Visión
Incentivos al turismo
- Jaime Figueroa Navarro
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- opinion@epasa.com
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Todo es un tema de ordenamiento, creatividad, mucho amor por lo nuestro y planificación, hasta ahora inexistente en una Autoridad de Turismo que se jacta de reaccionar en lugar de ejecutar, sin ton ni son, donde las cifras abismales de visitantes van contra la corriente del desarrollo de la industria en la región y a nivel global.

Expedición al cerro Pechito Parao, Darién, desde cuya cima Balboa escudriña el Mar del Sur. Foto; Cortesía del autor.
Goza el istmo de innumerables atractivos, vírgenes al tacto, despejados a la imaginación, que bien pudiesen estrenar el tan esperado despegue en una actividad vacua por falta de liderazgo y acción, logrando el sitial que merece, abarrotando hoteles, forjando líneas de espera en restaurantes y la bonanza de un estupendo destino pleno de actividades 24/7 todas las épocas del año.
Todo es un tema de ordenamiento, creatividad, mucho amor por lo nuestro y planificación, hasta ahora inexistente en una Autoridad de Turismo que se jacta de reaccionar en lugar de ejecutar, sin ton ni son, donde las cifras abismales de visitantes van contra la corriente del desarrollo de la industria en la región y a nivel global.
Caso en mente, Casco Antiguo. En realidad, su desarrollo como atractivo turístico se basa en una agreste iniciativa del gobierno central tras la promulgación de la Ley 9 de 1997 que creaba incentivos fiscales encaminados a promover su desarrollo.
Entre los atractivos de la legislación, para propietarios de edificios, en su mayoría en ruin estado de abandono, se instauraba la exención de impuestos durante 30 años, incluyendo los de ganancias por venta de edificios, paralelos a los incentivos fiscales para propietarios dedicados a actividades comerciales en los predios.
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Ya cumplido el proyecto su mayoría de edad, aún falta pulir la roca porque se nos olvidó que de hecho un proyecto debe contar con un cronograma de desarrollo y este se ha quedado al garete por falta de visión y competencia.
Todos concordamos sobre el enorme valor agregado del Casco al turismo.
Hace falta su tranvía, que bien podría extenderse a lo largo de la Avenida Central y desembocar en la calzada de Amador, el obligatorio éxodo de todas las dependencias estatales que nada tienen que ver allí, entorpeciendo el tránsito en un área que debiese ser plenamente peatonal, contando con actividades artísticas y culturales que inviten a saborear la metrópolis que Corriere della Sera, el diario de mayor circulación en Italia, describe como una mezcolanza tropical de Manhattan y Venecia.
Vámonos más allá.
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Si logramos implementar un proyecto símil para la restauración de la Ciudad de Panamá La Vieja, pero con los puntos sobre las íes, en vez de unas soberbias torres con áurea flecha, glorificaríamos la primera intervención colonial del Pacífico del continente.
¡Designios con visión de turismo que servirían como atractivos para atiborrar los hoteles y arrancar las lagañas de la indiferencia!
Para ponerle la cereza al pastel por qué no, un galeón restaurante que respire la historia en su litoral.
¡Eso sí genera turismo como abejas al panal!
Desde allí, saliendo del Puente del Rey, el trazado del Camino Real, cruzando el emblemático verdor istmeño, los floridos guayacanes y azuladas mariposas, hasta Portobelo. Trocha colonial con su personalidad única, la Ruta del Oro, donde circuló la mayor cantidad del preciado metal en la historia.
¿Cuántos cientos de miles de ávidos senderistas pulularían su trayecto, alejándose de las cárceles de concreto en que se han convertido las ciudades del siglo XXI para admirar su aceitunado paisajismo que invita a la inspiración del esplendor de la selva?
Pechito Parao, cima donde Balboa divisa el esplendor del Mar del Sur espejado en el golfo de San Miguel, allá en la darienita serranía del Majé en 1513.
¡También un destino turístico obligatorio!
Para celebrar los 500 años de la hazaña del Adelantado, lideré una expedición de empresarios panameños.
¡Qué espectáculo sin par!
Y por allí nos vamos.
Teniendo los mangos bajitos, la obscena falta de imaginación nos sitúa en las mazmorras del turismo regional.
Taboga, San Lorenzo, Natá de los Caballeros y allende en provincias, Panamá es un espectáculo esperando que se abra el telón.
¿Hasta cuándo esperamos?
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