Enseñanzas
La Bastilla y ascenso de Napoleón
Fue odiado por los afectados pero los salvó de la misma sangrienta suerte de la aristocracia francesa ya que fueron alertados de las necesarias reformas y preservaron sus cuellos, modus vivendi, y doradas herencias de la incisiva guillotina.
- Desmond Finian Harrington Shelton/[email protected]/
- - Publicado: 14/7/2017 - 12:00 am
Hoy celebramos la toma del centro penitenciario La Bastilla en París (1789). Prosiguieron seis sangrientos años de revolución y su recontra pero definitivamente sacó a Francia del oscurantismo feudal y eventualmente al resto de Europa también. En todos los conflictos suelen emerger inesperadamente individuos que nos alucinan con sus velados atributos. He aquí donde entra Napoleón Bonaparte; trajo consigo ideas que provocaron pánico en las parasitarias monarquías de aquel entonces.
Los galos tuvieron a este italiano de 20 años en sus filas militares quien levantó su país adoptivo a un estado tan soñado por Rousseau y Voltaire. Europa abandonaría el cepo feudal y entraría a la era moderna democrática ya aventajada por las rebeldes colonias norteamericanas.
Fue odiado por los afectados pero los salvó de la misma sangrienta suerte de la aristocracia francesa ya que fueron alertados de las necesarias reformas y preservaron sus cuellos, modus vivendi, y doradas herencias de la incisiva guillotina.
El grueso de nosotros, durante nuestra infancia, fuimos matriculados a liceos religiosos o seculares. Su común denominador es que eran dirigidos por las partes afectadas por las ideas revolucionarias de Napoleón. Se nos dijo que era un acomplejado petiso, tirano y un usurpador. Luego, por cuenta propia, nos enteramos que solo perdió siete batallas de las sesenta que él personalmente dirigió. Lo más alucinante para mí es que sus mayores logros fueron como reformador en el área civil y no militar.
Napoleón consolidó lo mejor de más de cuarenta cogidos legales, separó a la Iglesia de los asuntos gubernamentales, reformó la economía, la educación, la banca y los servicios municipales, vía grandes obras. Promovió la tolerancia a las religiones, dándoles a todos la ciudadanía francesa. Años después, Hitler encontró su mayor oposición entre los israelitas y árabes durante la ocupación de Francia; para ellos una diáspora ya era suficiente y ese nuevo suelo natal no lo abandonarían fácilmente sin desgarrar suásticas.
En 1812, Napoleón invade Rusia pero el invierno lo agarra y pierde medio millón de sus soldados. Las monarquías aliadas aprovechan y obtienen la rendición de París, al igual que el destierro de Napoleón a la isla de Elba. En 1815 se fuga y reagrupa lo que quedaba de su ejército para nuevamente enfrentarse a la coalición (¡la séptima !) esta última vez en los llanos de Waterloo, Bélgica. Esta batalla era tan inminente al igual que innecesaria, colmada de errores y novedosas tácticas guerrilleras por parte de los aliados. Napoleón es desterrado a la isla de Elba y supuestamente muere seis años después.
En fin, Napoleón se mereció la derrota por haber dividido su ejército la noche antes y haber atacado tan tarde la mañana siguiente. Sin embargo, Europa perdió mucho más defenestrando a este genio privándose de las inmensas reformas que él traía consigo. Los aliados no hubieran podido aplastar los movimientos constitucionalistas que ascendían en todo ese continente.
La meritocracia hubiera continuado prosperando sobre el feudalismo, al igual que la promoción universal de las ciencias y el arte. Fue una batalla inútil y estaríamos viviendo en un mundo mucho mejor de Waterloo, no hubiese ocurrido con un Napoleón en el poder los siguientes seis años. Hoy lo recordaremos cantando La Marseillaise, tal como hacíamos en nuestros respectivos liceos cuando niños.
Ingeniero en Sistemas y Telecomunicaciones.
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