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La fatalidad de los prejuicios
Ver más allá de las diferencias lo que nos une y buscar un encuentro fraternal. Hay que luchar mucho contra los prejuicios para crear un mundo más humano y fraternal.
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Ver más allá de las diferencias lo que nos une y buscar un encuentro fraternal. Hay que luchar mucho contra los prejuicios para crear un mundo más humano y fraternal.
Hay que luchar mucho contra los prejuicios para crear un mundo más humano y fraternal. Foto: EFE.
Le pasó a Jesús con la samaritana que iba al pozo de Jacob a sacar agua. Ella iba llena de prejuicios heredados de sus antepasados. Para ellos, los judíos se habían separado del camino del Dios vivo, y lo adoraban en un templo, cuando al Señor se le debe dar culto en el monte Garizín.
Que la verdad estaba en favor de los samaritanos. Los judíos y los samaritanos no se podían ni ver. Ya se había llenado el corazón de ambos pueblos de tantas ideas negativas del otro pueblo que coexistían sin guerra, pero con un desprecio mutuo.
Jesús está sentado al lado del pozo. Los discípulos habían ido a buscar comida. Ella llega, le lanza una mirada de desprecio y se dispone a sacar agua del pozo.
En esa acción laboriosa estaba cuando el que está sentado allí, este judío, le pide agua de beber. Ella responde que cómo se atreve a pedirle eso, cuando había tantas diferencias entre los dos pueblos. Y Jesús le dice que si ella supiera quién es el que le pide de beber, esta mujer le pediría a Jesús esa agua viva, que en el fondo es la presencia del Espíritu Santo. Y viene el diálogo y la conversión de ella.
Los prejuicios son una barrera espiritual y mental que nos impide relacionarnos abiertamente con los que no piensan y actúan como nosotros. Son un bloqueo que está en el corazón y en los pensamientos que no permite ver nada bueno en el otro y acercarnos.
Son como una impenetrable noche oscura que cae sobre nuestra vida y que impide ver a los otros con objetividad. Son juicios que nacen previos al encuentro con otros catalogándolos negativamente y que pueden ser religiosos, políticos, raciales, nacionales y que condenan a los que no son como nosotros.
Los prejuicios arrinconan y marginan a otros poniéndoles una etiqueta imborrable negativa. Encapsulan a otras personas en una burbuja de cristal blindado encerrándolas como especímenes peligrosos y aborrecibles.
"Cuidado, que este es un protestante, o un católico, un ateo o un masón, es blanco o negro, es rico o pobre, es de este partido o del otro". Y ya; con esa observación lapidaria no se puede uno relacionar como hermano con el otro.
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Pues no, el Señor quiere que tengamos un corazón abierto, generoso, compasivo, tolerante, pacífico, capaz de acoger a cualquiera y ver lo bueno que hay en su vida, respetando su forma de pensar y actuar.
Así hacía Jesús. Eso hizo con la samaritana. Ver más allá de las diferencias lo que nos une y buscar un encuentro fraternal. Hay que luchar mucho contra los prejuicios para crear un mundo más humano y fraternal.
Monseñor.
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