Empatía, actitud y sensibilidad humana
- Ángel Molina opinion@epasa.com
Si se nos presenta la necesidad de hacer una aclaración o un reclamo, expresémonos con firmeza, claridad, profundidad y elocuencia. Además, con serenidad, respeto, sensibilidad humana y empatía.

El respeto, la decencia, la cordialidad, la solidaridad y la empatía, como componentes de la conducta del ser humano, vienen a ser aroma grato ante nuestro verdadero Creador. Además, constituye admirable estela con la que podríamos dejar en alto el nombre de nuestros padres biológicos. Ojalá el seno familiar, el vecindario, la institución en la que nos superamos académicamente, el lugar en el que laboramos, la empresa de la que somos dueños (o socios), la sociedad en general, fuesen escenarios en los que pusiésemos en práctica estos modales y tratos.
En las relaciones interpersonales y en otros accionares de la vida, debemos darle mucha importancia a cómo nos expresamos y a cómo llevamos a cabo tal o cual acción; en otras palabras: cómo se dice y cómo se hace.
Si se nos presenta la necesidad de hacer una aclaración o un reclamo, expresémonos con firmeza, claridad, profundidad y elocuencia. Además, con serenidad, respeto, sensibilidad humana y empatía. Evitando hablar/actuar de manera ofensiva, irrespetuosa o humillante. Si nos toca brindar una orientación en torno a un asunto del que tenemos amplio conocimiento, debemos hacerlo con sencillez, absteniéndonos de asumir actitudes jactanciosas.
Renunciar a la predominante y muy de moda tendencia de sentir satisfacción al incomodar, hacer daño o entristecer a nuestros semejantes. Y a la usual propensión a enfrentar, indistintamente, cada situación, guiándonos por la expresión que sentencia “ojo por ojo, diente por diente”.
Buen clima propiciaríamos en los distintos escenarios de las relaciones humanas si:
-Tratásemos a nuestros semejantes de la misma manera como nos gustaría que lo hicieran con nosotros.
-Evitásemos hacerle a otra persona lo que no nos gustaría que nos hiciesen.
-Procurásemos, de manera sosegada y con mente positiva, comprender qué quiso decir nuestro interlocutor. O, con la misma actitud, intentar entender por qué (para qué) mi semejante actuó de tal o cual manera (o se abstuvo de hacerlo).
Sobre estas reflexiones, el libro de máxima sabiduría exhorta, a través de Efesios 4 desde el versículo 25 al 32, a:
…que, desechando la mentira, hablemos verdad cada uno con nuestro prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
…que, al airarnos, no pequemos; y no se ponga el sol sobre nuestro enojo, ni demos lugar al diablo.
Que si hurtábamos, no hurtemos más, sino que trabajemos, haciendo con nuestras manos lo que es bueno para que tengamos qué compartir con el que padece necesidad.
Que ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
Y no contristemos al Espíritu Santo, con el cual fuimos sellados para el día de la redención. Para que, con la ayuda de Dios, seamos capaces de quitar/expulsar de nuestro interior y de nuestra vida, toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia.
Para que seamos benignos y misericordiosos unos con otros; y nos perdonemos unos a otros, como Dios nos perdonó a nosotros.
Es propicia la ocasión para hacerles una exhortación a los lectores de este artículo. Invitarlos a que descubran que el versículo 7 del Salmo 16 indica que Dios nos aconseja. Y que, ese mismo versículo agrega que aun en las noches nos aconseja nuestra conciencia.
No sé usted, pero después de conocer el contenido de esta cita bíblica, estoy convencido de que la conciencia es la presencia de Dios en nuestro interior.
Comunicador social
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