Panamá
Elevando turismo en temporada baja
- Jaime Figueroa Navarro
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Nuestra privilegiada posición es única en el mundo y nuestro brillo ecológico mayor que el de nuestros vecinos por su diversidad de imanes al turismo.
Muy a pesar de la reciente sequía, Panamá sigue for mando parte de los cinco países privilegiados con los mayores índices de lluvia en el mundo. Subrayo "privilegiado" porque a pesar de nuestro lamentar que posterior al lavado del auto, obscuras nubes ciernen amenazas con chubascos. Buen momento para resaltar nuestra descripción por el rotativo The New York Times: "…an embarrassment of natural beauty (una vergüenza de belleza natural)".
Nuestra privilegiada posición es única en el mundo y nuestro brillo ecológico mayor que el de nuestros vecinos por su diversidad de imanes al turismo. La travesía a través del canal de Panamá continúa siendo el mayor señuelo para los cruceristas, por encima del Mediterráneo, el Caribe y Alaska. Y claramente, no hemos sabido aprovecharla porque sólo un reducido número de cruceros se detienen, la mayoría cruzando de largo.
Habría que fraguar un dinamismo para su obligatoria escala. Y no solamente durante los meses de temporada seca, sino a lo largo del calendario. Cito el proyecto Ecorium en Corea del Sur. Aquel diligente país asiático goza de cuatro temporadas, no solamente dos. No obstante, logra embelesar su diversidad enfrascando sus atractivos encapsulados en diversos recintos protegidos contra los embates de la naturaleza, sea lluvia, nieve, frío o calor intenso, para obsequiar su variedad ecológica a sus visitantes 365 días al año.
Algo símil y mejorado pudiésemos concebir en las riberas del lago Gatún en un solar con suficiente espacio para el desembarque simultáneo de decenas de cruceros. Un proyecto liderado por uno de los mastodontes del entretenimiento mundial, tal como Disney, en asociación con Smithsonian, donde el visitante, no solamente cruceristas, pueda percibir las bondades de nuestro encanto, de diciembre a diciembre, sin importar las variantes climáticas.
Rememoro, hace algunos años al residir en el sur del estado de Florida, que me llamó la atención una excursión a París en enero, temporada bajísima. Trataba de un fin de semana extendido, con reseñas gastronómicas en afamados restaurantes, armando un paquete con estancia en uno de los mejores hoteles en la capital gala y pasajes más económicos que volar a Panamá, a pesar de multiplicar la distancia.
Al aterrizar en el gélido aeropuerto Charles de Gaulle y titubear las resbalosas y heladas calles, hacia mis adentros discurrí que aquello era un respiro permitiéndome estrenar mi abrigo alejado del siempre cálido trópico, en un París desierto del tumulto de turistas durante la temporada de verano. Aquella aventura me permitió palpar y saborear un París diferente a una fracción del costo.
Habría que cranear y fraguar las alternativas disponibles en Panamá, más allá de la temporada alta, para convertirnos en atractivo todos los días del año, no como usualmente actuamos, como ejemplo construyendo una estación del metro aledaña, sin acoplo a las terminales del aeropuerto de Tocumen, espejo improvisado de cascos vacuos.
Alternativas existen, como semillas sin abono, habría que sembrarles bajo el escudriñaste ojo de visionarios.
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