Panamá
La indiferencia: Frialdad que mata
Es mortal. El sueño que aturde el raciocinio castra toda posibilidad de iniciativa y de creatividad. Manto peligroso es ese tipo de sueño.
- Silvio Guerra Morales.
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- - Actualizado: 26/1/2024 - 12:00 am
Despertemos. El sueño, como expresión positiva de reposo, es bueno, es salud. Como arrebato para el alma y el espíritu obnubilando toda capacidad de pensar, de razonar y actuar, es peor que una droga maligna.
Es mortal. El sueño que aturde el raciocinio castra toda posibilidad de iniciativa y de creatividad. Manto peligroso es ese tipo de sueño.
No me refiero al sueño en el sentido de dormir luego de una jornada de trabajo siendo que el propio cuerpo exige el descanso y encontramos en este tipo de sueño el bienestar y la paz. Dicen que cuando dormimos morimos. Tal vez sea cierto, pero maravilloso el sueño que nos trae de vuelta a la vida con nuevas energías y nuevas esperanzas.
El sueño, como sinónimo de letargo es, repito, peligroso. Este sueño, el letargo, lleva a las almas a un acantilado de frustraciones y conformismos. Peligrosa la somnolencia del alma. Nefasta toda modorra del espíritu. Con ella se es como si muriéramos.
No durmamos, antes velemos, aconseja Pablo Apóstol en la Primera Carta al pueblo de Tesalónica. En Tesalonicenses 5:6 aparece esta exhortación divina: "Por tanto, no durmamos como los demás; antes velemos y seamos sobrios".
El introito de este artículo de opinión surge o nace, precisamente, a razón de mis serias y profundas reflexiones sobre el acontecer de la Patria. Cada día nos vamos sumergiendo en un oleaje tormentoso de situaciones y acontecimientos que parecieran ya, según advierto, ser indiferentes a un alto sector de la sociedad panameña, y cuando éstos suceden no son pocos lo que los aceptan como un problema más del montón o tan solo como un simple hecho que sucedió y que, al llegar el día siguiente, éste, quedará, como suele suceder, en el pasado reciente.
Y ese es el problema. Nos comportamos como ciudadanos narcotizados por algo o por alguien. Embebidos en nuestro propio mundo, las redes y los medios nos consumen y absorben, cuando no todo, gran parte de nuestro tiempo. Toda modorra es un aletargamiento que asesina. Asesina la acción. Destruye todo verbo en cuanto el verbo indica movimiento, acción, actividad. El sopor, como también se conoce a la somnolencia, no es caliente, es frío, gélido. Hiela los sentidos el estar adormecidos como consecuencia de la indiferencia y la frialdad.
El aire tóxico que respiramos en esta ciudad; el agua contaminada que bebemos; las calles inservibles que transitamos; los alimentos que ingerimos y que están, genéticamente, adulterados; etc., todo está afectado de ser de dudosa procedencia o composición.
Sin embargo, nada hacemos o nada decimos. Todo es aceptado. Nos han embobado.
Las enfermedades se han disparado, las necesidades de nuestro pueblo se han multiplicado, y también se han multiplicado la frialdad y el poco importa con los demás. Como que ya nada nos importa.
Malo, muy malo. Hay que despertar. Sacudirnos de todo adormecimiento de los sentidos. Actuar. Levantarnos. Protestar. Hablar, denunciar, criticar lo indebido, salirle al paso a todo aquello que no es conforme a la recta razón ni al orden natural de las cosas.
No podemos aceptar lo malo como bueno, ni como malo lo bueno. A los articulan el discurso de la mentira, de la falacia argumentativa, hay que defenestrarlos con la poderosa arma que Dios nos ha dejado: Su Palabra. Por eso no puedo dejar de rogar y pedir, siempre, que Dios bendiga a la Patria!. Y menos escatimo oportunidad alguna para sustentar todo conforme al Manual de Instrucciones de la Vida: LA Biblia.
Insisto. Salgamos del sopor, de todo aquello que nos quita el derecho a la vida digna. Hablemos por los inocentes y los indefensos.
Ojalá el gremio de los abogados pueda entender que no se trata tan solo de tener causas en los tribunales, sino que también el pueblo amerita que se atienda su principal causa: La necesidad de que sus reivindicaciones sociales se vean plenamente satisfechas y creo que, como estudiosos del Derecho, estamos llamados a ser los interlocutores de ese discurso con sólidos argumentos.
Mi padre decía que el hambre tiene cara de perro triste y flaco. No dejaba de tener razón: Solo los que padecen hambre y persecuciones conocen el verdadero arte de la guerra y de las batallas de esta vida secular.
En medio del inmediato discurso que se nos presenta, el electorero, cuidado con esos que por ganar tu apoyo o simpatía te dirán que ellos traerán el Edén y el Paraíso a este suelo. Dios nos libre de semejantes charlatanes. Cogito, ergo sum (Pienso, luego existo-Descartes). Dios bendiga a la Patria!.
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