Navidad
Inolvidable Calle Belén
La Calle Belén rememora en mí tantos recuerdos que atesoro como una de las etapas más felices de mi vida y que compartí junto a mis primos...
- Martín Fierro
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- - Publicado: 16/12/2018 - 12:00 am
Corría la década de los años 60 y principios de los 70 y cada mes de diciembre la calle 85 San Francisco, conocida hasta mi generación como "Calle Belén", se engalanaba con vistosas luces multicolores y arbolitos de hierro decorados con brillantes y escarchadas guirnaldas blancas, azules, rojas, verdes y plateadas que adornaban las entradas de las casas de los residentes.
Una grandiosa bocina instalada en el techo de la casa de la familia Calviño entonaba para escucharse hasta muy lejos, los clásicos villancicos que desde muy temprano daban la bienvenida a cientos de visitantes que a pie o en sus vehículos recorrían toda la calle para disfrutar en familia el muy vistoso ambiente navideño.
Berta Medina, mejor conocida como "Tía Bertita", era junto un grupo de damas residentes, la organizadora de los arreglos de Calle Belén.
Previo a la fecha, decenas de niños se aglomeraban junto a sus padres a lo largo de toda la calle 85 para esperar con cartita en mano la llegada de Santa Claus, que en los últimos años de actividades fue personificado por mi padre, Roberto Fierro Donado, hijo de doña Esther Donado de Fierro y don José Fierro, la cual residía en Calle Belén desde su inicio y teniendo como vecinos cercanos a su hija Ana Sofía Fierro de Arosemena, Esther Fierro de García, la familia Menache, la de "Pilón" Zubieta, el publicista Alberto Conte, la familia Bloise, los Puerta, entre los que puedo recordar.
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Alguien corría y anunciaba en voz alta: "¡Ya viene Santa Claus!", a la vez que señalaba hacia el cercano aeropuerto de Paitilla donde era claro ver un helicóptero aterrizando, para el poco tiempo aparecer de entre una de las casas, el más esperado por todos portando una gran bolsa llena de golosinas para recibir los deseos de los niños allí presentes.
Una anécdota que no puedo dejar pasar en este recuerdo que hoy evoca mi pensamiento es aquel cuando tío Hiram y papá dejaban frente a la casa de abuelita Esther el bote de pesca, un enorme bongo de madera hecho en Darién que reposaba en un oxidado remolque de hierro que daba muestra del lacerante salitre, al cual estaba muchas veces expuesto.
En momentos en que todos se disponían a arreglar el frente de sus casas, abuelita le dice a Hiram y a Roberto: "muchachos, por favor, muevan de la acera esa lancha y consíganle otro lugar, ya todos están adornando sus arbolitos y eso se ve muy feo ahí y no demora Bertita en decirme eso"; de una vez, suegra, le dice tío Hiram a abuelita Esther, ya Roberto y yo arreglamos eso.. ¿y qué creen?, en vez de quitarlo del frente de la calle, lo que hicieron fue comprar de aquellas extensiones de focos de colores enormes y envolvieron semejante tronco de madera convertido en bote como si fuera un gran arbolito de Navidad, lo que por supuesto, fue la innovación y admiración de ese año donde se centrarían todos los "flash" de las cámaras Polaroid, muy de moda para entonces.
Cada 6 de Enero, los Reyes Magos también visitaban la Calle Belén.
A las 4:00 p.m., hora en que los padres acostumbraban a que sus hijos estuvieran bañados y bien arregladitos, nos reuníamos toda la muchachada en el portal de una de las casas para esperar ansiosos que los Reyes Magos simulados por Jorge y Alberto "Beto" Conte, no recuerdo quién sería el otro, comenzaban a llamar (lista en mano) los nombres de los niños a los cuales les entregarían los regalos, claro, previa coordinación con sus familiares, quienes aportaban los obsequios para sus hijos y nadie se queda por fuera, y si los hubiese, había bolsas con manzanas, uvas, paquetitos de pasitas, galletas y demás golosinas para entregar a los niños visitantes.
Con el tiempo, no vinieron los Reyes Magos “en vivo”, pero nunca faltaron bajo el árbol de navidad de abuelita Esther, las bolsitas con frutas y pastillas para sus nietos.
La Calle Belén rememora en mí tantos recuerdos que atesoro como una de las etapas más felices de mi vida y que compartí junto a mis primos hermanos Hiram José, Hernán Javier, Juan Carlos, Jorge Eduardo y Ricardo Alonso García, a quien Dios llamó a su presencia a la muy corta edad de 16 años, Marianito, Ana Esther, Rosario Arosemena, Danielito Chanis, José "Pepitín" Fierro y sus hermanos Beatriz Victoria y Francisco Fernando; siendo el punto de encuentro la casa de abuelita y las tías Chofi y Tachita, esta última hermana de papá y que vivía en calle 84 San Francisco, en los días de la pujante fábrica familiar conocida como "La Primera Compañía de Galletas de Plátano", que tanto disfrutábamos viendo los inolvidables dobles del teatro Roosevelt, donde de alguna manera siempre pagaba la entrada como chiquito ($0.20) y el resto de mis primos menores que yo, la entrada de adulto de $0.35.
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Los regalos de Navidad no faltaron, nuestros padres siempre nos cumplieron con llevarnos la ilusión y la felicidad propia de todo niño, mis favoritos los carros Tonka y los robots, una innovación para entonces y que hice caminar a mamá por toda la avenida Central buscando uno en especial que antes había visto en la televisión, pero que nunca encontramos de acuerdo con la descripción que daba.
Y así las pistas amarillas y carritos de "Hot Wheel´s", el "JI JOE" amanecían sobre los sofás de la casa con los nombres de cada uno para una indescriptible emoción.
En mi quedó aquella noche deslumbrante de luces destellantes y de fuegos artificiales que anunciaban a la medianoche la hora de la Nochebuena, en que mi madre, Estela De Mena de Fierro, nos vistió a mi hermano Roberto y a mí de policía y en cuyo casco blanco se leía en grandes letras negras las siglas MP, de la policía militar.
Con uniforme y autoridad que nos daba un escandaloso pio atado a un largo cordel para cuello, la cartuchera con pistola de papelillo, nos apostábamos en el cruce de una calle congestionada y bajo la supervisión de los mayores nos disponíamos a “dirigir” el tránsito vehicular y dar paso a las “Posadas” con José y María que recorrían la calle con un burro real.
Muchos años han pasado ya desde que perdió vigencia la Calle Belén, para nosotros fue muy triste la noticia de la venta de la casa de la abuelita y que la adquirió la familia Pajes y donde hoy se alza en la misma un local comercial con una renovada fachada que aún conserva parte del diseño original de la casa.
Aquellos días de las reuniones familiares en casa de "Tía Tachita" para celebrar en familia el 24 de diciembre se fueron, desaparecieron de nuestras vidas, fueron años ininterrumpidos de convivencia familiar, de casa llena que sin pensarlo terminarían definitivamente para nuestra muy unida familia.
Pasamos de ser niños a adultos como nuestros padres, nos casamos, tuvimos hijos, abuelita nos dejó para encontrarse con su amado esposo Pepe a la edad de 99 años, cual bendición divina que Dios nos permitió para disfrutar de su larga vida, y así todo terminó para nosotros.
Con la Calle Belén se fue Santa Claus, los Reyes Magos, las coloridas y luminosas noches de Navidad, los villancicos de los Calviño; muchos residentes vendieron sus propiedades para dar paso a nuevas edificaciones y remodelaciones de tipo comercial, otras luchan contra el paso del tiempo, como el letrero que en la entrada de la calle por la vía Porras aún da la bienvenida a la Calle Belén. Nuestras vidas estaban cambiando, ya no estaría nuestro eje de familia, y así partieron con este efímero flujo de la vida, nuestras tías: Berta Grimaldo, "Tía Chofi", "Tía Tere", algunos primos y todo, amigos míos, acabó.
Hoy solo nos quedan los recuerdos de esa la mejor época vivida, el entusiasmo de nuestros antecesores de brindarles a sus hijos y los visitantes de Calle Belén un ambiente festivo, de profundos valores cristianos que nos enseñaron el sentir del espíritu enaltecedor de sanas costumbres, solidario con el prójimo y de convivencia familiar que fue posible gracias a ese proyecto llamado Calle Belén, y que nunca podrán olvidar quienes tuvimos la dicha y el privilegio de ver sus noches mágicas, esas que solo ahora en nuestras mentes volverán a renacer.
Dedicado a todos los residentes de Calle 85 San Francisco, como a la memoria de aquellos que hoy gozan de la plenitud de la vida eterna, por siempre ¡GRACIAS! por darnos toda esa felicidad.
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