Nuestro planeta
Mundo compartido
¿Cómo contribuimos hacia nuestra comunidad, hacia nuestro planeta? ¿Damos ejemplo de valores morales o los destruimos?
Nuestro planeta
¿Cómo contribuimos hacia nuestra comunidad, hacia nuestro planeta? ¿Damos ejemplo de valores morales o los destruimos?
Nuestro planeta nos reclama a diario su sentir. Con nuestra indiferencia, día a día lo estamos destruyendo. Foto: Archivo. Epasa.
Gran vacío se siente entre el ayer, hoy y mañana. Millones de años han pasado desde que pequeñas tribus disfrutaban de una naturaleza limpia, y, aunque tenían los mismos o aún mayores retos que hoy en día, pues solamente contaban con piedras, fuego y lo que la naturaleza podía proveer para su subsistencia, vivían compartiendo todo, en unión y alegría.
Hoy, en día, en este mundo tan convulsionado moderno, que el fuego tiene otro significado muy distinto, pues es el fuego de la desunión, del egoísmo, de la total ignorancia y carencia de valores morales y familiares, tenemos un Papa, acompañado de otros eruditos que, si bien pertenecen a otras denominaciones religiosas, nos vienen a recordar, en la Encíclica “Todos somos Hermanos”, que existe un mundo mejor.
Un mundo que podemos compartir sin rencores, sin egoísmo, con alegría, e inspirados por un Dios que nos guía y acoge a todos aquellos que desean la paz, el perdón y una mejor calidad de vida, en armonía con el medioambiente, valores humanos que van acorde con la naturaleza.
Ahora, analizando profundamente, vemos cada día más deterioro en temas como ¿cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos hacia los adultos mayores, los acogemos con amor o los excluimos como non gratos?
¿Cómo contribuimos hacia nuestra comunidad, hacia nuestro planeta? ¿Damos ejemplo de valores morales o los destruimos?
¿Cuál es nuestra meta? ¿Cuál es nuestra guía? ¿Será que no tenemos la suficiente energía solidaria para compartir? ¿Será que nuestro egoísmo es tan grande que no nos deja visualizar otro panorama que el nuestro, donde no hay cabida para compartir y enseñar a las futuras generaciones y dejar nuestro legado de amor y paz?
¿En eso nos hemos convertido, en seres robots que no pensamos, no reaccionamos, y ni siquiera nos importa que nuestros niños aprendan aquellos valores de antaño, que nuestros adultos mayores añoran y resaltan con su ejemplo?
Defendamos con valentía leyes que atenten contra nuestros principios morales y familiares. Argumentos que atenten contra nuestra naturaleza y adultos mayores.
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Ni qué decir de nuestro planeta, que nos reclama a diario su sentir, que con nuestra indiferencia, día a día lo estamos destruyendo.
Abramos los ojos y concentrémonos en lo importante, y preguntémonos muy a conciencia: ¿Cuál es mi meta, cuál es la finalidad de mi existencia? ¿Me conformo con asumir mi papel de pasivo, y con que los demás lo hagan o vamos a tomar conciencia activa y dejar nuestro legado a futuras generaciones?
Tenemos el reto de reciclar, de proteger a los adultos mayores, de tomar conciencia y proteger nuestro medio ambiente, de resaltar valores morales y resistirnos a lo que nuestra conciencia nos impide aceptar, a colaborar más en proyectos de responsabilidad social.
En definitiva, a poner nuestro granito de arena por un bien común, como lo hicieron nuestros antepasados, o seguiremos nuestra indiferencia antes tanto deterioro?
Estamos hablando de nuestros hijos y nietos.
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De aquellas generaciones futuras que no tienen la culpa de las decisiones que tomamos hoy, porque, si nos equivocamos, y no hacemos nada, la humanidad nos los reclamará.
Tendremos la valentía de mirarnos al espejo, y decir “soy culpable”, o tendremos la satisfacción de decir “hice algo por la humanidad”.
Jubilada.
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