Panamá
Ira política y sociedad: Descomposición social
Silvio Guerra Morales.
Mucho se ha venido mostrando, en medios televisivos, imágenes que recogen episodios de violencia por parte de algunos ciudadanos y que nos causan, como primera impresión, estupor y repulsa.
Nos preguntamos, sin duda alguna: ¿Qué esta sucediendo en este país con nuestra gente?. ¿Por qué nos hemos desculturalizado a los extremos de abandonar el diálogo, la conversación, y con ello también hemos dado un golpe, casi mortal, a la paz social, a la sana convivencia?
Creo, en lo personal, que el problema advertido, no puede ser analizado de modo aislado o como un tema en donde podamos concluir que se trata de "algunos sujetos sin educación o sin cultura".
La cuestión parece ir más allá. La población panameña ha sido victimizada, durante muchos años, por atosigantes problemas que pasan lectura por la pobreza, el desempleo, carencia de agua potable, pésimo estado de las calles, promesas incumplidas, deserción escolar, desigualdad social, desigualdad de oportunidades, esnobismo perverso, y la denominada subcultura relativa se ha ido apoderando, poco a poco, lentamente, de la mente núbil de nuestros muchachos.
Por una parte, un fuerte sector de la población, se ha visto como "narcotizado" por el slogan de las "modas, las marcas, etc.", y que no renunciará al derecho de acceder a todo ese mundo de consumismo y materialismo por lo cual hará "lo que tenga que hacer" para obtenerlo o entrar en él; pero otro sector, de la población, que sale a diario a trabajar, a ganarse el pan diario, a zurrarse en el día a día, no permitirá que nadie lo perturbe, nadie lo moleste, nada le importa, ni nadie le impedirá en la consecución de ese objetivo: llevar el pan a la casa, a los suyos.
Sin embargo, ambos sectores, ninguno, se encuentra excluido del síndrome de la violencia. Es lo que Israel Drapkin califica como la "Criminología de la Violencia", en la que advierte que todos, de uno u otro modo, nos vemos subsumidos en este síndrome. El sistema prepara y acomoda sus métodos.
La ira, como advierten los psiquiatras, no es sino afloramiento de estados reprimidos, emotivos o apasionados, compulsivos, que terminan insensibilizando el pensamiento, la memoria, la capacidad de razonar, de sentir, de valorar, de amar. Se empieza perdiendo la propia autoestima y se termina destruyendo la de los demás.
No hay escala de valores que pueda ser estimada por el hombre violento. Se irracionalizan las acciones y cada acto da cuenta de los llamados estados ab iratos. Son estados que contienen episodios compulsivos de ataque, de odios, pero que encierran grandes frustraciones.
Digno de estudio, sin duda alguna, debe representar para nuestros sociólogos, pero sobre todo, los psicólogos, esos comportamientos de violencia que se vienen dando en nuestro medio, sin excluir, del mismo modo, que ello se puede reflejar en ataques a los bienes y a la integridad de las propias personas y qué no decir de las muertes violentas que se dan en nuestro medio, todos los días, en donde un ser ha quitado la vida a un semejante.
Algunos, en el curso de la historia, han dicho que la ira es santa y que es propia de los dioses. Bueno, en la mitología griega se muestran a algunas deidades que representan y sucumben ante la ira
(Lisa personifica la ira frenética, la furia -sobre todo en la guerra- y, en los animales, la locura producida por la rabia), en cambio otras la dominan, la neutralizan, con acciones y pensamientos positivos o con la adopción de medidas encaminadas a solucionar aquello que es causa de los estados ab irato (Eirene personificaba la paz, la armonía, la tranquilidad). Y qué no decir de la ira de Zeus.
Bíblicamente, se habla de la "Ira de Dios". En le Libro o Carta a los Efesios se lee: "Airaos, pero no pequéis". Dios no desconoce nuestra naturaleza, pero el pecado, sin duda alguna, no está en la ira per sé. Sino en los actos que puedan traducir los estados de ira: golpes, ataques, daños, destrucción, etc.".
Todos podemos, en un momento dado, padecer de estados de ira. Sin embargo, debemos controlarnos, dominar esos estados impulsivos o compulsivos que, reitero, terminan destruyéndonos sin piedad ni misericordia.
La obcecación, la frustración de no poder resolver tal o cual circunstancia o situación no puede conducirnos a la adopción de la violencia, pues al final, ella terminará, como he dicho, destruyéndonos a nosotros mismos.
Concluyo con la siguiente reflexión de Joan Lozoya: "Pero la ira, entendida como un comportamiento de carácter adictivo al que se recurre ante cualquier contingencia, pone de manifiesto la incapacidad del individuo para relacionarse y resolver los conflictos de un modo adecuado y acorde con las circunstancias. Es un tipo de respuesta que esconde el miedo ante la imposibilidad de expresar sentimientos y necesidades que, con frecuencia, quedaron bloqueados durante la infancia, fruto de un aprendizaje erróneo". Dios bendiga a la Patria!
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