Panamá
Lo que nos hace humanos
- Alonso Correa
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- opinion@epasa.com
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La violencia y el desapego son los rasgos que nos unen a los animales que nos rodean, es la marca animal en nuestra alma, pero la compasión es el diamante que nos hace brillar por dentro.

La compasión, ese sentimiento tan extraño y, al mismo tiempo, tan familiar. La búsqueda por deshacer el sufrimiento ajeno con una acción desinteresada y pura. La compasión es, en su núcleo más profundo, la esencia de la humanidad. La violencia y el desapego son los rasgos que nos unen a los animales que nos rodean, es la marca animal en nuestra alma, pero la compasión es el diamante que nos hace brillar por dentro. Esa es la llave al paraíso, es la entrada a las entrañas del hombre. Pero ahora no deseamos compasión, ya no nos deleita un gesto que puede parecer fútil y vacío. No nos satisface las marcas que dejan en nuestras manos las buenas acciones o la caridad. Nos hemos desensibilizado al dulce sabor de un acto sincero. Porque nos han vendido la idea de que la comodidad es mucho más sustancial, la hemos convertido en la pieza fundamental de las principales odiseas. La exploración perpetua por la anodina experiencia de la no perturbación. La imposible misión de conseguir una sociedad aséptica y libre de todo aquello que ose malograr la paz mental de los humanistas gaiafílicos. Hipócritas de manual, egoístas ciegos de odio por los vaivenes de la vida.
Porque se vale todo con tal de no mover ni un centímetro los planes a futuro, no están permitidas las crisis ni los accidentes, se prohíben las ayudas a aquellos que las necesitan o el cariño para los que lo están pidiendo. Porque no se puede ser una sociedad moderna si no se dejan los lastres atrás, no se puede viajar al futuro sin un poco de eugenesia. O eso es lo que nos están tratando de enseñar. Porque para qué molestarse por un enfermo si se le puede "asistir en la muerte", aunque, como ya se ha dado el caso en Bélgica de la interrupción voluntaria de la vida sin petición del paciente" porque qué más da. Porque por qué molestarse por los ancianos si se les puede mandar a un asilo y olvidarse de ellos, porque qué más da. Occidente está a un paso de la banalidad y el desdén hacia todo lo que no sea productivo, una sociedad podrida por la falta de empatía y cariño. La grieta se ensancha con cada segundo que pasa y parece que a nadie le importa. Porque tenemos la idea de que somos los primeros en pensar en ayudar a los otros, es por eso que existen miles, sino millones, de oenegés que buscan el alivio del dolor ajeno, pero que a día de hoy no son más que pozos sin fondo para seguir enriqueciendo a muchos faltos de escrúpulos.
Tal vez haría falta retroceder unos pocos miles de años y ver que fue la compasión y el apego lo que nos hizo fuertes, es esa capacidad de vernos reflejados en alguien que lo está pasando mal y tratar de poner nuestro granito de arena para que estos segundo que hemos alquilado en esta tierra le sean lo más provechoso posible. El caso de Romito 2, esqueleto encontrado en la región Sur de Italia que data de hace más de 10 000 años y que sufrió de enanismo severo con poca o casi nula movilidad en sus extremidades, un contratiempo muy importante en una comunidad cazadora-recolectora, pero que vivió entre 17 y 20 años. Y como Romito 2 existen cientos de casos registrados de homínidos que, ya sea por enfermedades genéticas o accidentes, pudieron sobrellevar una discapacidad gracias a la ayuda de la compasión y el calor de su grupo. Un pensamiento que se nos está escapando de entre los dedos como arena por culpa del individualismo voraz que está rampando en la actualidad.
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