Víctimas del COVID-19
La vida es un abrir y cerrar de ojos
..."la paz es nuestra esperanza y es un bien precioso. Ame más, perdone más. Viva más intensamente y deje el resto en las manos de Dios.”
- Simón Herrera G.
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- - Publicado: 23/6/2020 - 12:00 am
Esta pandemia nos ha llevado, por un lado, a reflexionar lo bello de la vida y que debemos apreciar su verdadero valor. Foto: EFE.
Suena el teléfono y era para anunciarme que un amigo había fallecido.
No podía creerlo porque me había comunicado con él recientemente y me había dicho que se encontraba bien.
Y así otras llamadas fueron para anunciarme el deceso de otros amigos y familiares.
Por eso, a través de este prestigioso diario deseo recordar a esos seres queridos que ya no están con nosotros.
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La vida ha sido dura y difícil en estos tiempos del COVID-19, que, sin lugar a dudas, ha cobrado un sinnúmero de vidas preciosas de personas que hacían sus labores cotidianas aportando al desarrollo del país, ya sea en ciencias, arte, cultura, en alguna empresa particular, o más bien, enfocadas en la educación de la niñez panameña.
Todas estas manos jornaleras que desde distintos puntos de nuestra geografía nacional hacían mover la economía del país, se han extinguido.
Pero ¿cómo podíamos imaginar que este año nuestra forma de vivir y de convivir cambiaría radicalmente a raíz de la aparición del COVID-19?, que esta enfermedad nos distanciaría de los abrazos, del apretón de manos, de las visitas, del convivio entre los amigos.
En esta dura batalla hemos perdido a muchos familiares, amigos a quienes no hemos tenido la oportunidad de acompañarlos a su última morada y ofrecerles la cristiana sepultura para que emprendan sus viajes a lo largo de los ríos sagrados, llevando consigo insumos necesarios que necesitarán para llegar hasta el más allá.
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La vida es una sola y sumamente valiosa.
El tiempo que le dedicamos al trabajo y a las obligaciones deben ser compensados por las buenas acciones y que redunden en el beneficio propio, colectivo, familiar o del país.
No debe haber cabida para rencores ni de venganzas.
Esta pandemia nos ha llevado, por un lado, a reflexionar lo bello de la vida y que debemos apreciar su verdadero valor.
Nosotros, que creemos en la existencia de Dios, de un ser Supremo, de un ser maravilloso como el artesano del mundo, porque así nos enseñan nuestros líderes espirituales a través de sus profundos cantos en la Casa Grande y que nos señalan que otro mundo es posible, que en el más allá volveremos a encontrarnos, en donde no hay maldad ni los sufrimientos que vemos en nuestro mundo actual, en donde no se discrimine a nadie ni por el color de su piel, de su idioma, por su origen humilde, ni la brecha que existe entre ricos y pobres.
Ojalá que después de esta dura batalla contra el enemigo invisible tengamos un Panamá y un mundo mejor, más equilibrado y equitativo, en donde la paz reine en nuestros corazones y que la diversidad de culturas se abracen como hermanos ante los ojos de Dios; que seamos mejores personas, que multiplique a seres humanos en profundos valores como la solidaridad, amor, justicia social, tolerancia, respeto y que la equidad social sea practicada en todo el sentido de la palabra por nuestros gobernantes.
En una de sus grandes intervenciones el papa Francisco señaló que “la paz es nuestra esperanza y es un bien precioso.
Es una oportunidad de aprendizaje. Así que tome esta prueba de vida. Ame más, perdone más.
Viva más intensamente y deje el resto en las manos de Dios.”
La vida es una sola y se disipa como la estrella fugaz, como el agua que corre entre las manos, en un abrir y cerrar de ojos.
Solo dependerá de nosotros si queremos hacer que esta vida pasajera sea sentida y apreciada.
Docente de Inglés.
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