Opinión
La grosería como degeneración humana
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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En el fondo del infierno el diablo usa un lenguaje soez, en extremo vulgar, ofensivo y blasfemo. Él no puede pronunciar una palabra bonita, fina, agradable y menos una alabanza al Señor. Sus expresiones deben ser muy agresivas, hirientes y llenas de odio. Allá en el infierno todo debe ser gritos, rugidos rabiosos, palabras que destruyen la honra, la paz, la serenidad, expresiones llenas de cólera. Y todo debe tener un contenido lleno de mentiras, calumnias, desprecios, saturado de inmoralidad, suciedad verbal, descripciones vulgares y distorsionadoras de todo lo bello, santo, puro y verdadero. En el fondo del infierno la palabra se convierte en un arma asesina, destructiva, aniquiladora de todo lo que es vida y paz. La lengua, la inteligencia, el alma, el sonido articulado que son las palabras, todo lo que Dios creó para decir lo bueno, lo agradable, lo positivo, lo verdadero, lo que construye, todo se voltea y se convierte en algo monstruoso, horripilante, vergonzoso, humillante, destructor. En el infierno no hay cantos bellos, melodías agradables al oído, música que eleve el corazón a lo sublime, sino ruidos estridentes, ensordecedores, sonidos enloquecedores que transmiten palabras en extremo vulgares, llenas de odio, blasfemias que ofenden a Dios. Se lanzan innumerables insultos dirigidos al Creador, que intentan destruir al Señor, pero que se vuelven contra el mismo demonio, hundiéndolo más en su desesperación y aniquilación. El demonio así al final va contra sí mismo, porque como odia la vida se odia a él porque está vivo, y está como cometiendo un suicidio que nunca llega a consumarse. Sigue vivo, pero lucha por no estarlo, y está en contra de todo lo que es la vida. Y en contra de quien es la fuente de la vida, Dios nuestro Señor.
Y como el diablo sabe que no puede destruir a Dios, busca hacerlo con la obra máxima del Señor que es el ser humano, hecho a imagen y semejanza del Señor. Y por eso además de seducirlo, tentarlo, engañarlo, lo induce a odiar, a maldecir, a calumniar, a blasfemar, a decir toda clase de vulgaridades y groserías. Nosotros fuimos hechos para la alabanza al Señor, a decir palabras positivas, verdaderas, bonitas, agradables. Fuimos creados para animar, cantar, recitar versos, enseñar, aconsejar, felicitar, bendecir, orar. Dios nos creó para amar y para eso expresar con nuestros labios y el corazón lo bueno que hay en nuestra alma y que influya positivamente en los demás. Debemos con honestidad preguntarnos si estamos en el camino del Señor y para eso revisar nuestro lenguaje común, lo que decimos y cómo lo decimos. Lo que hablamos y cómo lo expresamos todos los días.
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