La palabra adiós
Comentan que su origen etimológico proviene de otras frases, que fueron evolucionando hasta convertirse en lo que hoy día conocemos.
Así nace “a la buena de Dios”; que con el tiempo pasó a ser “a la de Dios”; y por último a-Dios, o más bien adiós.
Cuando Don Tite Curet la escribió y Rubén la cantó, seguramente hilvanaron ideas y recuerdos de algún gran amor.
¡Adiós!; es tan fácil la palabra adiós, aunque deje tras de sí un amor que nunca palideció, Yo sé ¡cuánto duele una separación, cuando deja en algún corazón melancolía y decepción!
Los adioses no deben generar rencores, pienso yo. Pero por lo general producen a lo menos pasiones; de esas que llevan al ser interior y exterior a manifestarse de múltiples maneras; ninguna de ellas ejemplos a seguir en el arte del verbo. Escrito u hablado.
Viviendo como vivimos; de estrés en estrés, de salto en salto, de piedra en piedra; y luego de los últimos dimes y diretes; no vale la pena preguntarse siquiera quién es dueño de la perogrullada. Dejemos eso para otra instancia. Sueño y no es pesadilla; que somos un país falto de un ideal que a pesar de parecer utópico nos una; aunque sea por una mayoría simple que nos conduzca “a la buena de Dios”.
La comunicación queda bloqueada cuando constatamos que el otro ha actuado de manera injusta o desleal y nos sentimos justificados para excluirlo de nuestra aceptación amistosa. Todos podemos cometer errores, pero no podemos pretender apagar una chispa encendiendo otras de rencor y de odio. Toda persona puede salir de su encierro y volver a la razón, a la sensatez. Pero necesita encontrarse con alguien que ame la verdad. La corrección hecha con murmuración o con aire de superioridad está condenada al fracaso y la destrucción de las buenas relaciones”.
El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Winston Churchill.
Miguel Boloboski F.
Abogado y Docente Universitario.
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