Relato
Funeraria con ataúdes llenos
- Bernardina Moore [email protected]
Siguió abriendo uno por uno y no podía creer lo que sus ojos veían. Todos los ataúdes llenos tapados con sábanas blancas como no le dio por ver quienes eran, dijo lleno de alegría: no sé de dónde salieron ni quién los puso ahí pero, ¡gracias Señor por acordarte de mi!,
Aunque es un negocio, debes tener sentimiento y solidaridad con los dolientes y no alegrarte con la desgracia ajena. Foto: EFE.
El propietario de la Funeraria “Descansa Cómodo”, se quejaba de lo mal que estaba el negocio.
Se decía, -no le deseo la muerte a nadie pero, los vivos no me dan de comer sino los muertos, qué dilema tengo, no puedo alegrarme porque mueran y estar triste porque viven-.
Y así pasaba don Panteón sus días esperando ver entrar a gente con cara de velorio buscando ataúd y parece que en ese pueblo la gente come bien y vive sano porque nunca les da ni un resfriado.
Un día, entró un amigo y le preguntó : ¿entonces, Panteón, no cae ni uno? ¡Qué va, ni por equivocación!, respondió el aludido.
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El amigo le comentó: anoche me dio un faracho y pensé alegrarte un poco, pero mi mujer me dio un menjunje que me levantó enseguida.
Panteón lo miró fijamente y pensó para sus adentros: “lástima que tengas una mujer tan bellaca” su amigo al ver que lo miraba fijamente le preguntó: ¿qué pasa?
No, nada, me alegro que estés bien y no fue nada grave.
No veo que estés muy contento de saber que no fui cliente tuyo.
Panteón, reaccionando, dijo: no digas eso, ¿cómo se te ocurre?
Eres buen amigo mío.
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Sí, pero vivo no te sirvo de nada, muerto puedes pagar deudas y hacer súper, ¡ja,ja,ja,ja!
No me eches cuento Pante’, y salió del local.
Al quedar solo, alzaba los ojos al cielo y suplicaba: Señor, perdóname por desear que la gente se muera, pero recuerda que no vendo mangos, sino ataúdes y solo se llenan con muertos.
De pronto, escuchó una voz que le dijo: ¿Quieres muertos?
No te preocupes, ¡los tendrás!
Panteón se asustó tanto que dejó de orar y se marchó para su casa impresionado por lo sucedido.
Esa noche, Tumbita, el amigo de Panteón, tuvo una idea y reunió a todos sus amigos del barrio y les dijo: Vamos a darle una alegría a Panteón, que se muere porque nadie estira la pata; procuren traer una sabana blanca sin que sus mujeres se den cuenta y salgan de casa a medianoche que vamos para la funeraria de Panteón.
Cuando lleguemos, todos nos meteremos en un cajón o ataúd y nos tapamos con la sábana quietecitos esperando que Panteón abra.
Cuando este llegó, como siempre, hizo lo que hace de rutina, prender luces, abrir ventanas y esas cosas, siempre sacude el polvo de los ataúdes de último.
Cuando sacudió el primero del susto casi le da un infarto
Siguió abriendo uno por uno y no podía creer lo que sus ojos veían.
Todos los ataúdes llenos tapados con sábanas blancas como no le dio por ver quienes eran, dijo lleno de alegría: no sé de dónde salieron ni quién los puso ahí pero, ¡gracias Señor por acordarte de mi!, ya averiguaré si hubo peste o matanza, no importa, la cosa se puso buena y se acordaron de mí.
En ese instante todos se levantaron a la vez y el pobre Panteón quedó paralizado, en shock, con los ojos desorbitados lleno de pánico, sin poder moverse y Tumbita se le acercó y le dijo: ¿te das cuenta que sí te alegras cuando alguien muere?
A pesar de que vives de esto, debes tener sentimiento y solidaridad con los dolientes y no alegrarte con la desgracia ajena.
Panteón aprendió algo valioso relacionado con su negocio.
Escritora.
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