Un cuento corto
En busca del árbol de la felicidad
- Bernardina Moore
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...un día fue arrancado de aquí para no sé qué fines... ahora lo que era un leño maldito se ha convertido en el símbolo de nuestra fe y nuestra felicidad"... "¡Gracias, Jesús, valió la pena todo lo que tuve que pasar para encontrar el árbol de la felicidad y tú crucificado en él por amor a mí y a la humanidad!".
Un joven de 17 años, más o menos, deambulaba de un lado para otro preguntando a todo el que se cruzaba en su camino: "¿Sabe usted dónde puedo encontrar el árbol de la felicidad?". La gente lo miraba con asombro, otros con admiración y contestaban unos "¿qué?", otros, "¿el árbol de qué?". Otros ni le respondían y lo miraban como si estuviera loco. Una señora de mediana edad le preguntó por curiosidad: "Dime, muchacho, ¿y para qué buscas ese árbol?". Él, animado, le dijo: "¿Sabe usted dónde puedo encontrarlo?". Ella, haciendo un gesto de fastidio, le dijo: "¡Qué voy a saber yo!". Él la mira fijamente y sonriendo le dice: "¡Qué curiosa la dama, no!". Y siguió su caminar preguntando y preguntando. Como nadie lo tomaba en cuenta, se dijo a sí mismo: "Voy al bosque, donde hay muchos árboles, tal vez ellos sí sepan". Decidido, se encaminó hacia allá. Era un bosque enorme repleto de árboles de todo tipo. Observó que en medio del bosque había un camino cubierto de hojas que caían de los árboles; sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia allá, nada más poner los pies en el camino cuando empezó a soplar una suave brisa que hacía mover las ramas de los árboles que semejaban bailar una sinfonía de Chopin o Beethoven. El chico se detuvo fascinado a observar semejante espectáculo. De pronto, escuchó una clara voz que le preguntó: "¡Muchacho!, ¿qué buscas aquí?". Se sobresaltó y miró a su alrededor buscando de dónde venía esa voz. Y como no vio a nadie, permaneció calladito y sobrecogido. Por segunda vez le preguntaron lo mismo, y con marcado temor contestó: "Estoy en busca del árbol de la felicidad". Al terminar su respuesta, la brisa cesó de pronto y se escuchó un fuerte murmullo que parecía provenir de todos los árboles, luego hubo un silencio total.
Las ramas de los árboles se doblaron al unísono lanzando un triste lamento, el chico no comprendía qué estaba sucediendo y armándose de valor gritó: "¿Qué está pasando aquí? ¿Saben dónde puedo encontrar lo que busco o no?". La misma voz le dijo: "Sabemos dónde está lo que buscas, pero cuando lo encuentres tendrás que descubrir tú solo por qué lo llaman el árbol de la felicidad por el aspecto que debe tener ahora, ya que un día fue arrancado de aquí para no sé qué fines, lo que nos dejó tristes a todos, por eso nos alegramos cuando entraste porque pensamos que nos traías noticias de nuestro compañero; sigue caminando, al salir encontrarás dos caminos, sigue el que te indique tu corazón, si escogiste el correcto, encontrarás lo que buscas. Te deseamos suerte".
El pobre muchacho no dijo nada y salió del bosque muy pensativo. Pero siguió las indicaciones y, de pronto, se encontró frente a los dos caminos, uno muy ancho y el otro muy angosto, por lógica pensó tomar el más ancho, se veía más transitable, pero se detuvo recordando la recomendación recibida allá en el bosque y se dijo: no todo lo que brilla es oro y las apariencias engañan, como pasa con las mujeres bonitas, mejor me voy por este que, a pesar de ser más angosto, me inspira seguridad y confianza. Y empezó a caminar, se encontró con muchos obstáculos, pero los esquivaba y seguía avanzando, menos devolverse por esos motivos. De pronto le pareció ver una colina allá lejos; a pesar del cansancio que sentía y animado por lo que alcanzaba a ver, apuró el paso, pero a medida que se acercaba lo que observaban sus ojos lo hacía avanzar muy lento, a tal punto que dijo para sus adentros: "¿Habré tomado el camino equivocado?". Y acercándose a alguien que se encontraba allí le preguntó: "¿Qué sucede aquí?". El aludido contestó: "Acaban de crucificar a Jesús el Nazareno, que dice ser el Redentor que vino a morir por nuestros pecados, ahora lo que era un leño maldito se ha convertido en el símbolo de nuestra fe y nuestra felicidad". El joven preguntó: "¿Y ese leño de dónde lo trajeron?". "No sé, dicen que de un bosque cercano". El muchacho cayó rostro en tierra y exclamó emocionado: "¡Gracias, Jesús, valió la pena todo lo que tuve que pasar para encontrar el árbol de la felicidad y tú crucificado en él por amor a mí y a la humanidad!".
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