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La inseguridad en los barrios
- Dorindo Jayan Cortez [email protected]
... cualquier política pública que busque atender de raíz esos conflictos, no debe dejar de considerar que es, también, en estos bolsones de pobreza en los que convive un recurso humano potencial.
Vivimos en una sociedad agobiada por la inseguridad.
El número de delitos crece y el temor se apodera del país entero.
Los costos para enfrentar esa deplorable realidad son elevados, y el renglón del gasto público es altamente incidido limitándose, así, las inversiones sociales.
Para colmo, los planes en una y otra dirección para cambiar el tétrico panorama de la criminalidad, no han dado los mejores resultados.
Hay frustración institucional al ver cómo se extiende el problema.
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La criminalidad ya no solo se focaliza en los “barrios conflictivos de siempre”, sino que ha ido ganando territorios.
La concentración de los delitos, y las medidas para combatirlos, tienen su referente en las zonas marginadas.
Esto no solo viene de la estadística, sino que hay una percepción que presupone que en los barrios todo es malo.
Es cierto que hay prácticas nefastas, delitos recurrentes.
No obstante, cualquier política pública que busque atender de raíz esos conflictos, no debe dejar de considerar que es, también, en estos bolsones de pobreza en los que convive un recurso humano potencial.
Porque aún de las carencias que se sufren, de la falta de oportunidades, en los barrios también están los que trabajan día a día, los que garantizan la rueda del progreso del país, los que nos representan y le dan gloria a la nación en el deporte, en la música, en fin.
En fecha reciente, el viceministro de Seguridad –atendiendo la ola de criminalidad, hizo referencia, en noticiero de Telemetro, al aumento del número de unidades para combatir la delincuencia.
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Esta medida, desde nuestro punto de vista, es correcta.
Y aún cuando es la receta de siempre, nos parece que la presencia policial en las calles, con la debida planificación y no de manera ocasional, puede ser un factor de prevención efectivo.
Pero, esto es solo una parte de la solución.
Así como se aumenta la presencia policial, habría que conocer qué programas, cuáles planes, qué tanta inversiones y oportunidades, se están mirando para atender a esa parte de la población (y no solo ésta) que vive en condiciones, materiales y sicológicas que incentivan el involucramiento en la criminalidad.
¿Por qué no aumentar, así mismo, los promotores culturales --ahora que ya tenemos el Ministerio de Cultura, así como los entrenadores deportivos, y garantizar, con una inversión sostenida, que la niñez y jóvenes se involucren en las actividades saludables?
Porque no hay que olvidar que de los barrios es de donde han salido los campeones mundiales, los mártires de enero, los oradores, los estudiantes exitosos, como los que sudan el sudor espeso para darse el pan de cada día.
No hay que tapar el sol con la mano y negar los males.
Tampoco ocultar las razones.
Hablamos de los barrios del bullicio, donde viven los hijos de las desigualdades, los que han estado alejados de la opulencia y del reparto de las riquezas.
El orden del día son los hogares desintegrados, la desesperanza, los niños con hambre y desnutrición.
Son las estructuras destruidas con edificios que se caen.
Es el barrio del poeta Korsi, que los dibuja con majestuosidad: “Zonzos de calor y noche, pasan Cuartos, Cuartos, Cuartos de la gente pobre con sus chiquillos descalzos. Cuartos donde no entra el sol, que el sol es aristocrático”.
Docente universitario.
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