Joaquín Balaguer
Publicado 2002/07/14 23:00:00
La muerte del seis veces presidente de República Dominicana, marca el final de una época heroica de caudillos en América Latina. La Providencia le permitió vivir 95 años. Urracá, Lautaro, Pedrarias Dávila, Francisco Pizarro, Simón Bolívar, José de San Martín, José Morelos, Víctor Haya De La Torre, José María Velasco Ibarra, Juan Domingo Perón, Belisario Porras, Arnulfo Arias, y tantos otros, compartieron en común la misma esencia.
Hombres singulares, de vivir intenso, generalmente solitarios, cargados de amigos y enemigos, admirados y aborrecidos, decididos y arrojados, cuya vida pública arrastró a sus espaldas a naciones enteras. Ya no existe ese tipo de hombre o mujer en nuestro tiempo. La globalización se rige por otros imperativos.
Describir la obra de Balaguer en tan breve espacio, es tarea imposible. Nos basta para dar una pálida idea de sus tantos aportes a su país, decir que absolutamente nada de la moderna infraestructura de edificaciones públicas, incluyendo carreteras, complejos hospitalarios, escuelas, universidades, malecones, etc. se ha hecho sin su intervención, en alguno de sus mandatos. La mayoría de sus instituciones llevan también su impronta indeleble. Fue él quien inició y dio al país el rumbo que hoy tiene como potencia turística, potencia industrial, potencia política en el concierto de naciones del Caribe y marcó su expansión diplomática y comercial hacia Centroamérica.
Abogado y fecundo escritor, curiosamente, se forjó como político sirviendo a la sombra del dictador Rafael Trujillo, donde hizo gala de extraordinarios dotes de sobrevivencia. En 1957 fue vicepresidente. Tras la muerte del dictador asume la presidencia en 1960, cosa que repite en cinco ocasiones de tumultuosas jornadas. Su rivalidad con ese otro gigante quisquellano, Juan Bosch, fue de antología. La historia dominicana post Trujillo bien puede resumirse en el antagonismo épico de estos dos hombres, al que hay que sumar a Francisco Peña Gómez. Casi sin exagerar, los demás, no cuentan. En 1990 volvió a derrotar a Juan Bosh en cuestionables elecciones, a lo que sobrevino un conflicto que amenazó con acabar con la democracia. Tuvo la sapiencia de retirarse, pactar la abolición de la reelección y convenir con Bosh un arreglo para dejar a otros asumir el poder convirtiéndose ambos, coordinadamente, en el factotum de cuanto aconteciera en el país.
Ciego desde mediana edad. Durante sus últimas tres administraciones no podía ver siquiera su mano, pero ni falta le hacía. Todo lo sabía, nada se movía, nadie respiraba, sin que él lo supiera. Todos los políticos que se disputaron el poder tras su retiro, hacían ante sus despacho antesala obligada. El ponía las reglas y los presidentes haciendo la diferencia entre dos o más contendientes. Hasta a pocas horas de su fallecimiento, los dominicanos concurrieron hacia su frágil presencia en busca de respuestas. El último de los caudillos se ha ido en paz, a sabiendas de que su país marcha por buen camino y de que la presente y futuras generaciones harán un buen relevo.
Según Paredes, esos dineros devengaban un interés para los miembros y cuando fue comandante de la Guardia Nacional giró instrucciones para que fueran depositados en el Banco Nacional de Panamá y otros bancos privados que daban un mejor interés por plazo fijo.
Paredes aclaró que su gestión administrativa ocurrió en un período normal, donde no había sanciones económicas, ni presiones políticas, pero la invasión militar norteamericana "provocó algunos desajustes y desórdenes".
A pesar de ello, Paredes espera que el Estado le reconozca a los miembros de AMIFUP su derecho a los dineros que habían ahorrado. "No hay duda, aunque ahora se denomine diferente, institucionalmente ese dinero pertenece a los miembros de la Fuerza Pública", subrayó Paredes.
Hombres singulares, de vivir intenso, generalmente solitarios, cargados de amigos y enemigos, admirados y aborrecidos, decididos y arrojados, cuya vida pública arrastró a sus espaldas a naciones enteras. Ya no existe ese tipo de hombre o mujer en nuestro tiempo. La globalización se rige por otros imperativos.
Describir la obra de Balaguer en tan breve espacio, es tarea imposible. Nos basta para dar una pálida idea de sus tantos aportes a su país, decir que absolutamente nada de la moderna infraestructura de edificaciones públicas, incluyendo carreteras, complejos hospitalarios, escuelas, universidades, malecones, etc. se ha hecho sin su intervención, en alguno de sus mandatos. La mayoría de sus instituciones llevan también su impronta indeleble. Fue él quien inició y dio al país el rumbo que hoy tiene como potencia turística, potencia industrial, potencia política en el concierto de naciones del Caribe y marcó su expansión diplomática y comercial hacia Centroamérica.
Abogado y fecundo escritor, curiosamente, se forjó como político sirviendo a la sombra del dictador Rafael Trujillo, donde hizo gala de extraordinarios dotes de sobrevivencia. En 1957 fue vicepresidente. Tras la muerte del dictador asume la presidencia en 1960, cosa que repite en cinco ocasiones de tumultuosas jornadas. Su rivalidad con ese otro gigante quisquellano, Juan Bosch, fue de antología. La historia dominicana post Trujillo bien puede resumirse en el antagonismo épico de estos dos hombres, al que hay que sumar a Francisco Peña Gómez. Casi sin exagerar, los demás, no cuentan. En 1990 volvió a derrotar a Juan Bosh en cuestionables elecciones, a lo que sobrevino un conflicto que amenazó con acabar con la democracia. Tuvo la sapiencia de retirarse, pactar la abolición de la reelección y convenir con Bosh un arreglo para dejar a otros asumir el poder convirtiéndose ambos, coordinadamente, en el factotum de cuanto aconteciera en el país.
Ciego desde mediana edad. Durante sus últimas tres administraciones no podía ver siquiera su mano, pero ni falta le hacía. Todo lo sabía, nada se movía, nadie respiraba, sin que él lo supiera. Todos los políticos que se disputaron el poder tras su retiro, hacían ante sus despacho antesala obligada. El ponía las reglas y los presidentes haciendo la diferencia entre dos o más contendientes. Hasta a pocas horas de su fallecimiento, los dominicanos concurrieron hacia su frágil presencia en busca de respuestas. El último de los caudillos se ha ido en paz, a sabiendas de que su país marcha por buen camino y de que la presente y futuras generaciones harán un buen relevo.
Según Paredes, esos dineros devengaban un interés para los miembros y cuando fue comandante de la Guardia Nacional giró instrucciones para que fueran depositados en el Banco Nacional de Panamá y otros bancos privados que daban un mejor interés por plazo fijo.
Paredes aclaró que su gestión administrativa ocurrió en un período normal, donde no había sanciones económicas, ni presiones políticas, pero la invasión militar norteamericana "provocó algunos desajustes y desórdenes".
A pesar de ello, Paredes espera que el Estado le reconozca a los miembros de AMIFUP su derecho a los dineros que habían ahorrado. "No hay duda, aunque ahora se denomine diferente, institucionalmente ese dinero pertenece a los miembros de la Fuerza Pública", subrayó Paredes.
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