La tilde en los apellidos
- Jorge De Las Casas
Un mito bastante difundido es que la acentuación de los apellidos no depende de norma alguna, sino de la voluntad de sus poseedores. Eso, empero, no lo sustentará ningún académico.
Primero, distingamos. Si se trata de apellidos extranjeros no los tildamos si no llevan acento gráfico en sus propias lenguas. Por eso no tildamos Washington (inglés) o Di Stefano (italiano) aunque sean esdrújulos, ni Platini (francés) aunque sea agudo. Pero no sucede igual con el apellido de origen español, que sí se rige por las normas de prosodia de la lengua castellana.
De forma que si el actor John Leguízamo olvida la tilde de su apellido (y la olvidamos nosotros al escribirlo) habría que pronunciarlo grave /Leguizámo/. Lo mismo vale para Cameron Díaz. Si escribe o escribimos Diaz forzosamente ha de perder el hiato y pronunciaremos /Diáz/, del msmo modo que el número diez suena /diéz/. La tilde en la i es la que rompe el diptongo y traslada el acento.
En español, una tilde innecesaria no se pone: tal es el caso de los sustantivos comunes lombriz, tapiz, matiz, perdiz, cariz, nariz, etc. y el apellido Ortiz (aunque muchos de sus poseedores crean que se tilda). Ninguna de estas palabras lleva tilde y no la necesitan según la regla: son agudas terminadas en z. Ruiz tampoco, pues es un monosílabo. El acento natural de todos esos términos es agudo.
La tilde se ubica allí donde no va el acento natural, para forzarlo. De forma que si la inquieta virgulilla desaparece se traslada el acento de la palabra a su lugar natural. Cuando escribo López fuerzo la pronunciación en la penúltima sílaba (grave) porque sin la tilde el acento natural se desplazaría hacia la última sílaba. Escribiría Lopez, pero se pronunciaría /Lopéz/. Por eso hay que tildar Yángüez para mantener su pronunciación grave, y que no suene agudo: Yangüez, como Mayagüez y Aranjuez.
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