tomaron posesión de las costas al oeste de la península escandinava al extremo norte de Europa, incursionando el globo por más de 2 siglos, iniciando en el año 793 d.C. con la conquista de Lindisfarne en Inglaterra, trasladándoles a bordo de sus drakkar, expeditas embarcaciones, a lo largo del mar Báltico, adentrando los ríos rusos hacia el mar Negro y el mar Caspio, hasta Bizancio y el califato de Bagdad hacia el este, convirtiéndose en los primeros Europeos en incursionar rumbo oeste, topando el explorador Leif Erikson hacia el año 1000 las costas de Groenlandia y Norteamérica, 500 años anterior a Cristóbal Colón.
Desde aquellos remotos tiempos del rey Vikingo Harald (850-932) a la fecha, bajo la figura del rey Harald V, Noruega ha mantenido íntegro su reinado milenario, siendo uno de los 12 países fundadores de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949, organismo que actualmente goza de una membresía de 32 países.
A pesar de su notorio origen guerrero, hoy en día Oslo es la sede del premio Nobel de la Paz, siendo Estocolmo, la capital sueca, el sitial de los premios Nobel en otras disciplinas. Y ese concepto de paz es lo que se respira al visitar la urbe, repleta de refinamientos que enuncian su legado universal.
Uno de sus principales hitos es el parque de Vigeland de 52 hectáreas de extensión, donde se exponen un conjunto de 58 estatuas del afamado escultor noruego Gustav Vigeland, cinceladas desde 1926, hasta 1942.
Este amasijo de esculturas manifiesta los quehaceres de la vida, resaltando momentos precisos como el nacimiento, la infancia, la adolescencia, el primer amor, la madurez, los hijos, la familia, la vejez y la muerte, culminando con un Monolito de granito, elevándose sobre una plataforma octogonal escalonada de 17 metros de altura, esculpido con 121 figuras humanas desnudas y entrelazadas. Fertilísimo alimento como ninguna otra manifestación humana en el globo que bien resalta los hitos de nuestra existencia.
La fusión de diseños arquitectónicos modernos e históricos no dejan de sorprender al visitante, donde se puede caminar sobre el tejado del edificio de la Ópera ubicado a la derecha del puerto, cuyo exterior anguloso en blanco parece surgir del agua, a través de cuyos ciclópeos ventanales a ras del suelo permiten los ensayos o actividades que se desarrollan en los talleres a su interior.
Otro lunar que hace honra a sus orígenes marinos es el museo Kon Tiki, basado en el libro clásico publicado en 1948, lectura obligatoria bajo la tutela del Padre Edward, nuestro exigente profesor de inglés, mentor dotado de mente extraordinariamente sabia, en el listado de libros a leer durante las vacaciones de verano de 1967 en el venerable plantel de Assumption Prep en Worcester, estado de Massachusetts. Todo ello con preámbulo un viaje de dos semanas a lo largo del río Allagash, iniciando en Fort Kent, Maine aledaño a la frontera canadiense.
Thor Heyerdahl, visionario geógrafo noruego decidió probar su teoría que indígenas sudamericanos habían sido los primeros en navegar a las islas del Pacífico, liderando una expedición en 1947 de 101 días de duración que le trasladó en compañía de 5 aventureros noruegos a bordo de una balsa de madera a lo largo del océano Pacífico, 8,000 kilómetros desde Perú hasta la Polinesia. Bautizada Kon Tiki, en honor al dios organizador del mundo andino Viracocha, el legado del museo bien espeja el extraordinario espíritu noruego, exitosamente inyectando al visitante con ese ingenio tan típico de sus habitantes. ¡Bien nutre el alma la visita a Oslo para zambullirse en su indeleble tatuaje!
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