Cartas desde el frente europeo
Medallitas de plástico
... nuestra insaciable hambre por reivindicar derechos nos ha convertido en seres groseros, que piensan que la violencia es la única manera de llegar a un acuerdo y que las ideas contrarias son ataques directos a nuestra persona.
- Alonso Correa
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- - Publicado: 15/9/2020 - 12:00 am
Somos activistas, los pioneros en la lucha por las minorías, interesados en visibilizar el sufrimiento ajeno. La "generación Z, los nacidos entre 1994 y el 2010, enredados en la web. Foto: EFE.
El ser humano es amante de la categorización, adora el clasificar las cosas. Y es que la tarea de organizar facilita alcanzar el resto de metas en la vida de un individuo. Hemos llegado al punto de encasillar masas enormes de personas por el hecho de haber vivido en las mismas condiciones sociales, las conocidas "generaciones". De la que vamos a hablar ahora es de la que está entrando al mundo real, lejos del resguardo de sus hogares, la "generación Z", de la cual soy parte. El grupo de individuos nacidos entre 1994 y el 2010, los que hemos crecido siempre frente a una pantalla y enredados en la web.
Los centennials, como también se nos conoce, fuimos los que crecieron rodeados de halagos y premios, recibiendo aplausos solo por haberlo intentado, coronándonos campeones de la pretensión y colgándonos reconocimientos cual héroes de guerra. Y como los paladines del invento que somos, hemos tratado de esquivar las críticas con ensayos y publicaciones en nuestra mesa de debate, las redes sociales. Porque además de haber crecido siendo orbitados por todos nuestros mayores, hemos vivido alejados de cualquier historia que no sea la nuestra. Desconocemos a nuestros congéneres y pensamos que somos la cúspide de la evolución humana.
Gritamos que somos adaptables al cambio, que durante nuestra vida crecimos viendo el mundo evolucionar, vimos guerras empezar, ataques terroristas, crisis económicas y ahora una pandemia mundial. Y tan adaptables a los cambios somos que deseamos amoldar el mundo a nuestro parecer, nos rehusamos a acomodarnos a lo establecido y rompemos con los parámetros afincados. Porque así crecimos, amoldando todo a nuestro gusto, resolviendo cualquier contratiempo con un berrinche y obviando cualquier obstáculo que nos retenga.
Decimos que somos comunicadores, que al haber sido los primeros "nativos digitales", tenemos una tendencia a transmitir información. Y tan comunicadores somos que compartimos noticias sin verificar o información que solo corrobore nuestra forma de pensar, caemos en innumerables bulos y somos los responsables de arruinar vidas por difundir denuncias falsas. Porque somos la generación del "copy/paste", creemos que encontraremos todas las respuestas en la gran enciclopedia del Internet. Pero lo lamentable es que reina la ignorancia, a pesar de vivir rodeados de conocimiento.
Exponemos que somos activistas, los pioneros en la lucha por las minorías, las primeras personas que se han interesado en visibilizar el sufrimiento ajeno, pero al hacer esto demeritamos el trabajo que nos precede y borramos del recuerdo colectivo las miles de voces que gritaron antes que nosotros. Vivimos centrados en demostrar que eso que nos repetían cuando niños, el que éramos extraordinarios y unos genios en nuestras artes. Pero nuestra insaciable hambre por reivindicar derechos nos ha convertido en seres groseros, que piensan que la violencia es la única manera de llegar a un acuerdo y que las ideas contrarias son ataques directos a nuestra persona.
Pero se nos debe recordar que las medallitas de plástico no resuelven los problemas, por mucho que se celebren, las cosas no sucederán sin trabajo, que debemos dejar de lado el chovinismo generacional y el menosprecio al pensamiento que sea distinto. Y todo esto no son más que los síntomas de una adultez pueril, de una generación que apenas está entrando en la vida misma. Muchos aún no tienen un plan de vida estructurado y tratan de sobrepasar sus dudas con premios y festejos ficticios para tratar de acallar las voces de la incertidumbre y la inexperiencia. Y es por esto que gran parte del discurso que hoy braman se disuelve con los años. Porque lo bueno de la edad es que es la única enfermedad que se cura con el tiempo.
Estudiante panameño en España.
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