La felicidad de todos
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Qué felicidad se siente en el ambiente que ojalá se traduzca en una mejor calidad de vida, en especial para los más necesitados. Necesitamos crecimiento económico, este solo se logrará si hay respeto a la ley, el debido proceso, a la Constitución y, sobre todo, el tener un Estado ágil y moderno que reactive las obras y pague lo que adeuda.
Que otros se dediquen a ver cómo se recupera lo robado, pero el Gobierno debe reactivar la economía. Se deben billones y no hay, pero deben ser pagados, siempre y cuando se compruebe que son legítimos. Al no haber dinero propongo pagarlos vía "cerdemes", "cerpanes" o como le quieran llamar, con un plazo de cuatro años, emitidos en denominaciones no mayores de $100 y los mismos pagarlos a quienes se adeuden. Estos o bien los venderán o pagarán a sus empleados, quienes irán al comercio local que los recibirá a descuento, pero podrán hacer efectivo su cobro y se reactivará la economía, así como la disposición de muchos inventarios de carros, viviendas, electrodomésticos, deudas en general, que le darán movimiento a la economía y se pagará con el aval del Estado todo lo adeudado. Pedir préstamos toma tiempo y se exigen condiciones que en algunos casos será imposible cumplir.
Hay que terminar las obras, paralizadas por la voluntad expresa del subnormal, muy en especial la ciudad hospitalaria, otros hospitales, carreteras, cadena de frío, Minsa-Capsi, escuelas como la Miguel Albe, en Soná, con cinco años de atraso, y muchas otras que están, como se dice, a medio palo.
Cuánta ineptitud, odio e inexperiencia hemos vivido en un quinquenio, donde prevaleció un régimen equivalente a la Santa Inquisición, donde un Torquemada moderno, acomplejado y lleno de rencor, trató de acabar con todo.
Hay que hacer algo urgente con la justicia que estuvo supeditada a los caprichos del círculo cero o bien a la decisión de los nueve del patíbulo.
Saldrán bellezas que nadie al principio creerá, pero con el pasar del tiempo veremos cómo sistemáticamente se trató de un plan mesiánico de cómo acabar con todo. Para eso se deben dar charlas, para que otros vean lo que no se debe hacer para no lograr un objetivo demoníaco que casi logra su objetivo.
Apoyemos al nuevo Gobierno y cambiemos la arcaica Constitución que está desfasada y solo hace todo difícil y lo que menos tiene es independencia de los poderes del Estado y el respeto al debido proceso. Todos deben renunciar en el Órgano Judicial y la Corte Suprema de Justicia, y empezar de cero, pues lo que hay es un reflejo de lo que teníamos y que todos deseamos jamás volver a ese estiércol que tanto daño nos hizo.
Eso sí, sin odios ni venganzas, solo con diálogo y consensos.
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