Ven Santo Espíritu de Dios
¡Festividad de Pentecostés!
Para los cristianos, Pentecostés es el cumplimiento de las promesas de Jesucristo a sus discípulos...
- Manning Maxie Suárez
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- - Publicado: 31/5/2020 - 12:00 am
Escalera Santa en la Basílica San Juan de Letrán, en Roma , por la que según la tradición Jesús de Nazareth subió para ser juzgado. Dos mujeres la recorren antes de la fiesta de Pentecostés. Foto: EFE
Hoy 31 de mayo, la Santa Iglesia, en todas partes del mundo, celebra con alegría la “Festividad de Pentecostés”, Fiesta del cumplimiento de la promesa de Jesucristo a sus discípulos sobre el advenimiento del “uno como Él”, del Paráclito, o del Consolador, que vendría sobre todos los que son sus seguidores, para dotarlos con los dones y talentos necesarios para poder cumplir con la misión encomendada por Jesucristo.
En este glorioso día, hace dos mil años, se abrió el camino hacia la vida eterna a toda raza, pueblo o nación por el don prometido del Espíritu Santo.
Dios esparció ese don sobre todo el mundo por la predicación del Evangelio, para que llegara a los confines de la tierra; por la acción directa de Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina con Dios Padre, en la unidad de este Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.
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La festividad de “Pentecostés” originalmente no nace en la Iglesia Cristiana propiamente, sino más bien el cristianismo la adopta de la rica tradición judía y del cual éramos parte de ella durante el primer siglo de esta era.
Ellos le llamaban la “fiesta de las semanas” (en hebreo Shavuot), y se celebraban dos cosas específicas: el día de la aparición de Dios en el monte Sinaí y por otro lado, la entrega de la Ley (Toráh) o los mandamientos a Moisés, para ser presentados luego al pueblo israelita.
Para nosotros los cristianos, Pentecostés es el cumplimiento de las promesas de Jesucristo a sus discípulos:” Y ellos se alegraron de ver al Señor. 21 Luego Jesús les dijo otra vez: —¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. 22 Y sopló sobre ellos, y les dijo: —Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Juan 20, 20-23).
Así que, el milagro de la venida del “Espíritu Santo” sobre los discípulos de Jesús, es para empoderar a los mismos, para el cumplimiento de esa misión de evangelización del mundo que Jesús, desea que transmitamos a todo hombre y mujer, no como una doctrina más, sino más bien como un estilo de vida que nos da poder sobre la cultura de la opresión del pecado y la muerte.
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Los tres Credos que rezan y proclama la Iglesia y que son: El Credo de los Apóstoles, el Credo Niceno así como el Credo de San Atanasio, que es un antiguo documento que proclama la naturaleza de la Encarnación y de Dios en Trinidad nos enseñan que ese “Espíritu Santo” es “Dios” mismo.
El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, Dios actuando continuamente en el mundo, en y a través de su Iglesia.
Se revela a nosotros como el “Señor que nos guía en toda verdad” y nos capacita a su vez, para crecer en y hacía la semejanza de Cristo.
Cuando fuimos bautizados en la Iglesia de Cristo, el Espíritu Santo vino sobre nosotros, y ese día recibimos su gracia interna y espiritual, como el medio seguro y eficaz por medio de la cual recibiríamos su gracia.
Esa gracia es “el favor de Dios” para con nosotros, gracia esta que no hemos ganado ni merecido.
Pero al recibir la gracia ese día, sucedió un milagro en las vidas de todos los que nos hemos hecho seguidores de Jesucristo a través del sacramento del bautismo.
Por medio de esa gracia, Dios ese día, perdonó todas nuestras faltas, justificándonos ante la presencia de su Padre.
Esa acción de Jesús provocó en nosotros una maravillosa iluminación en nuestras vidas, enviándonos su luz que nos ayuda a ver el mundo a través de los ojos de Dios Trino y entender cómo debe ser nuestras relaciones con el mundo y los hombres.
Avivó, por otro lado, nuestros corazones y fortaleciendo nuestras voluntades estamos prestos al servicio de su Palabra para la Evangelización del Mundo.
Una vez, el Espíritu Santo llega a nosotros es para siempre, y nos hace partícipes del “Misterio de su Iglesia”, convirtiéndonos en testigos de su amor.
En esta época de pandemia, tiene mucho más sentido estar presto a la voz del Espíritu de Dios que nos invita a practicar con amor los valores del Reino: a ser Solidarios, a practicar la Compasión, a tener y compartir la Esperanza, y a mantener y promover en todos la Fe.
No olvidemos, como dice el mismo apóstol san Pablo a la comunidad griega de Corintos cuando señala que: “12 El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo.
Así también Cristo. 13 Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu” (1 Corintios 12:12-13).
Celebremos la Festividad de Pentecostés con ese sentido de Cuerpo de Cristo que pertenece a ese pueblo de Dios con sentido de pertinencia, sirviendo con amor a todos nuestros hermanos en esta época de pandemia, pero en el poder y la fuerza de su Espíritu.
Oremos: “Oh Dios, que en este día enseñaste a los corazones de tus fieles, enviándoles la luz de tu Espíritu Santo: Concédenos por el mismo Espíritu, que tengamos un juicio acertado en todas las cosas, y que nos regocijemos siempre en su santa fortaleza; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.”
Reverendo.
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