Cartas desde el frente europeo
Futurae
Una relación parasitaria mutua, unos reciben billetes a cambio de lealtad y la otra parte mantiene sometida a la sociedad con el músculo y el caos que atraen a las masas de sus seguidores.
Cartas desde el frente europeo
Una relación parasitaria mutua, unos reciben billetes a cambio de lealtad y la otra parte mantiene sometida a la sociedad con el músculo y el caos que atraen a las masas de sus seguidores.
Las horas finales de este estrambótico año están llegando. Las situaciones en la que nos hemos visto envueltos nos acompañarán más allá de las 12 campanadas del Año Nuevo. Estos cuatro dígitos se tatuarán en el imaginario colectivo y serán el lienzo de aventuras futuras. Estos meses nos han mostrado la impredecibilidad del futuro. Lo mucho que pueden llegar a cambiar los planes, los lugares y las personas con solo una modificación en el estilo de vida. Pero de aquí, de esta gran circunstancia en la que estamos sumergidos, podemos revelar la gran enseñanza que nos ha querido regalar el Universo: debemos alejarnos del pensamiento del final de cuento de hadas. No somos, ni seremos jamás, la última versión de nosotros mismos.
Somos fluidos, flexibles. Cambiamos con las temporadas, con los meses, con los días, con los minutos; no estamos sujetos a las cadenas de lo imperecedero, nos encontramos siempre en el trabajo de mejorar, actualizar y evolucionar nuestro ego. Esta es una idea que no debe escapar de nuestra cabeza, es importante recordar cada tanto tiempo esta noción.
Un ejemplo claro de este fenómeno psicológico es pensar en cómo era el mundo hace 20, 10 o 5 años. Pensar en los gustos que teníamos, el corte de pelo o la ropa que usábamos. Siempre existe algo de aquello que no termina de cuadrar en nuestra conciencia actual, algo que creemos que no deberíamos haber usado. Ese cambio es la fluidez de nuestra personalidad. Lo líquida que resulta ser la mente humana. Lo importante es conocer que todos esos cambios fueron los que nos trajeron aquí, recordar sin arrepentimiento nuestra imagen pasada.
Eso es lo que a muchos jóvenes les sucederá dentro de una década o dos. A una generación que se ha dejado llevar por todos los vicios tratando de normalizar conductas perversas y dejando tras de sí un rastro de decadencia. Verán, después de que los años de bacanales y estupefacientes pasen, lo vacío de su interior. Su abandono de toda espiritualidad, su amplia repulsión a la tradición y sus ganas de apoyar el ascenso de ideologías podridas, les traerán amargos recuerdos cuando los aceche la penumbra de su ayer.
Pronto saldrán a cuestionar el peso de la historia de una persona. Queriendo regresar a la sociedad que ellos mismos abandonaron. Van a regresar lamentándose de sus acciones en la Red y de las repercusiones que estas traerán consigo en el mundo real. Su castillo de naipes está en juego, el dinero no aparece de la nada y las deudas no se pagan con “buenas acciones”. Su discursillo correctivo de poco les va a servir contra la imparable fuerza del tiempo que corre.
Los gobiernos actuales marcan el paso de lo que las juventudes de la izquierda buscan. Pagas por vagancia, ayudas y subsidios; los nuevos bohemios han encontrado en los partidos socialistas su ganso de los huevos de oro. Una máquina de imprimir billetes que no decepciona a la hora de llenarle los bolsillos a más de cuatro holgazanes que los siguen. Una relación parasitaria mutua, unos reciben billetes a cambio de lealtad y la otra parte mantiene sometida a la sociedad con el músculo y el caos que atraen a las masas de sus seguidores.
Pero vamos a ver, con el paso de las primaveras, cómo el remordimiento y la pesadumbre por sus acciones hará estragos en la psique de la sociedad futura. Los millones que crecieron sin recibir un ‘no’ verán cómo las consecuencias los terminarán atrapando. Es ahí cuando aprenderán que toda acción tiene una reacción, que esta paranoia global tenía que caer, y muchos voltearán a ver su historia con pena y agobio.
Estudiante panameño en España.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.