Josefa, Corea y el Batallón Colombia
El Batallón Colombia, fue la única tropa latinoamericana que peleó en la guerra de Corea, que transcurrió entre 1950 y 1953. Fueron unos 5,000 soldados que pelearon con sumo coraje.
El Batallón Colombia, fue la única tropa latinoamericana que peleó en la guerra de Corea, que transcurrió entre 1950 y 1953. Fueron unos 5,000 soldados que pelearon con sumo coraje.
En la sala de la casona de madera de la finca Chiriquí Viejo. Año, 1975. Foto: Stanley Heckadon-Moreno.
La finca Chiriquí Viejo, a la vera del río del mismo nombre. Año, 1974. Foto: Stanley Heckadon-Moreno.
La finca Chiriquí Viejo, a la vera del río del mismo nombre. Año, 1974. Foto: Stanley Heckadon-Moreno.
Estado actual de la sala de la casona que fue propiedad de los abuelos maternos de Stanley Heckadon. Foto: Breicy Cedeño, estudiante de Periodismo.
Estado actual de la sala de la casona que fue propiedad de los abuelos maternos de Stanley Heckadon. Foto: Breicy Cedeño, estudiante de Periodismo.
Vista externa de la casa donde el autor del artículo pasó su infancia. Foto: Breicy Cedeño, estudiante de Periodismo.
Vista externa de la casa donde el autor del artículo pasó su infancia. Foto: Breicy Cedeño, estudiante de Periodismo.
Río Chiriquí Viejo, nombre también que lleva el caserío y la finca de los abuelos maternos de Stanley Heckadon. En los documentos coloniales, se hablaba de un cacique llamado Chiriquí Viejo, relata el autor. Foto: Breicy Cedeño, estudiante de Periodismo.
El Río Chiriquí Viejo, nombre que también lleva el caserío y la finca de los abuelos maternos de Stanley Heckadon. En los documentos coloniales, se hablaba de un cacique llamado Chiriquí Viejo, relata el autor. Foto: Breicy Cedeño, estudiante de Periodismo.
En el 2020 se cumplieron 70 años del inicio de la guerra de Corea. Recuerdo que pudimos seguirla con el primer radio que llegó a la finca de mis abuelos maternos, a orillas del selvático río Chiriquí Viejo. La radio nos hizo partícipes de eventos importantes en tierras lejanas.
Al anochecer, los sonidos diurnos de la selva daban paso a los nocturnos. Millares de sapos y ranas iniciaban sus cantos por las orillas y playones. También el sonido de garzas nocturnas pescando. Tras lavarnos los pies y dejar los zapatos en la escalera, subíamos y prendíamos la lámpara de kerosín y a la Limeña su vela, imagen traída del Perú por un ancestro de mi abuela que fue a prestar el servicio de las armas del rey, cuando el Istmo fue de ese Virreinato.
Tras el rosario, venían los cuentos por abuelos y tías, los espíritus de las selvas, de grandes inundaciones y terremotos, tesoros enterrados, minas de oro perdidas, los asaltos de piratas y misquitos, del Panamá colombiano, y sus guerras civiles. Eventos que marcaban el paso del tiempo.
Solo en pueblos con electricidad había radios. A la finca llegaban las noticias con gente que pasaba a caballo, a pie o en bote. Un día, avisaron que tras años de haber partido a estudiar regresaría la tía Tobita, Cristobalina Moreno Caballero. Se graduó de la Normal Rural de David y la asignan a la escuela de Puerto Armuelles. Como era guapa, sufrió acosos de un supervisor, por lo que dejó el magisterio e ingresó a la Escuela de Enfermería del Hospital Santo Tomás, en ciudad de Panamá. Al graduarse, en 1948, es enviada al hospital de La Palma, Darién.
Una madrugada, mi abuelo envió el bote grande de la casa a buscarla, a palanca y canalete, al embarcadero de Canta Gallo, en Río Piedra. Todo el día reinó el entusiasmo. A cualquier sonido de gente embarcada corríamos al barranco, pero nada. Quizás habían perdido marea alta o las olas en la Boca de Los Espinos habían volteado el bote. Súbito, ya de noche, se escuchó una risa contagiosa de mujer en el bote que aparecía en la vuelta del río.
Corrimos a abrazar la tía y bajar su equipaje. Este incluía una caja, que dijo la lleváramos con cuidado, era su regalo a mi abuelo. Al abrirla, nos deslumbró un aparato que rezaba RCA Victor Farm Radio, un radio para fincas, con fina cobertura de madera, grandes tubos y baterías externas.
Al otro día, se colocó la radio al lado de la mecedora del abuelo, único que podría prenderla, y una mantita para cubrirlo de la humedad y el polvo. Con el tío Toño cortamos dos largas varas de cañaza como postes tendiendo un alambre entre ambos como antena. Tras el rosario, mi abuelo prendió la radio y con nitidez escuchamos las emisoras de David y Panamá. Cuando la colocó en onda corta se escuchó multitud de emisoras en lenguas extranjeras.
Súbito entró con nitidez la Voz de Estados Unidos, trasmitiendo en español desde Corea. Por tres años, seguimos la guerra aprendiendo que existían las Naciones Unidas y sitios llamados Seúl, Pusán, Pyonyang y el Paralelo 38.
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El interés de mis abuelos se incrementó por el conflicto. Un domingo por la noche, el locutor dijo que trasmitía en vivo de Corea, donde era lunes. Quedamos perplejos, pues pensábamos que la hora del Chiriquí Viejo era la del mundo entero. Dijo se encontraba con las tropas del Batallón Colombia, cerca al Paralelo 38, y entrevistaría a un sargento, quien entre el estruendo explicaría lo que ocurría. Dijo el sargento que cuando la artillería y aviones de las Naciones Unidas cesaran de bombardear un cerro dominado por el enemigo, el Batallón Colombia lo asaltaría a la bayoneta calada.
Para mis abuelos, campesinos chiricanos conservadores que aún se sentían muy colombianos y a quienes les tomó un cuarto de siglo aceptar la independencia de Panamá, escuchar a un sargento del Batallón Colombia le llenó de entusiasmo, nostalgia y orgullo. Mi abuela pidió a mi abuelo subir el volumen. Él no quería, pues dijo que se le gastarían las pilas. Al fin lo subió.
Luego de la trasmisión, pregunté a mi abuela por qué le emocionó escuchar al sargento colombiano. Me dijo: "Cuando la Guerra de los Mil Días, nosotros éramos conservadores y a cada rato las tropas liberales nos perseguían. Nos quitaban el ganado y los caballos. Los únicos que nos protegían eran los del Batallón Colombia y La Boyacá". La Boyacá fue una cañonera que se hizo famosa en las muchas batallas navales de este sangriento conflicto, que se extendió de 1899 a 1902. Pero la historia de La Boyacá es para otro escrito futuro.
Antropólogo.
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