Anécdotas
Mr. Kidd y la Radio Estación de Darién
- Stanley Heckadon-Moreno * (opinion@epasa.com)
Desde 1926, los naturalistas que se apeaban en la estación del tren en Frijoles para tomar lancha hacia la estación científica de la isla de Barro Colorado,
Desde 1926, los naturalistas que se apeaban en la estación del tren en Frijoles para tomar lancha hacia la estación científica de la isla de Barro Colorado, conocían a Mr. Kidd. Oscar Dean Kidd nació en Jamaica, 1907. Vino al Istmo, 1909, al ser su padre contratado como obrero del canal. Terminada la vía se mudan a Nueva Providencia, caserío a la vera del nuevo lago Gatún. Fue lanchero cuando el auge del banano en Gatún, marinero en vapores ingleses y taxista. Pero pasó la mayor parte de su vida en Frijoles dedicado a la agricultura, la pesca y a trabajos eventuales. Uno de ellos, la construcción de las enormes torres de la Darien Radio Naval Station.
En los anales de las radiocomunicaciones inalámbricas del siglo pasado, la Estación de Radio en Darién, a la vera del canal, equidistante entre ambos mares, tiene sitial de honor. En 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, para defender el Canal y comunicarse con naves de guerra en altamar y bases navales alrededor del mundo era imperativo una red de radio estaciones inalámbricas. Darién fue la pionera de lo que sería la red inalámbrica más poderosa del mundo. Sus 100 kilovatios de potencia y tecnología de tubos le daban un poder de trasmisión y recepción sin precedentes. Tecnología luego usada al construirse las estaciones de radio en Hawaii, Filipinas, Samoa, Guam y San Diego. Casi todos los obreros de la torre de Darién fueron de Jamaica y Barbados. Inaugurada en 1915, la estación tendría un papel clave en la Primera Guerra Mundial, luego en las operaciones de los marines contra las guerrillas del general César Augusto Sandino en Nicaragua.
Al enterarse el capataz de las obras en Darién que Oscar Dean sabía manejar dinero y hasta había ido a un banco, le encomienda ir en tren a Colón y cambiar en el banco los cheques de los obreros de la Radio Estación Naval de Darién. Así narra Mr Kidd su viaje a Colón en el Ferrocarril de Panamá, estrictamente segregado.
Cuando eres negro no te metías en el vagón de primera clase del Ferrocarril de Panamá. Mi jefe me dijo que una vez cambiaba los cheques y tenía la plata fuera al Hotel Washington. En esos días tenían un carrito de rieles especial. Le llamaban el Carro del Gobernador de la Zona. Tenía motor diésel, era hermoso. Fui al banco y presenté mis credenciales. No tuve problemas al cambiar los cheques. Me dieron hasta el último centavo. Con esos dos sacos de lona del Chase National Bank caminé de calle 11 y la Bolívar hasta el Washington. Eso no me atrevería a hacerlo hoy. Fui al Washington a tomar este carro para regresar a Darién y que le pagaran a tiempo a los hombres para que se fueran a casa al mediodía.
Llegué al Washington a tomar el motocarro. El conductor estaba en su puesto y varios pasajeros a bordo. Me dice '¡Tú simplemente no puedes montarte en este carro!'. Uno de los pasajeros del carro me preguntó: '¿Qué haces tú con eso?'. Dije: 'Es el pago para la gente en Darién'. Dijeron: '¡Dios mío, eso está a millas de aquí!'. Los pasajeros trataron de convencer al conductor. Este me gritó: '¡Lárgate! ¡Ni te me acerques! Y me correteó'. En eso aparece un policía. 'Muchacho, ¿a dónde vas?'. Le dije: 'Voy a la Estación Naval de Darién'. Me dice: '¿Qué llevas ahí?'. Dije: 'La planilla para los hombres que trabajan en Darién'. El policía llamó a la policía del Canal. En eso veo venir dos carros de la estación de policía con un teniente. Y obligan al conductor a llevarme. Él les dijo: 'La próxima vez búsquenle otra forma para que regrese. Simplemente él no puede venir aquí adentro'. Así que me sentó afuera, en la escalinata del motorcar. Al llegar a Darién salté. Le dije a mi jefe, Mr. Keith Grunner, quien habló con el jefe de la marina, Mr McCrutcheon lo ocurrido. El dijo: 'Okay, la próxima vez que vas en el tren te vas a sentar conmigo adentro y a mi lado'. Y eso fue lo que hizo.
Como el día de pago era cada quince días, para el próximo pago los del ferrocarril estaban alerta y esperándome. El conductor me aguardaba para confrontarme. Pero dentro del vagón había un hombre del Navy sentado al lado de Mr. McCrucheon. En voz alta Mr. McCrucheon me dijo: ¡Muchacho, ven aquí! Ven y siéntate aquí, a mi lado. Justo aquí adentro. Y dile al conductor que pele el ojo porque a lo mejor mañana no tiene trabajo.
*(Antropólogo)
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