Mi señor, me sorprendes totalmente
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Sí mi Señor, me sorprendes totalmente. Tu donación plena, absoluta, hecha en el Calvario, porque así eres tú, pleno, absoluto como Dios. No hay en ti reserva alguna de amor, de sacrificio, de donación. No te has quedado nada para ti. Por eso te encantó el comportamiento de la anciana que dio las dos moneditas en el templo. Era todo lo que tenía para vivir ese día. En la cruz, colgado en ella y ya muerto, se derramaron dos gotas de sangre y agua; no había más en tu cuerpo. Todo lo diste. Todo te diste. Eso es el amor. Donación plena, total. Sin reservarte nada. Nosotros, egoístas como somos, nos damos y damos solo en la medida en que nos den, siempre quedándonos con algo de lo nuestro, y nada más entregando mientras el otro responda. Pero tú en la cruz diste tu vida entera a quienes no dábamos nada, o muy poco, los pecadores empedernidos, los de corazón de piedra, los que nos reservamos todo. Los que solo damos migajas, lo que nos sobra, como el rico del templo, que echó monedas valiosas, que hacían mucho ruido en la canasta, pero del dinero que le sobraba, para que lo vieran y lo aplaudieran.
Me sorprendes Señor porque tu amor es pleno, porque eres Dios hecho hombre, pero siempre Dios y en ti no puede darse nada a medias, de manera calculada, egoísta, poco a poco, de manera comercial, dando y recibiendo, buscando recompensas, ganancias en la inversión, dejando al otro en desventaja. No. En ti todo es puro, auténtico, cristalino, esencialmente bueno. Todos tus actos transparentan tu divinidad. Todo es don que se ofrece de manera absoluta, plena. Por eso te dejaste insultar, escupir, azotar, humillar, empujar, sujetar una cruz pesada, llevarla camino al Calvario, siendo ultrajado por la masa de gente manipulada, sedienta de sangre, el populacho, los mismos que habían comido de tu pan multiplicado, que vieron tus milagros, pero usados por el poder del maligno cambiaron la belleza del amor por lo horrible de la crueldad. Cambiaron la compasión por el sadismo, la ternura del ángel por el rugido del león depredador. Ellos te gritaron, te maldijeron, y los soldados romanos te empujaban violentamente llevándote al patíbulo. Y tú por amor ibas callado, orando por todos, repitiendo la frase: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". E ibas ofreciendo tu vida y sufrimientos por toda la humanidad, por nuestra salvación. Y moriste en la cruz por amor, sin dejarte nada para ti. Dándolo todo. Pero todo. Siempre me sorprendes Señor.
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