Conductores
La ciudad de los taxis
- Belisario Herrera A. (opinion@epasa.com)
La palabra taxi es de origen alemán. Fue Franz Von Taxis quien creó el concepto; en 1490, a petición del Kaiser Maximiliano I, se establece la primera
La palabra taxi es de origen alemán. Fue Franz Von Taxis quien creó el concepto; en 1490, a petición del Kaiser Maximiliano I, se establece la primera línea de coches de pistas cubriendo Holanda y Francia, para el correo entre su residencia de Onsbruck y Bruselasen.
Al inicio el taxi estuvo dedicado al servicio de correo, paquetería, mensajería y posteriormente al de pasajero, entre distintas ciudades. Es una palabra de significación universal, al igual se distingue por su color amarillo, aunque no en todos los países. Ese color fue elegido en Nueva York para distinguirlo del tumulto de automóviles.
En la década del 30, hubo en nuestro país la innovación de coches alados por caballos, negocio este a cargo de ciudadanos generalmente italianos que tenían como límite la movilización hasta donde llegaba la ciudad, donde es hoy la Iglesia del Carmen, ampliándose el radio hasta lo que era Las Sabanas. Tengo el recuerdo de esa época, por lo que he leído, que la chiquillería en los barrios esperaba el paso de esos medios de transporte, tirados por bestias muy mansas, solían colgarse del travesaño trasero del mismo, pero cuando su conductor se daba cuenta de esta travesura infantil, le mandaba un latigazo para que los caballos se apuraran cuando iban muy lentos.
Hubo por mucho tiempo un taxi convertible que conducía un predicador quien siempre anunciaba el fin del mundo para una fecha determinada, lo chistoso era que cuando llegaba la fecha de su “predicción” y no sucedía nada la adelantaba por otra. Generalmente se estacionaba por largas horas, cuando no tenía negocio, en los alrededores de la Plaza 5 de Mayo. Su clientela consistía en llevar soldados y marinos o turistas que deseaban conocer paisajes o monumentos, centro de mujeres alegres o el barrio de tolerancia que entonces existía en lo que es hoy la Pedro A. Barrios.
Alguien me decía, en forma folclórica, que esta es la ciudad de los taxis porque por todas partes abundan, pero esto lo decía no por su incremento, sino por los constantes abusos que cometen en contra de los pasajeros, especialmente contra damas indefensas a quienes violan y despojan de sus pertenencias. Generalmente conducen acompañados de compinches. Hace poco, como hecho concreto, uno de estos taxistas junto a su compinche en una de las avenidas de la urbanización Don Bosco, Juan Díaz, se detuvo para que el compinche le arrebatara la cartera a una señora de avanzada edad y, a pesar de sus gritos de alarma, fue imposible dar con los delincuentes porque siguieron muy raudos, pese a que la agencia del cuartel de policía está a pocos pasos; pareciera que todo el tiempo la pasan encuartelados y ya no se nota, como en el pasado, al policía de a pie y no es muy frecuente el de los vehículos de esa institución que pregonan que “están cuidando sus vidas”.
A propósito: no solo en los alrededores del cuartel de Don Bosco, Juan Díaz, sino en la mayoría de los cuarteles abundan los taxis con el distintivo amarillo que están allí en forma privilegiada para cuando los agentes terminan sus respectivos turnos, comenzar a operarlos; lo que a ese respecto condenamos es que a los agentes, sean cuales sean sus rangos, no debe otorgárseles cupos para que operen esos negocios, ya que cuando uno de estos agentes, de cometer una infracción, alegue que por ser policía su colega no lo puede “boletear” o tenga alguna preferencia de pasar un caso a mayores, según sea la infracción o delito. No sé hasta dónde ello sea legal, el de otorgar el beneficio a los policías para operar taxis, pero en este momento si no existe nada que lo prohíba, es totalmente inmoral como lo sería si a un juez o corregidor se le permitiera ese privilegio.
Abundan incontables razones para que los usuarios se quejen de los que operan estos vehículos comerciales, tanto por aquella constante cuando dicen que “pa’ allá no voy”. Es frecuente que el taxista cobre el precio en forma arbitraria, por encima de la tarifa, alegando que existen muchos tranques y ha tenido que gastar más combustible; y encuentran que esta es una ciudad de los taxis en la que ellos han inventado la tarifa que les da la gana sin que ninguna autoridad, hasta el momento, le haya “puesto el cascabel al gato” como decimos en el lenguaje vernáculo.
Creo que en el caso de los conductores de vehículos selectivos, urge una evaluación en acuerdo con los sindicatos para que sea reexaminada la personalidad de sus miembros, y el examen de antidoping periódicamente. Apelamos a que el respeto se imponga en el lenguaje que se emplea con los usuarios. No estamos de acuerdo con que por ser conductor de un taxi se le debe tratar en forma soez o despreciativa. Taxistas hay que son verdaderos profesionales, que por distintas circunstancias han tenido que tomar este oficio tan escabroso.
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