Panamá
Esther Osses nos reune nuevamente
Definitivamente algunos poetas son eternos. A ellos los dioses les han concedido el don de la inmortalidad.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Actualizado: 24/3/2024 - 12:00 am
Definitivamente algunos poetas son eternos. A ellos los dioses les han concedido el don de la inmortalidad. No hay más que abrir un buen libro y sumergirnos en los versos, para sentir su presencia, tal vez la mirada sobre nuestro hombro, con ironía o complacencia, ojos inteligentes que escrutan nuestra alma.
Casi siempre antaño a través de los ojos o, ahora con los audio-libros, su presencia ha revivido otras formas de contacto que, los antiguos LP con voces de declamadores o lectura en la propia voz de los vates, nos llevaban a otros tiempos ya muertos.
Tal vez reviven, de cuando en cuando, en la cinematografía, cuando resucitamos a Shakespeare o a Cervantes y, ahora de manera más frecuente, a través de las redes sociales y sitios web como youtube o vimeo. Sea como fuere, vasta un click o en su lugar, y como yo prefiero a mis años, abrir los libros, sintiendo el olor añejo de una edición vetusta o ese particular aroma que los bibliófilos concupiscentes amamos de las flamantes ediciones.
Y estos poetas son de todas las naciones de la tierra, y de todas las épocas. El Parnaso y a las Musas acompañan Homero, pero también Li-Po, Tagore, Pushkin y Goethe, y todos se entiende entre sí, y no sé si allá disputaran o se reunirán los sentimentales líricos y los grandilocuentes épicos, o por las infinitas escuelas que los libros académicos suelen establecer filias y fobias, herencias e influencias de toda laya.
Y por supuesto están hombre y mujeres, Cátulo y Lesbia, y los de géneros, homo, bi y trans, como Kavafis y el ambivalente Shakespeare, o el polivalente Pessoa de mil caras. El arrebatado Höldelrin y el pastoril Juan Ramón, el terrígeno Neruda y el gentil Garcilazo, vástago intelectual del enamorado Francesco Petrarca; el noctívago Baudelaire y el iluminado Juan de la Cruz, dos veces santo por ello.
Allá, en las sendas umbrías, junto al mar ignoto, pasean varios bardos nuestros, el evocativo Miró seguramente grabando un nombre en un viejo tronco añoso; un irreverente y priápico Sinán bañando su rijosa catadura; así como poetisas luminares como Elsie Alvarado de cintura de avispa, y esa otra que hoy nos hace señas y nos subyuga con sus ojos de chiricana insurrecta.
Hablo de Esther María Osses, la autora de textos límpidos como "Crece y Camin"a, y otros de denuncia en prosa cuando pasa revista a la literatura anti-imperialista en el istmo centroamericano. Waooo!, me digo, ¡qué bella eres Esther, qué ojos! Se ríe de mí - o de ti, o de todos, pues su genio es mutable como el océano Pacífico, esa mar del Sur que de Pacífica solo el nombre tiene.
Me acerqué a ella por una obra cuyo nombre es más que una declaratoria de intenciones "Para el combate y la esperanza" (de 1981), y luego me arrastró a la lectura de "La Niña y el Mar" (1964) y "Crece y Camina" (1971) entre otros suyos que la débil memoria guarda en lo que puede.
La sentí chiricana, la supe Maestra de corazón, y me fueron siendo evidentes sus viajes a la Argentina, Guatemala y a hacia esa Venezuela, de donde ya no volvería. Ahora nosotros los que vamos ella y como al genio de la lámpara, basta abrir sus libros para pedirle milagros de belleza.
Ahora ella nos convoca. Una institución noble -la Universidad Especializada de las Américas- ha decidido invitar a que más creadores panameños, bajo su numen, creen nuevas letras para niños y jóvenes.
De esta suerte ha organizado y dotado un Concurso Nacional de Literatura que lleva su nombre; premio que, desde 2015, ha ido logrando que por lo menos una veintena de autores presenten a concurso sus creaciones cada dos años. Y como los poetas en general andan escasos de pecunio, la casa fundada por Doña Berta Torrijos de Arosemena y hoy rectorada por Juan Bosco Bernal, han asegurado un premio sustantivo de cinco mil balboas para el premio único.
Este año el concurso se resuelve en el género Poesía, y las bases están disponibles en la página web de la UDELAS (www.udelas.ac.pa) y hasta el 4 de abril de este año a las dos e la tarde, la Editorial de UDELAS (Edificio 808, Albrook) recibirá las generosas producciones de quienes quieran honrar las letras del país y unir sus nombres al de Esther María.
Regocijada la poetisa, docente y articulista de tantos diarios y revistas de Nuestra América, me enfatiza que llame, convoque y celebre en su nombre esta justa literaria. Y yo lo hago con la delectación de quien sabe que la Poesía es una dulce eternidad que se visita.
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