La fuerza moral de la constituyente
Hay lobos rapaces, hambrientos, que disfrazados de inocentes criaturas e inofensivos humanos, o de pacíficas y tiernas ovejas, ahora resulta que le quieren vender el cuento a este país que quieren una nueva Constitución.
- Silvio Guerra Morales
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- - Publicado: 26/3/2021 - 12:00 am
La Fuerza Moral o la Fuerza Constituyente que debe alentar e inspirar al Espíritu Constituyente reposa allí, en humilde y silenciosa cuna popular. Foto: EFE.
Si hay dos géneros literarios de los cuales podamos predicar o afirmar que son antiguos y que han permanecido en el transcurso de los siglos, sin duda alguna, que nos estaríamos refiriendo al género literario de la fábula, por un lado, y por otro lado, el cuento.
Es muy frecuente encontrar en el cuento la clara alusión a las fábulas y viceversa. No pocas veces la narración fabulosa también comprende al cuento. Sin embargo, es claro que existen sustanciales diferencias entre uno y el otro, resaltando, en primer lugar, la extensión de sus contenidos dado que las fábulas suelen ser cuando no cortas, muy cortas; los cuentos, al contrario, presentan una mayor extensión dado que la narrativa es mucho más flexible y alargada.
La inventiva para la narración de un cuento puede trasladarse, inclusive a situaciones, circunstancias, lugares, momentos, etc., no usados ni propios de la fábula. Generalmente, el cuento distrae, entre tanto que la fábula produce una moraleja aleccionadora, educativa e instructiva.
La fábula decanta, en consecuencia, en un mensaje de carácter ético o moral. Tiene mayor ponderación, en el lenguaje popular la fábula frente al cuento, siendo que de este último hasta se ha acuñado la expresión: "Cuentos es lo que no se quiere".
Trasciende, por alguna razón y dado el contenido del presente artículo, hacer mención del cuento Caperucita Roja, difundido primeramente por todo Europa y hoy a nivel mundial, traducido en múltiples idiomas y citado por literatos, políticos, escritores, historiadores, novelistas, etc.
De la genialidad asombrosa y de la pluma hábil de Charles Perrault surge Caperucita Roja (Le Petit Chaperon Rouge) cuya trama se desarrolla así: Una niña que quería mucho a su abuelita y un buen día su madre le da una cesta con comida para que se la lleve, dado que está enferma y vive lejos.
Obedientemente, Caperucita lleva la cesta encontrándose en el camino con el Lobo Feroz que la reta a una carrera hasta la casa de la abuela siendo que esta era una trampa que le había tendido poco después.
El Lobo Feroz se había comido a la abuelita y pasándose por ella también quería comerse a Caperucita. Caperucita Roja es el único cuento de Charles Perrault en donde la alusión a algo mágico está excluida. No hay hadas madrinas, ni varitas mágicas, ni ogros, ni botas de siete lenguas. Se dice que Perrault lo que perseguía era dar una lección moral a los jóvenes que suelen establecer relaciones con extraños y desconocidos.
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Es importante señalar que en el cuento original de Perrault el lobo no se disfraza de abuelita sino que se mete en la cama. Caperucita Roja se acuesta desnuda y se acuesta con el lobo. Esta se asombra de ver cómo es su abuelita. La pobre caperucita termina devorada por el lobo malvado y rapaz.
También está la versión de Caperucita Roja de los hermanos Grimm de 1857 y añadieron al cuento de Perrault de 1697 a un cazador que estaba buscando al lobo, quien luego de matarlo, rescata a la niña y a la abuela. Bueno, lo más importante de estas referencias es señalar o apercibir a nuestro pueblo que no juguemos, ni siquiera intentarlo, al papel de Caperucita Roja. Hay lobos rapaces, hambrientos, que disfrazados de inocentes criaturas e inofensivos humanos, o de pacíficas y tiernas ovejas, ahora resulta que le quieren vender el cuento a este país que quieren una nueva Constitución.
Desde ya, hay que decirle a los panameños, a nuestros compatriotas, que jugar a la inocente Caperucita Roja puede ser muy peligroso. No aceptemos ninguna carrera en medio del espeso bosque de la corruptela política a como tampoco permitamos que el Lobo Feroz nos invite a sus casas y que durmamos con ellos en sus camas. Terminaremos devorados como la dulce e inocente Caperucita Roja del cuento de Charles Perrault.
He dicho y lo vuelvo a sostener: Entraña a una verdadera inmoralidad que el discurso de la convocatoria hacia una constituyente sea apropiado por sectores mezquinos, sean estos políticos o económicos y que ante un escenario de la crítica expectación que vive el país, terminarán poniendo a sus "constituyentes" y con un proyecto de Constitución hecho a la exacta medida de sus intereses y apetencias rapaces.
Por ello coincido, plenamente, con reciente afirmación hecha por mi hermano Ramiro Guerra, al indicar que lo más sensato es que sea el pueblo panameño, como único recipiendario del poder de convocatoria hacia una Constituyente, quien asista a las urnas para que exprese su voluntad en torno a si su pretensión es una Constituyente Originaria, Paralela u otro tipo de método reformatorio. Y es que la Fuerza Moral o la Fuerza Constituyente que debe alentar e inspirar al Espíritu Constituyente reposa allí, en humilde y silenciosa cuna popular.
Esto conllevará, obviamente, a que se establezca un término, a mi juicio, prudentemente podría ser hasta de tres (3) meses, para que se genere la educación e instrucción para los panameños en torno en qué consistirá cada propuesta y que el pueblo decida.
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¡Dios Bendiga a la Patria!
Abogado.
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