Panamá
Impactos al Turismo
- Jaime Figueroa Navarro
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Lo primero que analiza un potencial visitante es el costo del pasaje aéreo a su destino seleccionado.
Justo al inicio de la temporada alta de verano istmeño, los precios de los boletos aéreos están inexplicablemente onerosos, tema que, en adición a una serie de otros factores, influye negativamente en la captación de turistas.
Lo primero que analiza un potencial visitante es el costo del pasaje aéreo a su destino seleccionado. Amén que el fenómeno no solamente impacta a Panamá, es de todos conocido que el potencial turista que nos visita, en su gran mayoría originando en Norteamérica o Europa, selecciona el destino posterior a estudiar las opciones disponibles.
Por el mayor flujo de vuelos trasatlánticos y por ende la competencia existente, se pueden adquirir en muchos casos pasajes más económicos en esa ruta que la muy puntual terminal de Tocumen. Durante el pico de la pandemia de Covid-19, las aerolíneas remataron los precios de los pasajes resultado de la baja demanda.
Al inicio del conflicto Rusia-Ucrania las petroleras en conjunto con OPEP, aprovecharon para el ridículo aumento en los precios del combustible, tema ampliamente resuelto que las aerolíneas utilizan aun como argumento para mantener los precios de los pasajes.
Con los precios de los pasajes tan elevados, la demanda se reducirá severamente, lo que obligará a las aerolíneas a nuevamente rebajar los precios de sus billetes.
Interinamente, todo esto afectará implícitamente el ya alicaído número de turistas que nos visitan durante la temporada alta.
Una forma de resolver permanentemente este juega vivo sería el fomento de incentivos a múltiples otras aerolíneas en la selección de nuestro destino, como bien lo han hecho nuestros competidores centroamericanos y caribeños. Con mayor número de aerolíneas el factor competencia jugaría un papel preponderante en ajustes de precios en un mercado que dominan un numero bien limitado de jugadores.
Para ello habría también que mejorar drásticamente el pobrísimo desempeño del aeropuerto de Tocumen, resultando como ejemplo, estéticamente triste los herbazales aledaños a las pistas dentro de su perímetro, contrastando radicalmente con la impresionante estela de rascacielos capitalinos, amén de todos los otros detallitos que reflejan nuestro persistente tercermundismo.
No es mayor secreto que el magneto más apetecible para los cruceristas a nivel mundial es el tránsito a través del canal de Panamá. Nuestras autoridades no han sabido exprimir jugosamente aquello en términos del turismo.
La semana pasada recibí a un ex compañero universitario quien hizo escala a bordo del MS Oosterdam en el muelle de cruceros de Amador. La pobrísima logística involucrada en el transporte entre el muelle y la terminal de Flamenco absurdamente exprimió casi dos horas a su estancia, a pesar que estas se encuentran prácticamente lado a lado, y eso que nada más cuentan con mangas para dos cruceros, siendo los dos presentes de tamaño pequeño.
La ausencia de planificación para un vibrante turismo es notoria por doquier. El punto que recibe el mayor número de turistas en Panamá es el Centro de Visitantes de Miraflores del Canal de Panamá. Su impresionante anfiteatro IMAX se encuentra clausurado desde hace más de dos años. Las autoridades nos indican que "aquello es un emprendimiento privado". ¿Qué esperamos para reemplazar al actual arrendatario, que se caiga en pedazos? Para colmo de males, el aledaño Centro de Visitantes de Miraflores se encuentra actualmente clausurado por renovaciones, justo al inicio de la temporada alta de turismo. Excusitis y tercermundismos parecen ser la norma, en un turismo que no sabe aprovechar el encanto del destino. ¡Que lástima Panamá!
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