Historias
No soporto más esta carga
- Bernardina Moore [email protected]
Pasaron los días y Agustín fue mejorando y no sospechaba para nada lo que su madre padecía a pesar del esfuerzo que ella hacía para ocultarlo. Pasaron los meses y la madre iba consumiéndose lentamente como una vela que se apaga.
Agustín no lloró por la muerte de su madre sino por el sacrifico que hizo por él.
Espere estar bien borrachita de sueño para dormir parejo pero, de pronto, ahí estaba la imagen de un hombre frente a mí sin cabello llorando y me dijo: "ya no aguanto más esto" y ahí quedó congelado frente a mí.
Al despertar, ahí estaba la imagen en mi mente mirándome igual que cuando dormía.
Solo comenté: ¡Santo Dios!
Pasados unos minutos empecé a escribir.
Les comparto.
Lo llamaré Agustín, tendría como unos treinta años, más o menos, ni un pelo en la cabeza, guapo, algo así como un Kojak, ¿recuerdan el artista?
Era un prestigioso abogado, vivía con sus padres ya que era hijo único y no quería dejarlos solos al menos no por el momento.
No siempre fue calvo, al contrario, era de abundante cabellera algo castaño medio ondulado.
Su vida se desarrollaba normalmente, no era de mucha vida bohemia pero de vez en cuando compartía una noche con sus amigos más allegados.
La rutina de su vida se vio interrumpida por un acontecimiento que la marcaría para siempre.
Un día sintió un extraño dolor en el estómago y como hacen la mayoría decidió que era por algo que había comido y se automedicó un calmante y al sentirse mejor no le prestó más atención al malestar, y siguió su rutina diaria hasta que un día el dolor le pegó tan fuerte que de la oficina lo llevaron de urgencia para un nosocomio, pidió que por el momento no le avisaran a sus padres para no preocuparlos.
Exámenes vienen y exámenes van.
Al terminar, el médico decidió que era necesario avisar a los padres antes de dar el diagnóstico porque era conocido de la familia, por eso consideró esa opción.
Cuando los padres llegaron, el Dr. les informó que Agustín padecía de un problema en el páncreas y sospechaba que era cáncer por eso iba a consultar con un oncólogo para que le hicieran una biopsia, pero que todavía no le habían dicho nada.
Esa noticia los afectó mucho, sobre todo a la madre, que rompió en llanto.
El Dr. le dijo que hasta no tener el resultado de la biopsia no le informarán nada a Agustín.
Pasaron a verlo y se extrañó que estuvieran ahí, luego de explicarle que un compañero les avisó se tranquilizó.
El Dr. dijo que después de hacerle la biopsia se podía ir.
El no le prestó mucha atención a lo de la biopsia, creyendo que era algún examen como cualquier otro.
Pasado ese incidente, reanudó su rutina de trabajo con unos medicamentos que le habían recetado por el momento.
A los días el Dr. citó a los tres a su consultorio cosa que extrañó a Agustín, pero tratándose del médico atendieron la cita.
El galeno les dijo: en casos como este no conviene dorar la píldora porque después las consecuencias son fatales, por eso Agustín, muy a mi pesar, te informo delante de tus padres que tus dolores se deben a un cáncer de páncreas en fase inicial, o sea que fue descubierto a tiempo, y con el tratamiento, en muchos casos, ha desaparecido porque este tipo de cáncer es agresivo y hay que tratarlo enseguida. Lo siento.
Cuando el médico terminó, Agustín miró a sus padres con una intensa mirada difícil de definir y ellos a su vez lo miraron con inmenso amor, él reaccionando de manera que dejó a todos extrañados: No, no, nada de lástima por favor, él no ha dicho que me voy a morir, al contrario, nos dio esperanzas, así que cuanto antes empiece el tratamiento mejor será.
Los padres estaban admirados con lo que estaban viendo y oyendo y ahogaron su dolor en una fingida sonrisa diciendo: Tienes razón hijo, empecemos cuanto antes.
Y los tres se abrazaron conmovidos, el médico observó la escena con los ojos mojados.
A los días empezó la quimioterapia y Agustín perdió su hermosa cabellera, como todos los pacientes no toleran los tratamientos de la misma manera, Agustín no pudo más y un día explotó y dijo a sus padres: Lo siento pero no puedo más, esto no es para mí, cada día me siento peor, no soporto más está carga, fue lo que dijo frente a mí.
La madre, sin que nadie lo supiera, suplicaba de rodillas por la salud de su hijo y hacía una petición privada al Señor.
Un día, mientras desayunaba, cayó desmayada y fue llevada de urgencia.
Llamaron al médico de la familia y al hacerle unos análisis descubrió que padecía lo mismo que su hijo, pero estaba más avanzado, lo que complicaba las cosas, no obstante trataría que tuviera una mejor calidad de vida con los tratamientos.
Ella le pidió lo siguiente: le voy a suplicar encarecidamente que no le diga a mi hijo lo que tengo y no me administre quimioterapia para no perder el cabello, deme cualquier analgésico para el dolor y ya, yo sabré con la ayuda de Dios lidiar con esto.
Pasaron los días y Agustín fue mejorando y no sospechaba para nada lo que su madre padecía a pesar del esfuerzo que ella hacía para ocultarlo.
Pasaron los meses y la madre iba consumiéndose lentamente como una vela que se apaga.
En su lecho de muerte dijo a su querido hijo: Agustín, le doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de haberte dado nuevamente a luz.
Y cerró sus ojos.
Cuando Agustín leyó el informe de la causa de muerte de su madre, no lloró por su muerte sino por el gran sacrificio que hizo por él.
¡Wao! ¡Increíble!
Escritora.
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