Análisis
Nuestro oro: nuestra fe
Allí, en los hogares de nuestra gente pobre, recordando la festividad del Dios hecho hombre, la Navidad se ha de comer a la desesperanza o si no la esperanza matará a quien la pierda o a quien ya no la tenga. Que no se pierda la fe, que no se pierda nunca la esperanza.
- Silvio Guerra Morales
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- - Publicado: 21/12/2018 - 12:00 am
La Navidad siempre sea y contenga un mensaje de esperanza, de mejores días para nuestro pueblo, nuestra gente.
¿Qué habría que decirle al pueblo panameño cuando quedan pocos días para que culmine el año 2018 y próximos inmediatos a celebrar la Natividad del Señor Jesús?
Las frases usuales: "Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo"; "Muchas felicidades en el nuevo año"; "Dios les bendiga en el año 2019": son algunas de las expresiones que se dicen con entusiasmo, fe, esperanza y alegría deseando con sinceridad que al destinatario de ellas, efectivamente, le vaya mejor.
Sin embargo, aún recuerdo con cierta nostalgia y tristeza aquellos años de la infancia en los que nos encontrábamos carentes de todo, pobres en lo material, pero siempre millonarios en sentimientos y mucho cariño.
Cuando llegaban estos días, sabíamos que nos teníamos que alegrar porque había llegado la Navidad y ello significaba, aún significa, una festividad grandiosa que el mundo entero de la cristiandad rememora con mucha pasión y fe.
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Pero el desconcierto, la incertidumbre, la esperanza nublada por el mañana no dejaba de marcar sus huellas en nuestros mustios rostros y por qué no confesarlo, también había algún deje de melancolía porque para los pobres el mañana siempre se presenta dudoso, lleno de espejismos que engañan y hasta embrutecen.
Allí en muchos hogares pobres la Navidad acurruca la esperanza, pero en no pocos hogares de los ricos la esperanza envuelve a la Navidad haciendo de ella una festividad más en donde una lluvia de regalos o de presentes concluirá con el jolgorio de la fiesta del niño Dios.
Allí, en los hogares de nuestra gente pobre, recordando la festividad del Dios hecho hombre, la Navidad se ha de comer a la desesperanza o si no la esperanza matará a quien la pierda o a quien ya no la tenga.
De eso se trata, que la Navidad siempre sea y contenga un mensaje de esperanza, de mejores días para nuestro pueblo, nuestra gente.
Que no se pierda la fe, que no se pierda nunca la esperanza.
La esperanza de mejores días, de mejores momentos: que el país tenga bien claro que mientras haya fe, siempre habrá esperanza, pero si la esperanza muere de nada vale la fe.
Es la fe la que sostiene a la esperanza y por ella nos mantenemos vivos y activos, vigilantes cuales atalayas de un mejor mañana para nuestra gente.
Sobre este tema es que debemos insistir en las celebraciones de fin de año: Un pueblo unido que tiene fe, que lo mueve la esperanza de cambios positivos para bien de todos.
Y la fe no es irracional, la fe no es muerta; la fe vive, hace que vivamos.
La fe vivifica y no se identifica con la inercia o la inactividad.
La fe despierta el alma, activa los espíritus.
La fe alienta, fortifica a los hombres y les devuelve la vida: una vida promisoria, una vida de visión y de motivaciones.
La fe alienta, fortifica los hombres y nos permite ver la tierra de Canaán allí en donde otros ven el valle de la derrota o de la muerte.
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El hombre o la mujer sin fe, tristes seres, cosechan la derrota antes del éxito; mastican el fracaso antes del triunfo; ven la muerte antes que la vida; dejan caer los brazos antes de sostenerlos y mantenerlos arriba; permanecen impávidos, inermes, antes de dar un paso; no golpean el desacierto y la miseria, se dejan golpear por ellos; no alientan, desalientan; no inspiran, sino que siembran la perversa semilla de la discordia y el desánimo.
No se trata de ser optimistas.
No, no hablo de eso. Hablo de la fe: este pueblo necesita una inyección de fe.
Fe en sí mismos, fe en los demás, fe para construir y edificar.
Fe para enrumbar a la patria por los caminos fecundos del progreso y el desarrollo.
Fe para compartir y fe para amar.
Fe para unificar y fe para consolidar.
Sí, sin duda alguna que necesitamos de la fe: Monosílabo todopoderoso que mueve a la voluntad más decaída y que levanta al paralítico de esperanza.
Dos letras que juntas paralizan o mueven al mundo.
Por la fe, como dice la Santa Palabra, los grandes hombres de la fe se mantuvieron firmes como viendo, cara a cara, al mismo e invisible Dios, pero manifiestamente visible a través de su hermosa creación.
A nuestro país, a nuestra gente: ¡Vamos Panamá, vamos hacia delante!
Ya no más desesperanzas, sí más entusiasmo, más empuje, juntos podemos lograr que Panamá sea nuestra tacita de oro: el oro de la fe que nos ha sostenido durante décadas, desde antes que fundáramos la patria. ¡Feliz Navidad!!!
Abogado.
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