Gran enemigo, la desesperación
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Un cirujano que ve que su paciente empieza a desangrarse, a respirar con dificultad, y sabe que debe manejar con destreza el bisturí, y hacer los cortes con precisión y sin tardanza para poder salvar la vida de la persona, no puede darse el lujo de desesperarse, perder la calma, ponerse nervioso, porque puede ocasionar la muerte del individuo. Debe mantener un control emocional muy grande de sí mismo. Imaginemos a un piloto de avión que se le apague un motor en pleno vuelo y deba volar con un solo motor y buscar la pista más cercana y aterrizar. Debe mantener total serenidad, estar pendiente de todos los aparatos y señales del avión para conducirlo con seguridad al lugar adecuado. De él depende la vida de muchos pasajeros. Este piloto debe ser dueño de sus emociones y mantener la mente alerta y concentrarse en el vuelo de la mejor manera. Pues así mismo usted cuando entra en un periodo de crisis por diversas circunstancias. La vida contiene muchos momentos imprevistos, situaciones que aparecen y trastornan nuestros planes, obstáculos que escapan a nuestros cálculos y estrategias, y en donde se necesita mantener un control emocional único, una serenidad a prueba de "terremotos", y eso se obtiene con mucha oración, pensamientos positivos, métodos de relajación, un cierto desapego a resultados, una objetividad en cuanto que todo es relativo menos Dios, y un contentarse con lo que uno tiene.
En cuanto a la oración te permite tener más cercanía con el Señor que todo lo puede. Habituarse a cultivar pensamientos positivos te ayuda a ver lo bueno que hay en todas las cosas. Los métodos de relajación ayudan mucho. Son diversos y cada persona debe buscar el que mejor le asienta. Te ayudan a bajar tu nivel de estrés que puede ser peligroso. El desapego en la vida siempre es fundamental. No podemos atarnos a cosa alguna considerándola imprescindible para vivir. Solo Dios es el totalmente necesario. Y aprender a contentarse con lo que uno tiene. Nada de codicia. Es bueno tener ideales y metas, pero sin caer en la burda ambición de querer conseguir lo que se pueda y sin importar los medios.
Para no desesperarse hay que tener mucha disciplina mental y saber cuando empieza uno a inquietarse, a ponerse tenso y nervioso. Al detectar eso ya uno enciende las alarmas y comienza a respirar más hondo, a estudiar el asunto y a pensar en posibles soluciones al problema que se presenta, a evitar caer en pánico o miedo irracional. Se invoca la presencia del Señor y se le pide paz y serenidad. Dios nunca falla. La cuestión es no caer en desesperación.
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