Odorico Tartaglia y el Franciscanismo Primaveral
El Seráfico Padre reciba tu alma y la presente aquilitada, como oro precioso, ante quien pedirá cuentas no por sabios y abstrusos pensamientos o grandes empresas realizadas, sino por haber alimentado al hambriento, dado agua al sediento, vestido al desnudo y visitado al preso.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 02/4/2021 - 12:00 am
No se deberá olvidar la labor educativa del Reverendo Padre Odorico Tartaglia –que sin ser nunca docente ni profesor- fue ejercida sobre esa dimensión más honda de la palabra maestro: el consejo y soporte moral a la Escuela Parroquial Pío XII –fermento de cristiandad- desde 1955, y de las que son hijos espirituales muchísimas generaciones de hombres y mujeres de bien en Boquete.
Esa escuela, atendida primero por las Hermanas Francisanas de la Inmaculada (otra vez María en el aderezo franciscano), luego se convertiría en un Colegio completo hasta el Bachillerato. La original Escuela Parroquial y de este último colegio son parte del patrimonio intelectual de Boquete y sus frutos han sido más que óptimos, no sólo por el número de profesionales y técnicos en los que se han convertido sus egresados, sino por la simiente ética del carisma franciscano, cuya nota primaria siempre ha sido, no tanto de excelencia intelectual –que sí tiene, sin duda-, como el hondo compromiso ético.
Algo semejante sucedió con el Hogar y Colegio San Francisco, en David, donde el binomio Pomponio-Tartaglia se desplegó en sucesivas direcciones y rectorados, procurando siempre no perder la esencia del carisma franciscano en Educación, preocupado en formar buenos cristianos y buenos ciudadanos, en ese orden, al par que se coliga con la formación propiamente académica.
Finalmente, y en sus últimas décadas de vida activa, tocó a Odorico vivir la constitución de la Nueva Provincia Franciscana de la que Boquete y naturalmente la República de Panamá forman parte.
Recordemos que el 6 de junio de 1987, la Orden Franciscana, bajo la autoridad de Fr. Jon Vaugh, Ministro General, erigió en Centroamérica y Panamá la nueva provincia franciscana bajo el nombre y cuidado de Nuestra Señora de Guadalupe, la cual siguió rigiéndose por los documentos elaborados durante el período que la orden funcionaba como Vicaría en esta parte del mundo. Esta provincia cuenta con casi 360 hermanos, de los cuales 155 hermanos de profesión solemne y un obispo, distribuidos en 50 fraternidades. De esa familia formó parte Odorico Tartaglia.
La erección de una nueva provincia “Nuestra Señora de Guadalupe”, de la Ordo Fratum Minorum, la muy Venerable TOF, implicó para el Padre Odorico involucrarse íntimamente en un complejo proceso, donde tres fueron los grandes temas: la identidad (pues se quería que la provincia en América Central alcanzara un rostro propio), la integración (por ser una provincia novel), pero sobre todo, alcanzar una mística propia (“un franciscanismo primaveral” en América Central que pudiera servir de modelo a otras provincias en decadencia por la crisis de vocaciones y a toda la Orden...) (veáse: https://www.ofm-ca.com/la-provincia).
Obviamente para este ítalo-boqueteño, tales cambios supusieron un reto del que emergió fortalecido por una estrategia personal: la oración diaria. Identidad, pues era dejar la primacía de la provincia italiana sobre Centroamérica en sus manifestaciones panameñas finiseculares del que él fue connotado arquitecto.
La integración, pues la composición demográfica de la orden y sus mecanismos de gobierno expresan una Centroamérica pujante y raizal, de ser en medio de conflictos violentos; y, lo que a nuestro juicio,es la llave maestra, pues apunta a unos valores mucho más permanentes y universales, esto es, la mística, la Primavera Franciscana, pues tienen en la vida y quehacer de Francisco de Asís un anclaje perenne y superior.
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Por ello, tras su aparatoso accidente de tránsito, y la inexorable llegada de los años, Oderico fue re-inventándose sin dejar su esencia. Encontró en el diario ejercicio del Sacramento del Perdón y la Reconciliación, una manera de seguir su vocación misionera, esta vez, en un plano mucho más personal y hondo, como saben bien los innumerables penitentes que acudían a las puertas del confesionario, donde el viejo león restañaba las almas.
Quede aquí el esbozo de mi acercamiento agradecido de un alma grande; un ser humano de una sola pieza; recio, fuerte, pero hijo, al fin, del tumultuoso y diverso mundo de la segunda mitad del siglo XX (de los pontificados de Pío XII a Francisco I). Fui su monaguillo durante años. Me formé bajo su égida, en la de Pío XII, con maestras venidas de Suiza que me enseñaron cosas maravillosas.
Así pues, dejo este testimonio de cariño filial, de quien sin compartir todas sus creencias y modos de creer, sabe de su humanidad y agradece su legado como pastor de mi pueblo natal, enclavado en las altas montañas, y cuyo clima y belleza tal vez hiciera que amáramos con fruición este valle inigualable.
Descansa en paz, hermano Odorico. El Seráfico Padre reciba tu alma y la presente aquilitada, como oro precioso, ante quien pedirá cuentas no por sabios y abstrusos pensamientos o grandes empresas realizadas, sino por haber alimentado al hambriento, dado agua al sediento, vestido al desnudo y visitado al preso.
Docente universitario.
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