Panamá
Formas de Gobierno y degeneración política
- Silvio Guerra Morales
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En la Edad Moderna gobierna el señor feudal, poco era el poder del rey. Surgen los estados centralizados. En la Edad Contemporánea advienen la democracia parlamentaria, el surgimiento de la república y el presidencialismo.
Un tema que todo iniciado en el estudio de las leyes o de las ciencias políticas aprende, desde muy temprano, es lo concerniente a las formas de gobierno, al arte de gobernar, las formas que adquiere el estado en cuanto al ejercicio del poder político se trata y frente a las cuales el recipiendario siempre será la sociedad, el pueblo que elige a sus gobernantes. No será, entonces, tarea difícil el distinguir, con precisión, que, básicamente, en la Antigüedad un gobierno podía ser catalogado como aristócrata, monárquico, democrático. En la Edad Media rigieron las monarquías absolutistas. En la Edad Moderna gobierna el señor feudal, poco era el poder del rey. Surgen los estados centralizados. En la Edad Contemporánea advienen la democracia parlamentaria, el surgimiento de la república y el presidencialismo. Hoy día nos resulta, teóricamente, muy difícil el poder distinguir a un gobierno de uno u otro modo. No son ni chichas ni limonadas. Son cosas peores. Todo lo mezclan, todo lo distorsionan, se presentan con tantos matices que juegan, "muy bien", al poder. Lo que define la constitución como forma de gobierno, en la praxis, es una débil imitación de su descripción.
Acontece que el grupo de personas que llegan al poder político de una nación, sea por la forma convencional de las elecciones generales o en formas que están al margen de la ley, es decir, los golpes de estado, los movimientos revolucionarios, etcétera, degeneran en comportamientos difíciles de ubicar en las formas propias de gobierno que aprendimos en la Teoría Clásica del Estado. Ello, a mi juicio, obedece a que se pierde un sentido serio de la forma de gobernar; se trastoca el sentido tras la ausencia de proyecciones o programas serios de gobierno y ello es tan así que devienen en parodias censurables de cómo no debe ser gobernada una nación.
No pocos teóricos de las ciencias políticas, a nivel latinoamericano, han sostenido que impera un presidencialismo excesivo -propio de nuestro país-, caracterizado por una enumeración, casi sin fin, de las competencias o de las funciones del presidente, todo lo cual conlleva a que las supuestas democracias nuestras , en el fondo, en la realidad, no sean más que expresiones de absolutismos y decisiones autocráticas pero que distan, mucho, de los contenidos propios de la democracia.
Por ello, es que vemos, con no poca frecuencia, a mandatarios adoptar actitudes autocráticas, posiciones propias de monarcas absolutistas, y que ejercen el gobierno de una forma despótica y por qué no mencionar también que, tras el trafico de influencias –nepotismo- también se generan gobiernos de familiares, de amiguitos, de "compañeritos de chilinqui", de porras y camaraderías.
Todo esto produce, también, actitudes de soberbia, de poco importa con lo que pueda pensar, sentir o desear la población o sectores de la población. Esas actitudes, que me permito calificar como menospreciativas y aborrecibles, se dejan ver en el uso frecuente de ciertas expresiones que alcanzan el rango de soberbia suma y de autoritarismo.
Esto obedece, estimo, a una inmadurez en la personalidad del gobernante a como también en quienes lo asesoran. Porque los buenos asesores, aun a costa de poder llegar a perder el empleo, el cargo o el nombramiento, dirán la verdad a su asesorado. La pregunta es si un buen asesor cumple su misión o cumple su protagonismo diciéndole a su asesorado lo que no es, o tergiversándole la asesoría y creando con ello falsas expectativas.
En este ultimo orden, me llama la atención que la soberbia en el gobernante, puede traducir la pérdida del buen sentido de las cosas y hasta llega a considerar que la forma de gobierno que lleva es la mejor y que hay que eternizarla. ¡Cómo se engañan los que gobiernan!,
¡Cómo se mienten y cómo viven de mentiras, engaños y falsedades!.
Para los tales, quede claro, el concepto o la opinión que tiene el pueblo no cuenta, la sociedad o sus voceros no son escuchados. Y cuando los pueblos se manifiestan, como acontece hoy en la Comarca Gnobe, que exigen la salida del Minsa de las escuelas convertidas en centros de salud y de pánico, y que lo hacen en claras reivindicaciones de legítimos derechos y libertades ciudadanos, triste decirlo, pero en la mayoría de las veces no son escuchados sino atropellados, y penar que nadie lo hace o protesta con fines de dar golpe de gobierno alguno sino para que cambien las cosas en aquello que se requiere en beneficio de las grandes mayorías.
Es triste advertir, que gobiernos, previo a la toma o ascensión al poder, se presentan como democráticos de mucho fuste, y al terminar el período para el que fueron elegidos, terminan siendo una vulgar pantomima, parodia vulgar, simulacro perverso, de lo que no es una democracia. ¡Dios bendiga a la Patria!
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