Análisis
No hay nada que hacer
...andamos con Blanca Nieves y los 7 enanitos, construyendo hoteles sin tregua para después quebrarles por falta de ocupación, sin una visión fija ni menos un plan que le apoye ni un capitán que le timonee. Mucho apesadumbra, como una daga en el mero centro del palpitante corazón, que un visitante que ama a Panamá te diga que "no hay nada que hacer".
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 18/8/2018 - 12:00 am
Intransitables tramos y la cochina basura, espejo de nuestra personalidad, yace allí.
Con ásperos cambios de planes, en lugar de esperar el anhelado arribo de Marco desde Italia para juntos disfrutar una agustina holganza veraniega, camino a Tocumen entre la llovizna tropical y el terco y melodioso zigzagueo del limpiaparabrisas, con tono fúnebre, harto púdico, Luciana nos proclamó su desencanto, hartazgo, desilusión con Panamá: "No hay nada que hacer".
Posterior a la luna de miel, extendida más allá de una década, que les llevó a invertir una substancial suma en la adquisición de un precioso departamento frente a la mar en el área más exclusiva de la capital istmeña, nos abandonan y me consta, posterior a tratar y tratar de manipular, de revivir ese pútrido cadáver en que se ha convertido el turismo istmeño. Mientras oscuros, draculentos personajes se apoderan de los titulares con falsas ofrendas, cual Transilvania tropical, típicas promesas de muy corruptos, peligrosos personajes, enmascarados políticos en tiempo de imperiosos cambios, a la Trump, remozando tasas impositivas dizque para mejorar la calidad de vida del ciudadano común, de ese harapiento pueblo ya harto de mentiras. ¿Cómo entonces pagamos las obras?
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Más importante aún, para ellos, las jugosas coimas.
El engaño, ya no tan maquiavélico por el vacuo repertorio de sus intérpretes, no llega no cala, después de la desilusión de más corrupción, peor aún, cortejada por una perezosa, repulsiva ineptitud que asquea el bienvenido cierre del telón de la bufa comedia.
¡Quiero que comprendas la burla! Solo así podrás cambiar.
Algo como romper un noviazgo de conveniencia, con lo primero que topaste porque ninguna otra opción había, que no va hacia ningún lado por más que te empeñes y lo reemplaces con amor del puro, ese que es para siempre, el que se renueva con el amanecer de cada día, el que eleva el palpitar del corazón en crescendo, el que te obliga a tararear una permanente canción embebido en hormonas mentales, ese, el de Romeo y Julieta en Verona.
Simplemente, no hemos actuado, no hemos resuelto en tema de turismo.
Esto va mucho más allá del fondo de inversión porque por más publicidad que plasmes en periódicos, televisión y otros medios resulta más importante en la selección de destinos la opinión de viajeros, termómetro vigente en TripAdvisor y otros importantes sitios.
Puedes hablar misa de lo lindo que es tu establecimiento, pero si la opinión de los turistas indica que es una bazofia, nadie irá a visitarle.
Temas tan importantes como el centro de convenciones de Amador, se han quedado en Babia por ser "algo que trabajó el gobierno anterior".
Atrasado, sin pena ni remordimiento.
Algunas avenidas han sido remozadas, pero se nos olvidó el desagüe. Y la basura, cochina basura, espejo de nuestra personalidad, yace allí, tanto en esas nuevas avenidas como a lo largo y ancho de la vía Interamericana, peor aún en el intransitable tramo entre Mañanitas y Portobelo.
Mientras tanto, el presidente electo de México, Andrés López Obrador, un personaje dizque peligroso, acompañado de un pueblo con harta visión de turismo, vapuleado por Trump y su Muro, anuncia la construcción del Tren Maya, una vía férrea de 1,500 kilómetros, que busca impulsar el turismo en el sudeste azteca, una de las regiones económicamente más golpeadas del país.
Para financiar el programa se utilizarán fondos que se recaudan con impuestos al turismo y como estos no son suficientes se hará una convocatoria para la formación de una sociedad privada.
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¡Estos mexicanos sí saben del tema! Comprenden, saborean que el turismo es vital para maximizar su emprendimiento.
Por eso gozan de más de 40 millones de visitantes anuales, ubicándose como séptimo destino mundial, mientras aquí andamos con Blanca Nieves y los 7 enanitos, construyendo hoteles sin tregua para después quebrarles por falta de ocupación, sin una visión fija ni menos un plan que le apoye ni un capitán que le timonee. Cada uno de nosotros es responsable por lo que expresa, o no expresa. Mucho apesadumbra, como una daga en el mero centro del palpitante corazón, que un visitante que ama a Panamá te diga que "no hay nada que hacer".
No puedo callar, porque nuestro cobarde silencio también otorga.
Líder empresarial
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