Panamá
Independencia y panameñidad
- Andrés L. Guillen
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- - Actualizado: 04/12/2023 - 12:00 am
El 3 de noviembre de 1903 y su precursor el 28 de noviembre de 1821, influyeron benéficamente en nuestra panameñidad como promesas a futuras generaciones de un país libre e independiente, opuesto a dictaduras antidemocráticas o a colonialismos foráneos, pero ante todo dedicado al bienestar de sus ciudadanos.
Hubo en nuestro largo proceso independentista una esclarecida conciencia liberal, hecha a la imagen y medida tanto de su interoceanidad geográfica como a la de su amor a la libertad.
Con esa fusión de libertad e independencia, sujeta a una generosa limitación personal y a su dependencia estadounidense en 1903 por su ineludible compromiso canalero, se creó una voluntad animadora de convivencia autónoma, diversa y creadora.
Gracias a esa capacidad de despertar almas y sensaciones, pudimos alcanzar nuestra propia originalidad, o sea, nuestra "panameñidad", en contraste con nuestra supuesta misión y destino transitista, o de las influyentes nacionalidades española, colombiana o estadounidense.
La peregrina gloria de ese 3 y 28 de noviembre, al pertenecer a su tiempo, trajo nuevas revelaciones y nuevas verdades a nuestras predilecciones y creencias liberales, en la suma filosófica y política del liberalismo de esos años, haciendo del deber democrático que compromete, el móvil, aspiración y símbolo de la nueva república.
La figura de "movimiento y cambio" para establecer un sistema de gobierno original, sin la ferocidad antagónica igualitaria de una falsa igualdad, con su obligación de tolerancia intemporal y permanente, hizo necesario a nuestra panameñidad saber bien sus responsabilidades y sentir mejor su democracia.
Pero esto siempre fue y siempre será un ideal nunca alcanzado por ser una verdad parcialmente valedera, si bien fue lo permanente en el cambio que dio lugar a una identidad nacional tan atípicas como la nuestra.
En su interesante estudio de dicha identidad panameña "Cultura de la interoceanidad", Ana Elena Porras utiliza metáforas interpretativas como "república bananera", "país profundo", "emporio comercial", "puente del mundo" y su corolario "pro mundo beneficio" concluyendo con "Panamá soberana" y "Panamá 2000" para abarcar las distintas facetas que nos definen como panameños desde 1903 hasta la fecha.
Cada una de esas etapas, en su tiempo, fueron un estímulo y un descubrimiento que enriquecieron a Panamá, ese "lecho en vano herido" para usar la poética descripción de nuestra patria del poeta José Franco en "Panamá Defendida".
Ese excelso uruguayo, José Enrique Rodó, en su "Motivos de Proteo" habla de "mudas de alma" al referirse al gradual desenvolvimiento de la patria y sus personalidades sucesivas, el "movimiento y cambio" mencionado anteriormente, lo que nos trae al Panamá moderno de nuestros días y a la metamorfosis que el tiempo ha producido en nuestra panameñidad, en especial las transformaciones provocada por nuestras espinosas relaciones canaleras con los Estados Unidos que paradójicamente despertaron nuestra alma colectiva, viva antítesis de esa nefasta función transitista panameña, tan arraigada al sentir nacional.
La eficiencia de las causas actuales, cuyo norte es la persistencia de nuestra panameñidad, su destino perenne y exacto, bien puede verse precisamente en la continuidad de estos cambios y en el certero orden del tiempo, que más o menos los regula y rige, especialmente en nuestra época republicana.
De hecho, ese orden del tiempo tiene una razón y un sentido metafísico más profundo que nuestra función interoceánica para definirnos como panameños por los planteamientos que ha hecho de los problemas que hemos enfrentado a través de nuestra historia documentada, parte importante de la historia de América.
Si bien los países son expresiones geográficas y los Estados son formas de equilibrio político, nuestra patria panameña, madre de nuestra panameñidad, ha fundido las aspiraciones, ideales y esfuerzos compartidos por nosotros sus ciudadanos; ha sincronizado nuestros sacrificios y esperanzas; y ha fomentado esos anhelos y voluntades comunes, ayudándonos a hacer juntos grandes cosas.
Por eso, nuestra conciencia nacional, para muchos la verdadera intimidad panameña, es el proyecto de autoestima que siempre debe guiar nuestra panameñidad, con total independencia y libertad.
El articulista es exfuncionario diplomático
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