Del editor al lector
La masacre de Albrook
El 3 de octubre de 1989, un grupo de militares, encabezados por el mayor Moisés Giroldi, fracasó en derrocar al exdictador Manuel Antonio Noriega. Giroldi y
El 3 de octubre de 1989, un grupo de militares, encabezados por el mayor Moisés Giroldi, fracasó en derrocar al exdictador Manuel Antonio Noriega.
Giroldi y sus compañeros de armas fueron ejecutados extrajudicialmente por órdenes de Noriega.
Si la acción de Giroldi hubiese rendido su cometido, se habría evitado la invasión del 20 de diciembre de 1989 y miles de vidas se habrían salvado.
Pero la negativa del Comando Sur de recibir a Noriega como prisionero era porque ellos tenían un plan: desarticular las Fuerzas de Defensa por la vía militar como lo reconociera el propio general Colin Powell.
En la época, un grupo de adictos a Noriega salió a las calles a celebrar el fracaso del golpe y a pedir “paredón” para los traidores.
Entre ellos, políticos (entiéndase PRD) que precisamente hoy se llenan la boca con las palabras democracia, libertad, fraudes electorales y que la institucionalidad peligra.
La historia no se puede cambiar porque quienes pagaron las consecuencias fueron los familiares de los militares asesinados. Unos partieron al exilio y otros la tuvieron muy dura.
Aunque los responsables de la masacre fueron posteriormente juzgados y condenados a penas de prisión, quedan los recuerdos de los parientes de las víctimas.
Los hechos ocurridos hace 23 años cambiaron el curso de una nación, ahora fortalecida en sus instituciones, garantizadas por varias elecciones limpias y libertades que antes no se tenían.
Los militares fallecidos ofrecieron sus vidas para que nuestros hijos, esposas y otras familias pudieran vivir en un Panamá con libertad.
Lo inmoral es que los defensores de la tiranía de ayer ahora sean los grandes demócratas del mundo.
Para ellos, perdón quizás, sin embargo, olvidar nunca porque la memoria no se borra.
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