Cristianos
Guiados por el Espíritu, manténganse siempre alerta y sin desanimarse
- Manning Maxie Suárez [email protected]
Así como el soldado está presto a su llamado, el cristiano de igual manera debe prepararse no solamente cuidando su cuerpo sino su espíritu, su mente, que es a fin de cuenta lo más importante.
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Papa Francisco se entrega a la oración. Luchamos contra “malignas fuerzas espirituales tanto del cielo como de la tierra, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo actual de tinieblas que nos rodea” (Efesios 6:12). Foto EFE.
Decía en un artículo anterior que la oración diaria debe ser para el cristiano, un arma poderosísima y de gran eficacia.
Como decía el Padre Ignacio Larrañaga, fundador de los Talleres de Oración y Vida, “la Iglesia necesita con urgencia más Místicos”.
Cuando una persona entra en el ejército, la institución provee lo necesario para que esa persona pueda realizar con eficiencia su misión.
Para ello, debe prepararse debidamente, deberá fomentar su conocimiento en el arte de la guerra, consolidar sus estudios, realizar prácticas de campo y sobre todo estar alerta para el momento en que se requiera de su vocación.
Eso lo sabe cualquier persona que haya tenido una formación militar.
Así como el soldado está presto a su llamado, el cristiano de igual manera debe prepararse no solamente cuidando su cuerpo sino su espíritu, su mente, que es a fin de cuenta lo más importante.
San Pablo, nos exhorta a que nuestra fe sea madura (cf. Filp. 3:15ª), y esta es concebida en la actitud firme de “lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante,” (v.13b).
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La mejor actitud es la que él mismo señala diciendo: “Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él (Jesús) y encontrarme unido a él; no con una justicia propia, adquirida por medio de la ley, sino con la justicia que se adquiere por la fe en Cristo, la que da Dios con base en la fe” (Flp. 3:8b-9).
Ello solo es posible a través de la oración continua y la entrega diaria a Dios sin ningún tipo de limitaciones.
En la carta de san Pablo a los Efesios, que es una contemplación del apóstol del plan de Dios realizado en Jesucristo y en la Iglesia para el mundo, con la consiguiente exhortación a llevarlo a la práctica en todos los actos de la vida, nos agrega el apóstol a estas frases sabias de trascendental importancia, pues tenemos que preguntarnos hoy día: ¿contra qué o quiénes luchamos los hombres y mujeres de buena voluntad y el porqué de esta preparación?
Luchamos contra “malignas fuerzas espirituales tanto del cielo como de la tierra, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo actual de tinieblas que nos rodea” (Efesios 6:12).
Que de manera despiadada se dirigen contra nosotros y contra todos los que obran según la voluntad de Dios con sus “flechas encendidas del maligno” (Efesios 6:16. Cf. 6:10-20).
Un mundo dirigido por intereses políticos, económicos y malignos, caracterizado por articular todas sus acciones en contra de la justicia y la vida.
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Fuerzas malignas que mueven los hilos de la muerte en todas las sociedades donde se han olvidado del amor de Dios, fuerza creadora y llena de amor y de bondad.
Esos mismos que nos tienen al borde de la destrucción mundial haciendo que el fin de esta humanidad sea cada vez más cerca para millones de seres en todas partes del planeta.
Lo real y actualizado de las palabras del apóstol san Pablo, donde el mismo nos previene y nos da la solución inmediata para ser verdaderos “Soldados de Cristo”: “No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo” (Efesios 6:18).
Señalemos de manera más desmenuzada las palabras mismas de san Pablo en esta epístola: “Firmes como soldados”; “Revestidos de la Verdad”; “Protegidos por la Rectitud”; “Listos para Anunciar el Evangelio”; “que la fe sea nuestro escudo”; “que la salvación sea nuestro casco; y “La palabra de Dios sea nuestra espada”.
Valores intrínsecos de un buen cristiano y de todas las personas de buena voluntad.
Sacerdote.
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