Historias
La abuela Mela
- Bernardina Moore
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Mela quería ser útil a la sociedad y al jubilarse se dedicó a enseñar a los niños valores morales.
Como siempre, dormida vi a un grupo de niños jugando y una señora mayor con un pequeñín, como de dos años, mirándome fijamente. Congelada la imagen, ahí estaba al despertar. Siempre me pregunto: y ahora ¿qué?
Les comparto.
La llamaremos Mela, nombre que me vino de repente. Jamás ha sido abuela biológica de nadie porque nunca tuvo hijos.
Sin embargo, atiende más chiquillos que lentejas dan por real, como frasea un dicho.
Mela es como un panal de miel la tocas y quedas embarrada, no hay vuelta atrás. Ella no tiene ni maneja ninguna fundación que recoja muchachos, ni albergue de indigentes, lo de Mela es otra cosa.
Tal vez nos cause admiración cuando nos enteremos qué hace.
Resulta que al jubilarse de profesora, Mela dijo para sus adentros: “Señor, yo me siento en condiciones todavía para ser útil a la sociedad, por eso no voy a archivarme como trasto viejo que usan de vez en cuando, no Señor, aquí hay Mela pá' rato”.
Y se propuso crear una estrategia para atraer grupos vulnerables que se interesaran en su oferta.
Después de obtener toda su documentación y permisos en orden empezó su marketing o mercadeo colocando un gran letrero que decía: “Aquí ofrecemos Valores Morales para Niños” y agregaba, 'Se acabaron los Monstritos'.
Algunas madres les llamó la atención lo que leían y se acercaban a averiguar de qué se trataba ese servicio tan nuevo y particular.
Mela tenía la información plasmada en un colorido brochure que entregaba a quien se interesaba en su original proyecto.
El mismo tenia punteado un aparte para que pusieran su teléfono o correo, recortarlo y entregarlo para ser convocado a una reunión.
Cuando Mela había recibido respuesta como de unas veinte personas, se comunicó con ellas y acordó una reunión.
Como la mayoría eran mamás, Mela empezó así después del protocolo de presentación y saludos: Me imagino que la mayoría de ustedes trabaja y deja a los niños con una nana que los baña, los alimenta y a su manera los cuida para que no se rompan un hueso o la cabeza, pero tal vez muy pocas les enseñen valores morales porque no forma parte de su labor como doméstica o niñera o sencillamente porque nadie puede dar lo que no tiene.
En fin, el servicio que les ofrezco aquí es que, sus hijos pequeños todavía, aprendan a comportarse con respeto hacia ellos,
hacia ustedes y hacia la sociedad.
¿Cómo lo lograremos? La dinámica sería que mientras ustedes trabajan sus niños pasen ese tiempo aquí como si estuvieran en su casa aprendiendo a comportarse como debe ser, aclaro, dijo Mela, esto no es ni guardería ni Centro Parvulario a pesar de que serán cuidados como en un lugar de esos solo que nuestra prioridad será que tengan una convivencia familiar que es la base y la cuna del aprendizaje de los valores éticos y morales.
A la mayoría les agradó la idea. Después de ultimar los detalles de admisión de los niños, Mela empezó su faena.
Los niños por su carisma y cariño empezaron a llamarla abuela Mela.
Habían niños que en su poca existencia jamás dijeron un simple buenos días o un permiso, por favor, gracias, perdón, lo siento, disculpe, abrazar, dar un beso, decir te quiero, rezar antes de comer, y antes de ir a dormir o al levantarse.
Y sigue la lista, solo que no hay espacio, todos esos valores en pocas semanas lo aprendieron con Mela y sus colaboradores. Un día una madre quiso contarle a Mela una anécdota y le dijo: Profesora, le cuento que estábamos cenando y mi esposo le pidió a la doméstica que le trajera algo y mi niño le dijo a la muchacha: no se lo puedes traer porque no te ha dicho “por favor”. Mi esposo sufrió como una especie de “photoshop” en su rostro y miró admirado a su hijo y dijo a la joven: “por favor”.
Profesora, no me arrepiento de haberle confiado a mi hijo, tan pequeño todavía para que se forme con valores que hoy día ni nosotros los adultos practicamos.
Y es precisamente en esta edad cuando debemos trabajar para lograrlo.
Con el testimonio dado por esta madre, Mela se fue a una capillita o un lugarcito que había acondicionado para hacer sus oraciones cuando los niños tomaban una pequeña siesta en petates y reinaba un silencio total, ella conversando con el Todopoderoso, le dijo: recuerde que le dije que había Mela pá’rato?
Gracias por tomar eso en cuenta y apoyarme. Espero poder rescatar a muchos otros antes de que sea demasiado tarde y tengamos que lamentarnos al ver tantos niños, adolescentes y jóvenes convertidos en un lastre para la sociedad por carecer de los valores básicos que todo ser humano tiene el sagrado deber de poseer y practicar desde temprana edad. Todo esto es obra suya, como decía la madre, hoy santa, Teresa de Calcuta: “Que tengo que él no me haya dado?”
Gracias Señor porque sirviéndote a ti uno nunca se jubila.
Bernardina
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