La oración de alabanza
- Mons. Rómulo Emiliani, cmf
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Todas las maneras de orar son buenas y necesarias y llevan al encuentro con Dios. Y hay que orar de acuerdo con las circunstancias. Pero cuando un alma está enamorada de Dios le brota naturalmente una oración de alabanza, que puede ir acompañada de cánticos, pero que es como un poema donde se narran la belleza, grandeza, misericordia, justicia, poder y sabiduría de Dios. El alma contempla a Dios en todo su esplendor de acuerdo con lo que el Espíritu le inspira y su humana naturaleza le permite. Y de su corazón brotan las palabras que juntas van describiendo los atributos divinos que en su íntima experiencia con el Señor son en el fondo una narración poética de la hermosura de Dios. Y aunque la persona sea analfabeta, las palabras, el tono de la voz, la manera en que articula las expresiones, hacen ver que el espíritu humano en contacto con lo divino se ennoblece, se perfecciona, se pule como un diamante en bruto que empieza a brillar. La persona enamorada de Dios se hace más bella por dentro, y cuando alaba al Señor sus gestos, el sonido de su voz, su porte se dignifica, se hace más elegante, porque está cumpliendo una misión esencial de su ser, ser alabanza de su gloria, anticipando lo que hará por toda la eternidad. Eso nos hace ver que cuando desarrollamos la tarea esencial de nuestra alma que es la de alabar a Dios tal y como es, sin otro deseo que agradarle, rendirle culto, adorarle, todo nuestro ser se perfecciona, se hace más pleno. Y en grandes místicos como San Juan de la Cruz y santa Teresa de Ávila, la poesía les nace de la manera más natural llegando a niveles muy sublimes. Y aun su prosa rebosa de belleza, constituyendo sus escritos grandes piezas de la literatura, aun sin tomar en cuenta el valor extraordinario de su teología.
La oración de alabanza, sin desmeritar la importancia y necesidad de la oración de petición de perdón, de intercesión por los demás, de acción de gracias, nos une a los coros angélicos, a los santos y santas que están en el cielo, alabando eternamente al Señor. La oración de alabanza aún rodeada de las imperfecciones humanas, de los bloqueos psicológicos, de las secuelas que deja el pecado, al brotar de lo más íntimo del alma, ahí donde Dios dejó su huella imborrable, donde somos imagen y semejanza del Creador, es la expresión más bella del ser humano, porque es imanación de su luz. Cuando oramos juntos alabando al Señor nos convertimos como una galaxia de estrellas que se mueven de manera armoniosa brillando cada una con su luz propia, enriqueciendo el firmamento de tonos diferentes de intensa luz.
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