Prohibición
La foto del pasaporte
- Jaime Figueroa Navarro
- /
- [email protected]
- /
..., me centraron con la cámara, me disparé una sonrisa de esas con la que uno recibe a los amigos en casa los viernes. "No señor, no puede mostrar los dientes", exclamó la ejecutiva número dos.
Ya me tocaba.
Solo faltaban 4 días para que se venciera mi pasaporte.
Por aquello de buenas prácticas, me trasladé cómodamente en el Metro de Panamá, cuya Estación Iglesia del Carmen me deja prácticamente al lado de la oficina central de la Autoridad de Pasaportes de Panamá en la calle Elvira Méndez, evitándome el doloso tránsito en automóvil y la búsqueda de un espacio en la calle entre bien cuidados o en un estacionamiento de esos formales, que cuestan un ojo de la cara.
La Autoridad de Pasaportes de Panamá es uno de los despachos más eficientes del Gobierno Nacional, que nadie tenga la menor duda.
Llegué con el grueso de la mañana, esos que les gusta madrugar para esperar en fila y ser los primeros al abrir sus puertas a las 8 en punto.
Me cuentan que es mejor llegar a media mañana, cuando ya no hay nadie para que te atiendan de forma aún más expedita.
Un guardia de seguridad de la institución se asegura que la fila sea ordenada, aquí nada de juega vivos, no funciona.
¡Otro aplauso!
VEA TAMBIÉN: Ecología sí, fanatismo y violencia no
Ya dentro, posterior al cruce del control metálico, hacia la derecha nos recibe una dama, eficiente y amable que asegura que cada contribuyente cuente con los documentos requeridos. En mi caso, como se trata de una renovación, le muestro el pasaporte por vencer y mi cédula de identidad personal.
Me entrega la credencial "J5" (de los jubilados, el quinto).
Vale la pena ser jubilado, la tarifa mengua de $100 a $50, un significativo ahorro.
¡Más aplausos!
Me siento en la primera fila porque además de extrovertido, me place estirar las piernas.
Para matar el tiempo, exploro los diversos noticieros en las aplicaciones de mi celular.
Así me mantengo actualizado, optimizando el momento: CNN, AP, Le Monde, El País y los diarios locales.
Se acerca el guardia de seguridad y medio cortésmente me anuncia que debo apagar el celular.
Y digo "medio cortésmente" porque en mis adentros me pregunto ¿por qué?
VEA TAMBIÉN: Gol-balización
Asumo para evitar un asalto.
Aunque a raíz del asalto a la sede de la DGI en Avenida Balboa, la mayoría de los pagos en instituciones públicas se efectúan con tarjetas de crédito o Clave.
Entonces, ¿por qué tenemos que pagar la mayoría de los justos por los pecadores?
Sostén un momentito ese aplauso.
"J5, pase con la ejecutiva 2 ... J5, pase con la ejecutiva 2", anuncia el altoparlante.
De mi rincón, en primera fila, le plasmo afables señas a la ejecutiva 2, como para que no se le ocurra saltarme por lento.
Pobrecitos aquellos que están adormitados en la última fila, pienso para mis adentros al rápidamente aproximarme con mi pasaporte, mi cédula y el papelito que me identifica como J5 en mano.
Posterior a la revisión de la documentación y la actualización de la información, llegó el momento de la toma de la fotografía con el semblante con que me percibirán agentes de inmigración y aduanas de los países que visite.
Pues hombre, me gustaría mucho regalarles una sonrisa, porque al fin y al cabo soy un personaje bonachón, diría yo que bastante feliz, porque la vida es muy corta para ser triste o amargado.
Después que me ubicaron, me centraron con la cámara, me disparé una sonrisa de esas con la que uno recibe a los amigos en casa los viernes.
"No señor, no puede mostrar los dientes", exclamó la ejecutiva número dos.
Creo que fue el presidente de Estados Unidos, número 39, Jimmy Carter, por allá a mediados de la década de los setenta del siglo pasado quien instauró el gesto amistoso de la sonrisa en su fotografía oficial, esa cálida expresión con que recibía a los visitantes en todos los aeropuertos del país y que aún a sus 94 abriles le caracteriza.
Todos mis documentos, a saber, cédula, pasaporte anterior y licencia de conducir muestran gráficas de un rostro sonriente, feliz, lozano.
Ahora, mi nuevo pasaporte, gracias a la ejecutiva número dos, de seguro siguiendo órdenes superiores de un eunuco acomplejado, refleja una imagen tosca y dura, como la ficha de un alcohólico recién arrestado.
No entiendo cuál es el motivo.
Seguramente alguien en las esferas superiores cuenta con un familiar bocacho.
Ridiculeces tercermundistas.
En momentos que buscamos un despegue en el turismo, un trato más afable entre los ciudadanos y muestras de mayor humanismo en nuestras relaciones, hace falta más sonrisas, en vivo y en fotos.
Ojalá la Autoridad de Pasaportes así lo entienda, para continuar el nutrido aplauso.
Líder empresarial.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.