Los veteranos del Yates y Pesca
- Rolando Anguizola B.
El Club de Yates y Pesca de Panamá no vende pescado ni reparte dividendos. Somos un grupo de los más viejos miembros de esta organización, fundada en 1956. Por estatutos que son ley del club nos dedicamos al deporte marítimo, además tenemos como objeto defender y proteger el ecosistema de nuestro mar, con carácter altruista y sin fines de lucro.
Durante medio siglo hemos promovido el deporte de la pesca, el submarinismo y otras actividades similares, contribuyendo a la formación de nuestros hijos, nietos y demás familiares y amigos a quienes metemos en bolsillo roto por lo costoso de tener una lancha y porque el primer pez enganchado en la pesca es el dueño del yate. Nuestra labor social es reconocida en las islas y sin esperar recompensa, por décadas hemos acudido en auxilio de gente en emergencias marítimas cuando una patrullera al servicio del Estado no ha estado en las inmediaciones. No perseguimos medallas ni aplausos, estas labores benéficas nos corresponden por tener la suerte de compartir el mar con otros panameños menos afortunados. Además como recompensa, por nuestra confesada afición también nos toca una excelente cuota de placer porque en el mar la vida es más sabrosa.
El club no es de ángeles, sin embargo una cruel campaña pública ha teñido a miembros y familiares del mismo color con que pintan a los fatídicos buses diablos rojos. Los detractores no advierten ni aceptan ni dan valor al hecho que el sitio asignado por el Estado en el año 1958, era un paraje desolado que al cabo de 50 años se convirtió en la multimillonaria avenida Balboa. ¿Nuestro mayor pecado? El destino cruel decidió que el club estuviera al paso del proyecto de Cinta Costera, lo que trajo en consecuencia la desaparición del primer club. El antiguo Club de Yates y Pesca de Panamá fue arrasado por el Estado para construir la Cinta Costera, que hoy día bien sirve al pueblo panameño. En la destrucción del club se perdieron las edificaciones, instalaciones eléctricas y de agua, muros, rellenos, rampas, talleres, depósitos, etc., el duro trabajo e inversiones que hizo el club durante medio siglo de existencia.
Nuestra precaria posición del presente resulta envidiable y envidiada por gente que con todo gusto nos echaría a la porra para levantar una docena de torres de vidrio y acero. Cediendo al daño ocasionado a socios y familiares, consideramos que los miembros están dispuestos a abandonar la plancha de concreto en que hoy día estamos hacinados y por tercera vez mudar el club a otro paraje desolado, pero en un Estado de Derecho los viejos no consideramos correcto que a las 680 familias del club nos echen sin justa indemnización. Si bien eso haría más felices a nuestros malquerientes y detractores.
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