Iglesia de Fátima, más que un templo de oración
Publicado 2002/09/30 23:00:00
- Italia/
Enclavada en El Chorrillo, uno de los barrios populosos más necesitados del país, la parroquia de Fátima se ha convertido con el paso de los años, en una de las comunidades eclesiales con mayor diversidad de obras sociales al servicio de los más necesitados, tanto de su propio entorno, como de muchos panameños provenientes de apartados rincones del país.
El vasto complejo, integrado por un asilo de ancianos, el hogar de niñas, hogar de chicos, comedor infantil, instituto vocacional, biblioteca comunitaria y próximamente un salón de cómputo con servicio de Internet incorporado para uso académico gratuito, es una obra de la comunidad sacerdotal de La Merced, que inició su presencia en El Chorrillo a inicios de la década del ochenta.
Más que representar un templo sagrado de oración, la Iglesia de Fátima es el hogar de decenas de ancianos, niños y jóvenes. Mientras que para otro grupo mucho mayor, es el sitio donde por veinticinco centésimos podrán obtener el desayuno o almuerzo diario.
¿Pero cómo es la labor de quienes cada día deben procurar ser la columna vertebral de una gran familia? Ardua, comenta a El Panamá América el sacerdote de la orden de La Merced, Francisco Sanz.
De acuerdo con el "padre Francisco", son obras que no se hacen por la simple razón de hacer el bien, "porque nadie hace el bien porque sí, sino por el amor a Dios".
Y es precisamente ese amor a Dios el que llevó a esta comunidad eclesial, de manos del padre Joaquín Villán, a iniciar en el año 1981 su primera gran obra comunitaria: la reapertura del comedor parroquial, que desde esa fecha y hasta la actualidad ha sido un aliciente para miles de familias chorrilleras que no puede hacer frente a la elemental necesidad de la alimentación.
Esa necesidad no ha disminuido, agrega el padre Francisco, ya que actualmente el comedor parroquial sirve de manera mensual más de 17 mil raciones de comida, en su mayoría para niños que acuden en busca de una almuerzo, el que consiguen a sólo 10 centésimos.
Según el párroco, esta cantidad de comida expedida precisa que al mes se inviertan unos B/. tres mil balboas para comprar alimentos. Otra gran cantidad de ellos se adquieren gracias a la generosa colaboración de múltiples empresas privadas y un pequeño subsidio estatal.
La parroquia de Fátima tiene buenas noticias, debido a que recientemente fue reinaugurado, luego de un largo proceso de restauración, el hogar de ancianos. Para ello, la casa conocida como Hogar San Pedro Nolasco tuvo que cerrar sus puertas por espacio de un año y enviar a sus albergados a diferentes hogares de ancianos e incluso con sus propios familiares.
Francisco Sanz explicó que las obras en el hogar de ancianos debieron iniciar en abril de año 2001 con fondos principalmente provenientes del subsidio estatal que recibe la parroquia del Ministerio de la Juventud. Sin embargo, los recortes en los gastos que implementó la administración gubernamental provocaron que los trabajos de remodelación se postergaran por más de un año.
Afortunadamente, una vez adquiridos los recursos se pudieron iniciar los trabajos, que incluyeron la remodelación de los dos pisos del hogar de ancianos, así como el levantamiento del techo principal para poder colocar abanicos en todos los cuartos.
Otros trabajos incluyeron la colocación de losas y baldosas en pisos y baños, lo que ha permitido que a la fecha unos 20 ancianos estén residiendo nuevamente en el hogar en medio de un ambiente mucho más cómodo y acogedor.
En cuanto al hogar de muchachos, este abrió sus puertas en 1983 como una alternativa a chicos adolescentes sin un hogar o familia que los albergara. Hoy en día la casa hogar está integrada por unos 18 chicos, con edades de entre 12 y 24 años, a quienes se les brinda toda la manutención y la capacitación necesaria, ya sea para su formación académica o laboral.
El hogar de señoritas, por su parte, está conformado por 24 muchachas, la más pequeña de ellas de tan sólo cinco años de edad. El hogar de chicas fue fundado en 1986 impulsado principalmente por las monjas de la orden de La Merced que llegaron a Fátima.
Según el padre Francisco, Fátima siempre se ha procurado que la diversidad de los jóvenes (varones y muchachas) que ingresan a cada uno de los hogares sea amplia. "Tenemos limitado la cantidad de jóvenes de un mismo entorno o del mismo barrio que ingresan, porque sino rompen la dinámica del hogar, porque sus talantes son muy distintos", explica.
En cuanto a la manera como llegan a la parroquia, detalla que en muchos casos provienen de familias que enfrentan serios problemas económicos u otro tipo de conflicto.
"Se les exige responsabilidad, que estudien. Porque hay algunos que llegan pensando que eso es un hotel y se les instruye que no es así", comenta.
Aclara que otro requisito tomado muy en cuenta para recibir a los jóvenes en el hogar es que no tengan problemas con la ley.
¿Pero cómo procuran una adecuada formación de estos jóvenes que crecen sin la presencia de una madre o un padre? De acuerdo con Francisco, "a base de mucho hablar con ellos, estar pendiente de ellos, corregir, animar, tratar de inculcarles valores y actitudes positivas".
Curiosamente, cuenta el párroco, en algunos casos el aferre que llegan a tener algunos de los chicos y chicas de los hogares obliga a sus autoridades a "exponerles la necesidad de abandonar el hogar y hacer sus propias vidas". Ello, obviamente, una vez que el joven adulto está en plena capacidad para asumir esas responsabilidades.
Para el padre Francisco, la parroquia de Fátima ofrece un componente único al concentrar a tres grupos: los ancianos, las niñas y los varones.
La diversidad, agrega, permite que los niños y ancianos estén en constante interacción entre sí, lo que se convierte en un gran estimulante para los adultos mayores.
Con la finalidad de crear los mecanismos que permitieran la preparación laboral de los jóvenes, la Iglesia de Fátima inicia hace más de una década el ambicioso proyecto del Instituto Vocacional, el que permitirá la capacitación de los jóvenes en artes industriales como electricidad, ebanistería, mecánica, soldadura, refrigeración, computación y belleza.
"Los talleres son bien prácticos y permiten que el joven aprenda una disciplina y la pueda poner en ejecución con beneficios en un tiempo inmediato", indica el sacerdote, al añadir que cada interesado paga una matrícula de B/. 20.00 y una mensualidad igual.
Por lo práctico de las disciplinas el Instituto sólo acepta jóvenes, hombres o mujeres, con edad de 15 años en adelante.
Pero pese a toda esta facilidad, el padre Francisco tiene una queja. "Lastimosamente y pese a las necesidades de empleos que tienen los jóvenes de El Chorrillo, la mayoría de los estudiantes del Instituto viene de afuera", critica.
Las facilidades en cuanto a costo y materiales que presta el Instituto Vocacional a cada uno de sus estudiantes son únicas, al punto que los pagos de matrícula y mensualidades no se ajustan a los costos reales y materiales facilitados. "Nunca se saca ni para pagar a los profesores. El instituto se sostiene al igual que las demás obras sociales de la parroquia:
Con la colaboración de particulares, empresas y fundaciones que aportan con solidaridad"
"Si no fuera por ello sería absolutamente imposible, porque los talleres son caros, tanto en equipamiento, mantenimiento y funcionamiento diario", acota el sacerdote.
Al margen de la amplia asistencia social que brinda Fátima, no siempre hay agradecimientos.
"Hay personas ingratas y abusadoras que utilizan los servicios de Fátima y expresan que por ser pobres la parroquia tiene la obligación de atenderlos, pero afortunadamente también hay personas muy colaboradoras que solo están a la espera de lo que uno les pida para prestar su colaboración a la parroquia", ilustró el padre Francisco.
A pesar de las nimiedades en contra, el sacerdote se muestra satisfecho por la labor social que ha realizado la parroquia de Fátima en medio de sus necesidades.
"Ahora estamos necesitando unas sillas especiales que se utilizan para bañar a las personas. Las necesitamos para el aseo de los abuelos", indicó.
Pero así como el sacerdote expone las necesidades materiales, reconoce que a nivel de su feligresía debe haber un trabajo profundo que permita que el crecimiento de la fe de la comunidad chorrillera se acreciente.
"Cuando el padre Sosa creó la parroquia reconoció años más tarde que primero hizo la Iglesia y luego la comunidad, cuando debió ser al revés", aceptó el padre Francisco consciente que la tarea fundamental es captar a esa feligresía residente en el barrio que por muchas razones optan por participar en otras parroquias vecinas a El Chorrillo, sin aprovechar las múltiples facilidades eclesiales y comunitarias que ofrece Fátima.
El vasto complejo, integrado por un asilo de ancianos, el hogar de niñas, hogar de chicos, comedor infantil, instituto vocacional, biblioteca comunitaria y próximamente un salón de cómputo con servicio de Internet incorporado para uso académico gratuito, es una obra de la comunidad sacerdotal de La Merced, que inició su presencia en El Chorrillo a inicios de la década del ochenta.
Más que representar un templo sagrado de oración, la Iglesia de Fátima es el hogar de decenas de ancianos, niños y jóvenes. Mientras que para otro grupo mucho mayor, es el sitio donde por veinticinco centésimos podrán obtener el desayuno o almuerzo diario.
¿Pero cómo es la labor de quienes cada día deben procurar ser la columna vertebral de una gran familia? Ardua, comenta a El Panamá América el sacerdote de la orden de La Merced, Francisco Sanz.
De acuerdo con el "padre Francisco", son obras que no se hacen por la simple razón de hacer el bien, "porque nadie hace el bien porque sí, sino por el amor a Dios".
Y es precisamente ese amor a Dios el que llevó a esta comunidad eclesial, de manos del padre Joaquín Villán, a iniciar en el año 1981 su primera gran obra comunitaria: la reapertura del comedor parroquial, que desde esa fecha y hasta la actualidad ha sido un aliciente para miles de familias chorrilleras que no puede hacer frente a la elemental necesidad de la alimentación.
Esa necesidad no ha disminuido, agrega el padre Francisco, ya que actualmente el comedor parroquial sirve de manera mensual más de 17 mil raciones de comida, en su mayoría para niños que acuden en busca de una almuerzo, el que consiguen a sólo 10 centésimos.
Según el párroco, esta cantidad de comida expedida precisa que al mes se inviertan unos B/. tres mil balboas para comprar alimentos. Otra gran cantidad de ellos se adquieren gracias a la generosa colaboración de múltiples empresas privadas y un pequeño subsidio estatal.
La parroquia de Fátima tiene buenas noticias, debido a que recientemente fue reinaugurado, luego de un largo proceso de restauración, el hogar de ancianos. Para ello, la casa conocida como Hogar San Pedro Nolasco tuvo que cerrar sus puertas por espacio de un año y enviar a sus albergados a diferentes hogares de ancianos e incluso con sus propios familiares.
Francisco Sanz explicó que las obras en el hogar de ancianos debieron iniciar en abril de año 2001 con fondos principalmente provenientes del subsidio estatal que recibe la parroquia del Ministerio de la Juventud. Sin embargo, los recortes en los gastos que implementó la administración gubernamental provocaron que los trabajos de remodelación se postergaran por más de un año.
Afortunadamente, una vez adquiridos los recursos se pudieron iniciar los trabajos, que incluyeron la remodelación de los dos pisos del hogar de ancianos, así como el levantamiento del techo principal para poder colocar abanicos en todos los cuartos.
Otros trabajos incluyeron la colocación de losas y baldosas en pisos y baños, lo que ha permitido que a la fecha unos 20 ancianos estén residiendo nuevamente en el hogar en medio de un ambiente mucho más cómodo y acogedor.
En cuanto al hogar de muchachos, este abrió sus puertas en 1983 como una alternativa a chicos adolescentes sin un hogar o familia que los albergara. Hoy en día la casa hogar está integrada por unos 18 chicos, con edades de entre 12 y 24 años, a quienes se les brinda toda la manutención y la capacitación necesaria, ya sea para su formación académica o laboral.
El hogar de señoritas, por su parte, está conformado por 24 muchachas, la más pequeña de ellas de tan sólo cinco años de edad. El hogar de chicas fue fundado en 1986 impulsado principalmente por las monjas de la orden de La Merced que llegaron a Fátima.
Según el padre Francisco, Fátima siempre se ha procurado que la diversidad de los jóvenes (varones y muchachas) que ingresan a cada uno de los hogares sea amplia. "Tenemos limitado la cantidad de jóvenes de un mismo entorno o del mismo barrio que ingresan, porque sino rompen la dinámica del hogar, porque sus talantes son muy distintos", explica.
En cuanto a la manera como llegan a la parroquia, detalla que en muchos casos provienen de familias que enfrentan serios problemas económicos u otro tipo de conflicto.
"Se les exige responsabilidad, que estudien. Porque hay algunos que llegan pensando que eso es un hotel y se les instruye que no es así", comenta.
Aclara que otro requisito tomado muy en cuenta para recibir a los jóvenes en el hogar es que no tengan problemas con la ley.
¿Pero cómo procuran una adecuada formación de estos jóvenes que crecen sin la presencia de una madre o un padre? De acuerdo con Francisco, "a base de mucho hablar con ellos, estar pendiente de ellos, corregir, animar, tratar de inculcarles valores y actitudes positivas".
Curiosamente, cuenta el párroco, en algunos casos el aferre que llegan a tener algunos de los chicos y chicas de los hogares obliga a sus autoridades a "exponerles la necesidad de abandonar el hogar y hacer sus propias vidas". Ello, obviamente, una vez que el joven adulto está en plena capacidad para asumir esas responsabilidades.
Para el padre Francisco, la parroquia de Fátima ofrece un componente único al concentrar a tres grupos: los ancianos, las niñas y los varones.
La diversidad, agrega, permite que los niños y ancianos estén en constante interacción entre sí, lo que se convierte en un gran estimulante para los adultos mayores.
Con la finalidad de crear los mecanismos que permitieran la preparación laboral de los jóvenes, la Iglesia de Fátima inicia hace más de una década el ambicioso proyecto del Instituto Vocacional, el que permitirá la capacitación de los jóvenes en artes industriales como electricidad, ebanistería, mecánica, soldadura, refrigeración, computación y belleza.
"Los talleres son bien prácticos y permiten que el joven aprenda una disciplina y la pueda poner en ejecución con beneficios en un tiempo inmediato", indica el sacerdote, al añadir que cada interesado paga una matrícula de B/. 20.00 y una mensualidad igual.
Por lo práctico de las disciplinas el Instituto sólo acepta jóvenes, hombres o mujeres, con edad de 15 años en adelante.
Pero pese a toda esta facilidad, el padre Francisco tiene una queja. "Lastimosamente y pese a las necesidades de empleos que tienen los jóvenes de El Chorrillo, la mayoría de los estudiantes del Instituto viene de afuera", critica.
Las facilidades en cuanto a costo y materiales que presta el Instituto Vocacional a cada uno de sus estudiantes son únicas, al punto que los pagos de matrícula y mensualidades no se ajustan a los costos reales y materiales facilitados. "Nunca se saca ni para pagar a los profesores. El instituto se sostiene al igual que las demás obras sociales de la parroquia:
Con la colaboración de particulares, empresas y fundaciones que aportan con solidaridad"
"Si no fuera por ello sería absolutamente imposible, porque los talleres son caros, tanto en equipamiento, mantenimiento y funcionamiento diario", acota el sacerdote.
Al margen de la amplia asistencia social que brinda Fátima, no siempre hay agradecimientos.
"Hay personas ingratas y abusadoras que utilizan los servicios de Fátima y expresan que por ser pobres la parroquia tiene la obligación de atenderlos, pero afortunadamente también hay personas muy colaboradoras que solo están a la espera de lo que uno les pida para prestar su colaboración a la parroquia", ilustró el padre Francisco.
A pesar de las nimiedades en contra, el sacerdote se muestra satisfecho por la labor social que ha realizado la parroquia de Fátima en medio de sus necesidades.
"Ahora estamos necesitando unas sillas especiales que se utilizan para bañar a las personas. Las necesitamos para el aseo de los abuelos", indicó.
Pero así como el sacerdote expone las necesidades materiales, reconoce que a nivel de su feligresía debe haber un trabajo profundo que permita que el crecimiento de la fe de la comunidad chorrillera se acreciente.
"Cuando el padre Sosa creó la parroquia reconoció años más tarde que primero hizo la Iglesia y luego la comunidad, cuando debió ser al revés", aceptó el padre Francisco consciente que la tarea fundamental es captar a esa feligresía residente en el barrio que por muchas razones optan por participar en otras parroquias vecinas a El Chorrillo, sin aprovechar las múltiples facilidades eclesiales y comunitarias que ofrece Fátima.
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