Los niños de la muerte
- Dustin Guerra (dustin.guerra@epasa.com)
En Panamá hay niños pandilleros que son capaces de descargar un arma contra sus rivales, o contra cualquier persona para ganar estatus en su barrio. No es un invento, por el contrario, sus perfiles están claramente definidos por los trabajadores sociales y las autoridades que les dan seguimiento a sus casos.
Son menores de 12, 14 y 15 años que desde su infancia saben lo que significa disparar un arma. Tienen sangre fría y su respeto por las autoridades es poco, en algunos casos no existe.
En los últimos meses se han reportado varios casos, donde los gatilleros son niños con conductas criminales de alto perfil. Algunos de estos menores han pasado en más de una ocasión por los centros de rehabilitación y en estos lugares han causado también problemas.
La mayoría llegan desde barrios populares, donde las bandas han reemplazado la responsabilidad de los padres. Allí aprenden toda clase de actitudes delincuenciales, desde cometer asaltos, vender y traficar drogas y otros delitos graves como el sicariato.
Es una realidad, la desintegración familiar influye sobre la conducta de estos niños; sin embargo, los expertos que trabajan cerca de las pandillas sostienen que es un problema de disciplina y formación de valores.
Es preocupante cuando las personas que trabajan muy cerca de las pandillas pierden la esperanza y se frustran ante la falta de conciencia de estos menores. En ocasiones prefieren abandonar sus proyectos y destinar sus esfuerzos a los niños más pequeños.
Siempre que se discute este tema sale a relucir el aumento de las penas a los menores infractores que cometan delitos graves como homicidios. Sin embargo, la situación es más seria que eso.
Muchos de los menores criminales que caen en el sistema son reincidentes. Las condiciones de esos centros son deprimentes y su rehabilitación es limitada.
Los programas que atienden a las pandillas se han debilitado, es cada vez menos la cantidad de pandilleros con deseos de cambiar.
Las opciones radican en trabajar en la formación en el hogar, sumado a actividades deportivas y de educación. La tarea no es fácil porque muchos de estos menores ya saben lo que representa tener dinero en el bolsillo y alejarlos de ese mundo es un reto.
No hay tiempo que perder, la situación es cada vez más triste.
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