Enseñanzas
Interrumpió mi sueño
- Bernardina Moore
- /
- [email protected]
- /
Y él, levantando la mano que no estaba paralizada, les enseñó dos dedos juntos y haciendo un gesto entrelazado dijo a medias por la parálisis: que se vuelvan a casar.
![El joven estudiaba karate en una academia que impartía esa disciplina, que le apasionaba.](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/karateca_joven.jpg)
El joven estudiaba karate en una academia que impartía esa disciplina, que le apasionaba.
Estaba profundamente dormida soñando algo bonito que no recuerdo, sé que reía, de pronto, ocurrió algo brusco que interrumpió mi sueño.
Un muchacho vestido de negro saltó por el aire, como hacen los karatecas, con los brazos extendidos dando una patada voladora tan cerca de mí que quedó en primer plano con el pie casi en mi cara, quedé impresionada al congelarse la imagen juntito a mí.
Desperté enseguida, con la imagen clavada en mi mente, serian como las 4:30 am.
No tenía miedo, solo estaba impactada.
Lógicamente que en ese estado en lo que menos pensaba era en escribir nada, me fue imposible volverme a dormir y me puse a orar hasta que amaneció.
Describir esto no tiene mayor problema porque es relatar lo que vi y experimenté.
VEA TAMBIÉN: Libertad de expresión
Pero, hasta que no me llegue la inspiración para relatar la historia de esta imagen, no controlo eso.
Tuve que hacer unas diligencias y la imagen jamás se borró de mi mente.
Al atardecer, entrando la noche, empecé a tener algo de inspiración y con gusto les comparto.
Este muchacho tendría unos 14 a 15 años más o menos, bastante alto para su edad y físicamente bien formado, de aspecto serio y disciplinado, no era blanco más bien tenía un color como canela bronceado, ojos color miel.
Lo nombré Kadir por su cabellera rebelde como un árabe.
Estudiaba karate en una academia que impartía esa disciplina que le apasionaba, se preparaba como cualquier estudiante en un colegio.
Su papá lo apoyaba porque era buen estudiante, era hijo de padres divorciados, por la forma como era criado, no tenía problema con esa situación.
Un fin de semana con cada uno que se comunicaban con frecuencia por los intereses de Kadir.
Pero, la madre no aprueba del todo lo del karate, a pesar de que ve lo disciplinado que es su hijo, tiene sus motivos.
Un día de tantos que estaba con su mamá, ese fin de semana le dijo: má’, me llevas a la academia voy tarde y tengo una nueva técnica para hoy.
Ok, le dijo ella, claro que sí, vamos.
Llegaron y ella se marchaba y él la invitó a quedarse diciéndole: quédate para que veas lo que va a hacer tu hijo.
Ella a regañadientes aceptó por no hacerle un desaire.
Lo que iba hacer Kadir era como una prueba, de una técnica aprendida.
No es relevante lo referente a los detalles del acto en sí, sino el momento que el muchacho vuela por el aire con una vuelta espectacular alzando sus brazos y levantando su pie en una patada voladora, como lo vi que pensé me iba patear la cara. Igualito.
La madre no creía lo que veía y le dijo ya cuando llegaron a casa: ¡no sabia que eso era tan dramático!
Que impresión me llevé.
Un día Kadir jugaba fútbol con unos amigos y cosas que sin pensarlo pasan, tropezó con un compañero de forma muy brusca y fue a parar con violencia al suelo golpeándose muy duro la cabeza, quedando sin conocimiento en el suelo, fue asistido y llevado de inmediato a urgencias, su estado era crítico le avisaron a sus padres que llegaron preocupados, el doctor los abordó diciendo que debido al golpe tan violento había sufrido un derrame que le paralizaba la mitad del cuerpo.
¡Qué noticia más devastadora!
VEA TAMBIÉN: Educación de calidad: cuarto objetivo de los ODS
Los padres quedaron destrozados.
La madre abrazada fuertemente al padre, no tenía consuelo, y él, que estaba igual de afectado, no sabía cómo consolarla.
Pasado todos esos momentos innarrables, las aguas turbulentas se fueron volviendo mansas poco a poco con la ayuda de sicólogos y medicamentos.
Kadir estaba instalado en su cuarto del hospital recibiendo tratamiento y terapia para luego continuarlo en su casa.
Un día en que sus papás estaban juntos con él, la madre le preguntó: Hijo, ¿que quieres que hagamos por ti?
Y él, levantando la mano que no estaba paralizada, les enseñó dos dedos juntos y haciendo un gesto entrelazado dijo a medias por la parálisis: que se vuelvan a casar.
Los dos se miraron admirados y vieron lágrimas rodar por las mejillas de su hijo.
Kadir les extendió su mano y se acercaron tomándosela emocionados y él como esperando respuesta los miraba, el padre mirando profundamente a la madre dijo: ¿Me aceptas como esposo otra vez a pesar de mis defectos?
Ella emocionada contestó: sí, con mis defectos te acepto.
No encuentro palabras para describir esta hermosa escena.
Con la mano del hijo entre las suyas se abrazaron fuertemente.
La mamá le dijo a Kadir, temía que te lastimaras con tantas patadas y puños cerrados y ya ves, donde te causaste esto.
Tu papá y yo te ayudaremos con las terapias para que vuelvas a volar por el aire como te gusta.
Kadir solo dejó caer una lágrima de alegría y emoción.
No estaba frustrado por la condición en que se encontraba porque valió para volver a vivir felizmente con sus padres, juntos otra vez.
¡Santo Dios!
Todo lo que salió de esa inesperada patada que vi tan cerquita.
Escritora
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.